Pues ocurrió lo que ya se esperaba. Denostaciones, refritos, puntadas y hasta calumnias.
El primer “debate” entre quienes aspiran a gobernar Jalisco, no dejó un buen sabor de boca, no dejó una buena impresión.
En lo personal, me quedo con la sensación de que pudieron abordarse las asignaturas programadas de mejor manera. Más profesional y menos robótica.
Acaso, lo que sí, es que quedó bastante claro que Enrique Alfaro intentará de frenar el crecimiento del abanderado de Morena, Carlos Lomelí, y que éste, hará todo lo que tenga a su alcance para continuar con su acenso y tratar de restarle simpatías al candidato naranja. Así las cosas, tanto por el formato como por las formas, el llamado debate del domingo quedó mucho a deber.
Sin embargo, ¿hay algo que podamos rescatar de dicha vivencia? Yo creo que sí. En espera del recuento de los daños que realicen los equipos asesores de las campañas, hagamos votos para que lleguen a una conclusión general: de nada sirve la guerra de lodo.
En estos tiempos en los que abunda la información pública y privada de los contendientes, un buen número de electores aguardamos por los planteamientos y los comportamientos serios; una democracia no se construye a pedradas ni a palazos. Las descalificaciones de un lado y de otro sobran porque todo lo que se diga –a menos que sea una bomba noticiosa- en realidad ya se ha expuesto en las redes sociales y los medios tradicionales de comunicación.
Asuntos como el desarrollo económico, la movilidad y el medio ambiente, merecen en Jalisco un trato objetivo y profundo.
Embestir al oponente político mediante publicaciones añejas, no sólo atenta contra la inteligencia de muchos votantes, sino que confirma que la política es un mugrero. Y no es que sea un tema menor que se exponga la vida pasada o presente de los candidatos; sin embargo, lo que sí denigra experimentos como el que presenciamos, es que un buen porcentaje del tiempo se haya destinado al ataque y al contraataque.
Un debate que alimenta el morbo y la división entre los jaliscienses no es, en absoluto, una práctica pertinente; en cambio, contrastar proyectos y planes, elevaría el nivel de discusión entre los actores públicos y la sociedad en general.
A diferencia de quienes sostienen que sí hubo ganadores en este encuentro televisado, yo pienso que la única ganancia que se obtuvo se llama experiencia, y hay que aprovecharla.
Por eso, si ya vimos el show, que ahora vengan los debates.