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Deja vu naranja

Arropado por un gran respaldo social en una avalancha azul que catapultó a Alberto Cárdenas Jiménez a la gubernatura y a él a la presidencia municipal de Guadalajara, César Coll Carabias se convirtió en el primer alcalde panista de la capital de Jalisco.

Formado en la iniciativa privada, de la corriente neo panista y con nexos en la organización de ultra derecha Desarrollo Humano Integral y Acción Ciudadana, Coll fue diputado federal y cobró notoriedad al encabezar movilizaciones contra el gobierno y hasta contra Televisa y su manejo informativo.

En 1994 gana las elecciones junto con Cárdenas y obtienen un impresionante apoyo popular que marcaría el tono con que arribaría al cargo.

Como cuando cuestionó a Televisa, Coll enfocó sus baterías en el ayuntamiento en denunciar lo que a su juicio era un verdadero cochinero en recursos destinados a medios de comunicación y periodistas.

Tras considerar algunas publicaciones como “pasquines” (publicación con contenidos sensacionalistas y agraviantes, alejados de la ética periodística; se trata de un término despectivo, que habla sobre la calidad del medio en cuestión), Coll lanzó una auténtica cruzada por la moralización del gremio periodístico.

Entre las acusaciones, por ejemplo, figuraban pagos anticipados a periódicos, pese a ser una práctica común mediante la cual el ayuntamiento obtenía descuentos considerables.

Además de estas denuncias, el trato hacia los comunicadores siempre fue en el mismo tono, con un dejo de soberbia y menosprecio.

Con el paso del tiempo las cosas fueron quedando en su lugar. El gobierno de Acción Nacional no fue ejemplar ni limpio (él mismo Coll recibió cientos de miles de pesos antes de tomar posesión de parte del presidente del Concejo Municipal, Alberto Mora López, como adelanto de los gastos de la “transición”), el ayuntamiento siguió tratando con medios y periodistas y César Coll Carabias regresó varias veces a Televisa, esta vez como invitado especial…

Igual como sucedió con Coll, el movimiento encabezado por Enrique Alfaro Ramírez, registró un extraordinario apoyo popular para obtener las principales alcaldías de Jalisco.

Y exactamente como pasó con el primer presidente municipal panista en Guadalajara, la relación de Alfaro y algunos alcaldes emanados de Movimiento Ciudadano con los medios de comunicación y los periodistas, no es cordial ni mucho menos respetuosa.

Nadie puede restarle méritos a la forma como el movimiento naranja instrumentó mecanismos poco convencionales para obtener el apoyo de la gente, como el manejo de redes y la habilidad política del discurso.

Pero ya en el gobierno, Movimiento Ciudadano ha decidido apostar a una estrategia de redes sociales para continuar con su labor de difusión y obviar la tradicional relación con los medios de comunicación convencionales.

Están en su derecho. Es más, una revisión a fondo de cuantiosas bolsas destinadas sobre todo a las televisoras, pautas y hasta patrocinios de telenovelas y “altruismos” fantasmas, es hasta sano.

Sin embargo, el problema es la forma como en corto suelen referirse a los comunicadores, que con sus excepciones, suelen menospreciarlos.

Dejar en manos de un despacho y estrategas la comunicación social que requieren los ayuntamientos y permitir que desde ahí se dicten los criterios por encima de las instituciones, es un camino peligroso.

Me recuerdan a Juan Sánchez Aldana, el ex alcalde panista de Zapopan, que aseguraba que no podía llevar servicios a colonias irregulares que no pagaban el impuesto predial. Pronto le respondieron que él era alcalde, no gerente. Y que efectivamente esas colonias no pagaban predial… pero le dieron votos.

• Paralelo Veinte

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