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Sobreproducción de agave, el oro azul muestra el cobre

La industria del agave, emblema de la riqueza cultural y económica de Jalisco, enfrenta hoy un panorama sombrío. La sobreproducción del agave tequilana, principal materia prima para la producción de tequila, ha generado un excedente sin precedentes que amenaza no solo a los productores, sino también a los ecosistemas y recursos naturales del estado.

En los últimos años, la fiebre por el agave, impulsada por la demanda internacional del tequila, llevó a un boom en la siembra de esta planta, pero lo que parecía un gran negocio se ha transformado en un problema complejo que pone en jaque a la industria.

Actualmente, Jalisco cuenta con más de 570,000 hectáreas dedicadas al cultivo de agave, una cifra que ha crecido exponencialmente desde 2010, cuando apenas superaba las 200,000 hectáreas. Esta expansión desmedida se ha dado en detrimento de otros cultivos y, lo más grave, en áreas que no son aptas para el agave, lo que ha llevado a la degradación de suelos y la pérdida de biodiversidad.

Según datos del Consejo Regulador del Tequila (CRT), en 2023 se reportó una producción de más de 1.2 millones de toneladas de agave, muy por encima de la demanda del mercado, lo que ha provocado una caída en los precios y un exceso de inventarios.

La sobreoferta ha golpeado duramente a los pequeños productores, quienes han visto cómo el precio del agave ha caído drásticamente. En 2018, el precio por kilogramo de agave alcanzó un pico histórico de 25 pesos, pero para 2024, el precio se desplomó a menos de 5 pesos, lo que ha dejado a muchos agricultores en una situación precaria.

La falta de planificación y regulación en la siembra ha generado un ciclo de sobreproducción y bajos precios que amenaza con desestabilizar a toda la cadena productiva, desde los campesinos hasta las grandes destilerías.

El impacto ambiental de esta expansión descontrolada es igualmente preocupante. La fiebre por el agave ha llevado a la deforestación de vastas áreas en Jalisco, particularmente en la región de Los Altos, donde se han talado bosques para dar paso a plantaciones de agave.

Según la Comisión Nacional Forestal (Conafor), entre 2015 y 2023 se deforestaron más de 60,000 hectáreas en el estado, gran parte de ellas para la expansión del cultivo de agave. Esta deforestación ha tenido consecuencias graves para los ecosistemas locales, incluida la pérdida de especies nativas y la erosión del suelo.

Otro factor crítico es el agotamiento de los recursos hídricos. La siembra intensiva de agave en zonas que no cuentan con la capacidad hídrica necesaria ha exacerbado la crisis de agua en Jalisco. Estudios de la Universidad de Guadalajara revelan que el cultivo de agave consume grandes cantidades de agua, y en algunas regiones ha contribuido a la sobreexplotación de los mantos acuíferos.

En los últimos cinco años, se ha registrado una disminución del 30% en los niveles de agua de algunos acuíferos clave en el estado, lo que pone en riesgo no solo a la agricultura, sino también al abastecimiento de agua para las comunidades locales.

La falta de regulación y supervisión en la expansión del cultivo de agave ha sido un factor clave en este desastre. A pesar de los llamados de expertos y organizaciones ambientales para implementar medidas más estrictas, la industria del agave ha continuado creciendo de manera desordenada, guiada más por las expectativas de ganancias que por una planificación sostenible.

Esto ha llevado a un desequilibrio en el mercado y al deterioro de recursos naturales fundamentales, creando un panorama de incertidumbre para el futuro de la industria.

En este contexto, algunos productores han comenzado a abandonar sus tierras, incapaces de sostenerse en un mercado saturado y con precios por los suelos. Otros han optado por diversificar sus cultivos o buscar alternativas fuera del agave, pero estos esfuerzos aún son incipientes y no alcanzan a mitigar el impacto generalizado de la crisis.

Mientras tanto, las grandes empresas tequileras, que dominan el mercado, continúan produciendo, aunque enfrentan sus propios desafíos relacionados con la calidad del agave y la sostenibilidad de sus operaciones a largo plazo.

El futuro de la industria del agave en Jalisco depende en gran medida de la capacidad del gobierno y de los actores del sector para implementar políticas que regulen la producción y promuevan prácticas agrícolas sostenibles. Sin una intervención decidida, el riesgo de colapso económico y ambiental es real. La industria, que alguna vez fue símbolo de prosperidad, podría convertirse en un desastre ecológico y económico si no se toman medidas correctivas.

A medida que Jalisco enfrenta este complejo escenario, es imperativo replantear el modelo de producción del agave, buscando un equilibrio entre la rentabilidad económica y la conservación del medio ambiente. El reto es enorme, pero también lo es la importancia de preservar un recurso que ha sido parte esencial de la identidad cultural y económica de México. La sostenibilidad y la planificación a largo plazo son la única vía para asegurar que el agave siga siendo un motor de desarrollo para Jalisco sin sacrificar el futuro de sus tierras y su gente.

• Paralelo 20

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