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Cuanta impotencia se siente al escuchar a una sola voz las demandas de miles de mujeres en nuestro país.
Por Lucy Pérez Camarena
La magnitud del dolor y sufrimiento no pueden reflejarse solo en una manta, en una consigna, en un clamor unánime por un alto total a la violencia contra las niñas, las jóvenes; todas nuestras mujeres.
En este grito que retumba en seco, queremosverdaderamente que haga eco en la consciencia de todos quienes hoy tienen el poder. Hombres que aún siguen replicando conductas inaceptables para sus colaboradoras, que no han dejado de normalizar el hostigamiento y acoso; Mujeres que no han comprendido que no es suficiente ser una mujer en un espacio de toma de decisiones, si no hay el compromiso de verdaderamente velar por las otras; es lamentable ver que las propias mujeres en ocasiones aceptan ser tapadera de omisiones y corrupción de los líderes políticos a quienes “les deben estar en esas posiciones”.
La agenda más urgente es esa herida abierta de todas las madres que por más que levantan fosas no logran encontrar a sus seres queridos que les han sido arrebatados, es esa frustración de saber que en cualquier momento al subirse a un servicio de transporte nuestras hijas e hijos pueden estar en riesgo latente de sufrir cualquier cantidad de situaciones sin que nadie haga nada, es ese miedo que nos invade al transitar sin poder disfrutar del espacio público.
Las demandas expresadas por diversos movimientos a lo largo y ancho de nuestro país reflejan la urgencia del restablecimiento del estado de derecho, de verdaderas políticas públicas que prevengan y eliminen cualquier forma de discriminación y violencia hacía las mujeres, de protocolos necesarios que seanimplementados en el ámbito privado también para erradicar ese flagelo.
¿A dónde vamos a ir? México es nuestra casa, nuestro estado el lugar donde habitamos, nuestro municipio la familia que nos cobija. ¿A quién vamos a pedir ayuda? Si cada vez desconfiamos más de nuestras autoridades. ¿A caso está todo perdido? Cuantas veces sentimos esa impotencia al pensar que desgraciadamente ya no hay nada que hacer; ¿Podremos acostumbrarnos a vivir con así?
Estoy convencida que si hay de otra, existen otras forma de hacer las cosas; y eso implica un gran compromiso de todas y todos; desde los cimientos que ponemos en los principios morales que fomentamos en nuestra familia, ellos siguen vigentes, tengamos el valor y la fuerza de hacerlos valer.
Hace unos días en el Congreso Iberoamericano de la Familia justo escuche decir a un experto que nuestro cerebro está hecho para la paz, es importantísimo educar a nuestras hijas e hijos en la cultura de la paz, encontrando nuevas maneras de resolver los conflictos, es preciso encontrar causes en cualquier tipo de situaciones, ya sea en la familia, en la sociedad, es preciso que hagamos un frente común y no continuemos normalizando la violencia en cualquier ámbito y espacio en el que nos encontremos.
Ya se ha visto que la sociedad está cansada, y que ese hartazgo nos ha llevado a manifestar las demandas legítimas de justicia y paz en nuestro país, dejemos de dividirnos, como mexicanas y mexicanos nos necesitamos todas y todos, unidos, no es con la confrontación como vamos a lograr erradicar la violencia, por el contrario es un terreno fértil para generar odio y éste es solo es un paso para que prevaleciendo esta cultura del resentimiento y rencor llena nuestros corazones de ira y por lo tanto genera violencia.
Un llamado también a los medios de comunicación para que en su programación propongan otro tipo de contenidos que verdaderamente edifiquen y promuevan los verdaderos valores humanos en sus espacios de entretenimiento, a las plataformas que tanto éxito están teniendo que sean creativas y busquen incorporar contenidos que fomenten la convivencia armónica y dejen de ser promotores de contenidos que exaltan la violencia, adicciones y conductas aberrantes que desgraciadamente luego son replicadas en la sociedad.
Por último ruego por que verdaderamente todos los esfuerzos de mujeres y hombres por exigir una vida sin violencia hacia las mujeres, pero también hacía los hombres y a cualquier miembro de nuestra familia sean siendo escuchados y se tomen acciones concretas hasta lograr tener un día esa patria justa y pacífica que tanto anhelamos.
