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Un museo para el narco

En un país donde el narcotráfico ha dejado huella de dolor, todavía el ejército mexicano exhibe un museo dedicado a la narcocultura.

Cargamentos de droga, pistolas, amuletos y hasta una imagen de Malverde, el «santo» de los narcos, son parte del legado de los capos de los cárteles mexicanos recogido en el «Narcomuseo» del Ejército de México.
Este museo, único en el mundo según los militares mexicanos, se encuentra en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional y no está abierto al público.
El recorrido ofrece una idea completa de la importancia del narcotráfico en México y del poder de los cárteles sobre vastas zonas del país, en especial en la costa del Pacífico y el norte.
Las primeras salas, está dedicada a la «narcocultura», que ofrece la cara más folclórica de los narcos mexicanos.
Un maniquí con sombrero vaquero, jeans, una camisa de colorido hawaiano, gafas oscuras, botas de texano y una gran colección de cadenas de oro y plata, franquea el paso al recinto.
En el interior, el Ejército ha reunido algunas de las «joyas» más preciadas para los narcos.
Una vitrina protege una Colt .38 con culata de oro e incrustaciones de esmeraldas, con las iniciales de Amado Carrillo Fuentes, líder del cártel de Juárez, conocido como «El señor de los cielos».
Junto a la Colt, un rifle automático AK-15 exhibe en el cargador una palma grabada que confirma que perteneció a Héctor Luis Palma, el «Güero Palma», lugarteniente de «El Chapo».
Una Browning .38 con un grabado en plata de plantíos de amapola y marihuana; una Colt 9 milímetros, con la Virgen de Guadalupe labrada en la culata, o un fusil AK-47, con tigres y leones grabados en el cargador, son algunas de las piezas más valiosas de la colección.

Hay también una camiseta de fabricación colombiana, con doble blindaje en el corazón, perteneciente a Osiel Cárdenas, líder del cártel del Golfo.

El Museo ha montado incluso una réplica de la capilla de Jesús Malverde en Sinaloa, la cuna del narcotráfico, y una buena muestra de los amuletos depositados por los delincuentes para pedir protección en el «trabajo» diario.
Malverde, «el Robin Hood» del narco, robaba a los ricos y repartía entre los pobres, hasta que fue ahorcado a principios de siglo.

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