Mientras la adicción a los juegos de apuestas crece irremediablemente en nuestra sociedad, y cada vez proliferan más casinos, principalmente en las grandes ciudades y destinos turísticos, no se conoce de políticas públicas para atender esta patología que se ha convertido en un problema de salud pública. Lamentablemente cada vez se conocen más historias en las que las personas pierden propiedades, amistades por préstamos, se endeudan en casas de cambio, bancos, financieras de crédito fácil, y hasta se han registrado casos de autosecuestros para pagar deudas. Otras situaciones extremas que han contabilizado en la Secretaría de Salud son personas que han llegado a prostituirse y suplantar identidad para tener vigente su capacidad crediticia.
La ludopatía se ha identificado como una patología que consiste en la alteración progresiva del comportamiento por la que una persona experimenta una necesidad incontrolable de jugar, por encima de cualquier consecuencia negativa y está reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud y por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA). La ludopatía se produce en los juegos que tienen capacidad adictiva, que son aquellos en los que transcurre poco tiempo entre la apuesta y el premio conseguido provocando que la gente genere expectativas irreales y la transforma haciéndolos capaces de cualquier cosa por tener dinero.
En el año 1992 se estableció el concepto de “Ludopatía” por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para hacer referencia a aquellas personas que sufren un trastorno adictivo con el juego.
Según refiere la propia Secretaría de Gobernación (SEGOB), en México, este problema se encuentra en una etapa incipiente en cuanto a su tratamiento, no se cuenta con estadísticas oficiales de este fenómeno y tampoco es tratado a fondo por el Sistema de Salud Pública.
Especialistas que han estudiado a la población inmiscuida en el juego establecen tres categorías: jugador social o controlado, jugador problema y jugador patológico.
El jugador social o controlado es el que juega por entretenimiento e interacción social pero conserva un control total sobre su conducta de juego y puede parar realmente cuando lo desea.
El jugador problema es un jugador social que ha aumentado peligrosamente la frecuencia e intensidad de sus apuestas, normalmente apuesta más veces y mayor cantidad de dinero, llegando a tener un gasto habitual de dinero específicamente para la apuesta.
Por último el jugador patológico, identificado como aquella persona que descuida el resto de ámbitos de su vida por apostar y tiene una fuerte demanda emocional derivada de utilizar la apuesta para cubrir las carencias afectivas.
Los psicólogos comentan que en la delgada línea entre el segundo y el tercer perfil está el problema, pues se podría decir que cuando se introduce la apuesta en su rutina ya hay un problema o cuando se descuida algún área de funcionamiento como la familia o el trabajo.
Además, indican que alguien que se obsesiona con el juego “incita a sus allegados a “ganar dinero fácil”, porque dice tener un sistema “infalible”. Estas personas también se vuelven irritables, mentirosas y piden dinero prestado. Si sus familiares o amigos detectan estas señales, pueden identificar claramente que esa persona está desarrollando una relación malsana con el juego.
Una investigación del Instituto Maurer mencionan que la ludopatía no tiene una relación directa con ninguna causa concreta, sino que es un conjunto de factores lo que puede conducir a desarrollar un trastorno de juego patológico. Aunque es una enfermedad que se desarrolla de forma diferente en función de la predisposición y el entorno del individuo, se establecen diferentes factores de riesgo:
Genética
Parece que la dotación genética influye en la ludopatía, ya que se ha constatado que los hijos de padres jugadores tienen mayor riesgo de acabar siendo ludópatas que los hijos de personas no jugadoras. No obstante, el juego no es un rasgo físico o psíquico que se transmita de padres a hijos, sino que lo que el hijo hereda es una cierta propensión a hacerse adicto en caso de exponerse al juego.
