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México, zona minada

Cuestionado en la frontera norte el maltrato a los connacionales, en la frontera sur y a lo largo del país, se les da un trato peor a indocumentados centroamericanos y sudamericanos que cruzan por nuestro país. El trato es inhumano…

Le llaman “La Bestia”, es un gigante de acero que recorre México y al cual indocumentados centroamericanos y sudamericanos ven como el mejor vehículo de transporte rumbo a Estados Unidos. Es el ferrocarril que con su ruido infernal rasga las noches de terror de los viajeros. No es humano, por eso no tiene sentimientos.

A bordo del tren acecha el primer peligro: pandilleros de la “Mara Salvatrucha” persiguen, atacan, extorsionan, violan y matan a los indocumentados; luego vendrán los zetas, que poco a poco sustituyen a los maras a lo largo de la ruta; siguen los polleros que también hostigan, extorsionan y maltratan a los desesperados extranjeros; por último llegarán los agentes de migración que golpean, encarcelan y a veces también explotan a los inmigrantes.

Aunque las cuatro amenazas son humanas, tampoco tienen sentimientos.

La multitudinaria ejecución ocurrida en San Fernando Tamaulipas donde 72 indocumentados fueron ejecutados por los zetas, puso el descubierto a nivel internacional un infierno que en México ya se sabía pero del que poco se habla.

De hecho, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) elaboró un reporte especial en 2009 sobre el secuestro de migrantes en el país y encontró un panorama desolador.

Según el documento, fueron secuestrados en el lapso de seis meses 9,758 personas, es decir, más de 1,600 secuestrados por mes, lo que representarían más de 18 mil secuestros por año.

De acuerdo con la información obtenida, el monto de rescate que se pide a las víctimas va, en general, de 1,500 a 5,000 dólares. El promedio de los montos exigidos a las víctimas identificadas en esta investigación es de 2,500 dólares por persona. Así, de los 9,758 casos de víctimas identificadas, los secuestradores habrían obtenido un beneficio ilícito de aproximadamente 25 millones de dólares.

En cuanto a la nacionalidad de los agraviados, sólo fue posible precisar la nacionalidad de 552 víctimas: 372 de Honduras; 101, de El Salvador; 74 de Guatemala; y 5, de Nicaragua. De 609 personas únicamente se pudo establecer que eran originarios de Centroamérica. Se tienen datos de que además de los países mencionados hubo también personas secuestradas de Ecuador, Brasil, Chile, Costa Rica y Perú.

Los testimonios de los migrantes coinciden en que sus captores ejercían violencia sobre ellos para someterlos. Entre otras agresiones, los amarraban de pies y brazos, los amordazaban, les tapaban los ojos, los drogaban o los quemaban en alguna parte del cuerpo. 37 migrantes relataron expresamente haberse percatado de manera directa de cómo los secuestradores violaron a mujeres, así como que hirieron y hasta mataron a otros secuestrados, tanto con armas de fuego como a golpes.

De acuerdo con estos testimonios, las amenazas recurrentes eran las de violar a las mujeres, venderlos a los zetas o “deportarlos”.

Por otra parte, en el 80% de los casos se hizo referencia a que no les daban de comer o comían una vez al día; en muchos casos la comida estaba en mal estado o consistía únicamente en pan o tortillas duras. Muchos testimonios coinciden en que dormían en el piso y otros en que fueron obligados a desnudarse y a permanecer así durante el cautiverio.

México como país de origen, tránsito, destino y retorno de migrantes concentra una de las fronteras con mayor afluencia migratoria en el mundo. Cada año, de acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Población, alrededor de 550 mil mexicanos emigran a Estados Unidos. Asimismo, en los últimos 3 años el Instituto Nacional de Migración aseguró un promedio anual de 140 mil migrantes sin documentos, en su mayoría de países de Centroamérica y en su mayor parte, también, con la intención de llegar a Estados Unidos.

El estudio de la CNDH concluye que es un problema complejo porque según testimonios de los secuestrados, la mayoría de los delitos sucedieron con la complicidad de policías o personal de migración.

Ruta del secuestro

La ruta del secuestro se traza con zeta. Antaño controlada por las temibles maras, la línea del ferrocarril, la Bestia, como le llaman los migrantes, es hoy territorio de “los de la letra”, azote de todo indocumentado que cruza México en pos del sueño americano. Desde que entra a Tenosique o al Suchiate, el migrante sabe que si se topa con el grupo que germinó la deserción del Ejército Mexicano, más le valdría estar muerto.
Los 3 mil kilómetros de intrincados caminos sembrados de durmientes por donde la Bestia corre a 100 kilómetros por hora de la costa al desierto llevan a terruños donde, a cualquier hora día, en zonas rurales o urbanas, con o sin policía, son secuestrados hondureños, salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses.
Raúl Vera López, obispo de la Diócesis de Saltillo, señala “los Zetas están en todas partes y el secuestro de migrantes es hoy uno de sus principales negocios, y es también una de sus acciones más violentas. Va en aumento porque los funcionarios están involucrados hasta las manitas. Pasan enfrente de ellos y no los detienen, porque están en dos nóminas: la del gobierno que pagamos todos y en la del narcotráfico. La industria del secuestro es una clara de que el Estado mexicano es un Estado fallido”.

• Paralelo Veinte

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