En su extraordinaria novela “El Coronel no tiene quién le escriba”, Gabriel García Márquez narra las peripecias de un veterano coronel olvidado de las pensiones de guerra, que languidece en su pueblo con su mujer a la espera que la suerte les cambie cuando gane el gallo de pelea que posee.
Prácticamente toda la trama se va en conocer las hazañas ficticias del gallo el cual todavía no compite.
Por el animal, el coronel sobrevive en el pueblo. Los médicos no cobran la consulta, los tenderos le obsequian el maíz y junto al viejo, un puñado de personas cifra sus esperanzas en las habilidades de pelea del plumífero a quien piensan apostarle todo.
Como en el caso del libro del escritor colombiano, me parece que los anhelos y aspiraciones de un buen número de personajes de la política, rodean al ex candidato a la gubernatura y presidente de Alianza Ciudadana, Enrique Alfaro.
Nacido políticamente tras una ruptura, primero con el PRI y más tarde con el PRD, Alfaro decidió abrazar los colores de Movimiento Ciudadano, un partido surgido de lo que fue Convergencia, organización creada por el ex gobernador de Veracruz, Dante Delgado Ranauro, quien para variar también rompió con el PRI.
La extraordinaria votación recibida en el pasado proceso electoral cuando quedó a cuatro puntos del ganador, el priísta Aristóteles Sandoval, le entregaron a Enrique Alfaro una plataforma que lo posiciona como un aspirante rentable.
La decisión de no aceptar alianzas con otras fuerzas políticas para evitar “contaminarse” de lo que representan los demás partidos, es un discurso que hasta ahora le ha funcionado para una imagen ciudadana pero que tiene sus riesgos.
Igual que en la novela, en torno a la figura de Alfaro, han apostado su carrera, individuos de las más distintas connotaciones.
Es el caso del exgobernador Emilio González Márquez quien junto con Herbert Taylor y Diego Monraz, operaron apoyos para respaldar el proyecto político de Enrique.
Hoy, al menos Emilio y Herbert, son señalados de un puñado de temas escandalosos sobre el manejo de las finanzas estatales que no serían el mejor referente como recomendación.
También junto a Alfaro, destacan varios panistas que decidieron abandonar el barco para buscar cobijo en Movimiento Ciudadano y los que vienen.
En las filas de los conversos, hay panistas, priístas, perredistas, empresarios y hasta simples ciudadanos sin partido que están dispuestos a jugarse el albur de esta aventura.
Sin embargo, una elección no es igual que la otra. Las condiciones que llevaron a Alfaro a tan abultada votación, no son las mismas que las que se esperan en 2015.
Para empezar, no existe un gobierno desacreditado y frívolo como el de Emilio (irónicamente su aliado en ese proceso) que pese tanto para afectar al partido de enfrente no obstante que sean elecciones municipales. Al contrario, Aristóteles Sandoval tiene una calificación favorable por la ciudadanía.
Tampoco contará con los recursos provenientes de un gobierno estatal, ni con el voto cautivo de los panistas ni otro partido cuando él mismo descarta las alianzas.
En el mismo PRI, aunque no quieran reconocerlo, las estrategias las han elaborado a partir del proyecto de Alfaro. Y el tricolor, a diferencia de Alfaro, si está dispuesto a realizar las alianzas formales o de facto que sean necesarias para mantenerse en el poder.
Cuando hay tantos destinos en juego que le apuestan a un personaje, la pregunta obligada no para Alfaro, sino para los demás, es la misma del libro de García Márquez:
“¿Y si pierde el gallo?”.
No sé si quepa también la misma respuesta del coronel cuando la mujer le pregunta entonces qué van a comer:
“Mierda”.