Entorno familiar y social
El entorno más directo (padres y educadores) representa el modelo de aprendizaje e imitación de muchos jóvenes. Si se fomenta el juego sin restricción o se practica como un hábito normal dentro del entorno, existe el riesgo de que más adelante el joven se convierta en un jugador patológico. Por otro lado, el entorno social (amistades y grupos sociales en general), unido a un problema o falta de asertividad, también puede suponer un factor de riesgo.
Problemas psicológicos y sociales
Las personas que estén pasando por momentos de inestabilidad psicológica o que tenga problemas personales y sociales representan un grupo de riesgo importante a la hora de desarrollar ludopatía. El juego puede servir de escape para huir de la realidad y acabar convirtiéndose en un hábito patológico necesario.
Estructura del juego y publicidad
La mayoría de las formas de juego que pueden causar ludopatía; máquinas tragaperras, bingo, juegos de casino, etcétera, tienen un componente adictivo que se basa en la repetición de una conducta que se premia y que crea expectativas de ser premiada, además de que muchos juegos están pensados para enganchar, si los jugadores asocian ese hábito a momentos determinados, como una pausa para tomarse el café, un vino o cualquier tipo de ocio y disfrute, se refuerza la acción de jugar y se puede llegar a convertir en una necesidad.
Jalisco se encuentra entre las entidades con mayor afectación en cuanto a casos de ludopatía se refiere. Si bien la SEGOB ha confirmado que no existen estadísticas certeras sobre la cantidad de personas que la padecen, se trata de un problema de salud pública para el cual no se tienen aún estrategias ni programas para la atención de esta patología que está directamente relacionada con los centros de apuestas que incrementan de forma exponencial en las principales ciudades y destinos turísticos, y que afecta mayormente a jóvenes y adultos mayores.
Los ludópatas son incapaces de controlar sus impulsos ante los juegos, sobre todo de azar y con apuestas, ya se reconoce como un trastorno mental y en específico una adicción. Un factor que detona aún más esta problemática es la publicidad que se lanza de forma constante y que refuerza la idea de que el juego puede ser un medio para resolver problemas económicos y otro tipo de situaciones conflictivas derivadas de la escasez económica.
Los jóvenes y las personas de la tercera edad han sido identificados como mayormente susceptibles a caer en las garras del juego.
Especialistas mencionan que los jóvenes empiezan a apostar incitados por la publicidad de las casas de apuestas y por el entorno social próximo.
Una vez que se empezó a jugar, la cuestión consiste en saber dónde está la línea entre la diversión y la adicción.
Además, subrayan que hay un neuromarketing muy agresivo en el que se minimiza la percepción del sujeto de la pérdida económica.
En el caso de las personas adultas mayores que han caído en la ludopatía, los especialistas refieren el incremento y mayor frecuencia de casos depresivos con ansiedad entre este sector de la población.
Los primeros síntomas de la ludopatía en adultos mayores, es que justifican su enfermedad y su “ingobernabilidad” para acudir a los casinos diciendo que “es mi tiempo de relajación, mi único escape, mi único entretenimiento, etcétera”, por lo que sus familiares los justifican por ser los seres queridos de la familia, sin conocer realmente que esta situación conlleva en el corto y mediano plazo a mayores problemas de salud mental que se extienden a su vida familiar y social por el tema de las deudas.
La ludopatía va agudizándose en las personas adultas mayores, al grado de presentar cuadros severos de estrés y ansiedad porque al ver mermadas sus finanzas personales, se ven en la necesidad de pedir dinero prestado para seguir en el juego y en lugar de pasar más tiempo con sus familiares, hijos y nietos, lo pasan frente a una máquina electrónica que los despoja de lo poco o mucho que traen en los bolsillos.
Ahora bien, superar la adicción implica, en primer lugar, que la persona se dé cuenta de que tiene un problema y quiera cambiar. Sin esto es imposible ayudar al sujeto que todas las veces que ha ingresado a un centro de apuestas lo ha hecho buscando un golpe de suerte que nunca llega porque la frase es contundente: “La Casa nunca pierde”.
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