miércoles, junio 11

Un premio a la memoria viva

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En un mundo donde la fugacidad domina y la profundidad parece estar en retirada, resulta alentador confirmar que aún existen espacios donde la historia, la cultura y la identidad tienen cabida y resonancia. Tal es el caso del reciente anuncio que confiere al Museo Nacional de Antropología de México el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025. No se trata de un mero reconocimiento simbólico, sino de una afirmación global del alma plural, indígena y viva que late en el corazón de nuestro país.

Y es que el Museo Nacional de Antropología no es solo una joya arquitectónica que embellece el Bosque de Chapultepec. Es, ante todo, un santuario del pasado, una especie de ágora silenciosa donde convergen más de 3 mil años de civilización. Desde su fundación en 1964, este recinto ha sido clave para resguardar, estudiar y difundir el vasto patrimonio arqueológico y etnográfico de México, colocándonos como protagonistas en la historia cultural del mundo.

El jurado del prestigiado galardón asturiano destacó el museo como un “espacio de diálogo, comprensión y encuentro entre civilizaciones”, y no exagera. Este reconocimiento va más allá del protocolo: reconoce al museo como un vínculo profundo entre el México ancestral y el contemporáneo, un reflejo del país que somos y del que aspiramos a ser.

No se trata únicamente de una colección impresionante de piezas prehispánicas —aunque las tiene, y de categoría mundial—. Es una institución activa, formadora de conciencia, promotora de ciencia, diálogo y diversidad. Ahí están la monumental Piedra del Sol en la Sala Mexica, las estelas de la Sala Maya, y las muestras zapotecas, huicholas, mixtecas y olmecas. Todas dialogan en armonía para recordarnos que nuestra identidad es profundamente mestiza y plural.

Así, el Museo Nacional de Antropología se convierte en más que una vitrina del pasado: es una trinchera contra el olvido, un estandarte frente al racismo, la exclusión y el desprecio por nuestros pueblos originarios. Cada objeto, cada mural, cada códice expuesto es una declaración que grita sin estridencia que México no puede concebirse sin sus raíces indígenas y su memoria histórica compartida.

En este contexto, el hecho de que la distinción provenga de España tiene un valor adicional. En tiempos de narrativas enfrentadas sobre la historia colonial, este gesto puede interpretarse como un puente simbólico entre las heridas del pasado y la posibilidad del entendimiento mutuo. Más allá de simplismos ideológicos, hay espacio para el reconocimiento y el respeto desde la cultura y el conocimiento.

México, a pesar de sus profundas desigualdades, de la violencia y la corrupción, posee una riqueza cultural que es en sí misma una potencia. Y el Museo Nacional de Antropología ha sido durante seis décadas uno de sus mayores exponentes. Con más de dos millones de visitantes anuales, nacionales y extranjeros, el museo transforma, educa y conecta generaciones con su legado.

No obstante, el premio también debe encender alertas. El museo ha sido blanco de recortes presupuestales, desatenciones oficiales y usos políticos. Sus trabajadores han exigido mejores condiciones, y con razón. Este galardón debe mover a nuestras autoridades a replantearse la importancia de invertir en cultura no como lujo, sino como necesidad estratégica para la nación.

La concordia no es una simple ausencia de conflicto. Es un equilibrio logrado a partir del respeto, la diversidad y la verdad. En ese sentido, este museo representa lo más valioso de México: no lo mejor de unos cuantos, sino el corazón de todo un pueblo que aún habla náhuatl, purépecha, tsotsil, zapoteco o mixteco. Porque la verdadera concordia se construye desde la memoria, no desde el olvido.

Celebremos, entonces, este reconocimiento no como una medalla para guardar, sino como un impulso para fortalecer el compromiso con nuestra cultura. Que este premio inspire mejores políticas públicas, investigación seria y condiciones dignas para quienes preservan y difunden nuestro patrimonio.

Y sobre todo, que nos lleve a ser una nación más justa, más incluyente, más consciente de su historia y más preparada para su porvenir. Porque la concordia, como la cultura, se construye todos los días. Y el Museo Nacional de Antropología sigue siendo uno de sus cimientos más firmes.

opinion.salcosga23@gmail.com

@salvadorcosio1

(*) Salvador Cosío GaonaEs Abogado por la U de G, con estudios de posgrado en Administración Pública, Economía Política, Economía del Sector Publico, Administración Municipal, Finanzas Publicas, Administración y Desarrollo de Recursos Humanos, Financiamiento para el desarrollo y Políticas Publicas, en diversas instituciones. Tiene el Grado de Doctor en Derecho con la distinción Maxima Cum Laude en la Universidad Complutense de Madrid en España.

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