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Venezolanos en exilio en México

Lejos de un país que se desmorona, miles de venezolanos viven un singular exilio en México.

En la calle Río de la Loza, en el Centro Histórico, se esconden, como si no quisieran ser encontradas, dos joyas que sintetizan el espíritu colonial de sus calles forradas de adoquines y el afán modernista de sus nuevos habitantes: En el domicilio número 6, la arquitectura del Hotel Criol ofrece uno de los alojamientos más recomendados de la ciudad. Y a un lado, en el 8, una pequeña placita luce un ventanal a través del cual se aprecia un hipnótico concierto de colores. Se trata de El Ring Cereal Bar.

Al entrar a la placita, un modesto mural sobre la pared recibe a los visitantes. En el extremo inferior, escondidas como si fueran tímidas, conviven dos banderas: la de México y la de Venezuela. El concepto fue creado por Edmundo Hernández, un migrante venezolano que desde 2017 llegó a Querétaro e invirtió sus ahorros en un negocio que hoy, a poco menos de un año de haber abierto sus puertas, sorprendió a todos por su innovación.

El 16 de julio de 2017, en la misma plaza, más de mil venezolanos que viven en Querétaro y en otras ciudades de la región, como León, votaron en la consulta que la Asamblea Nacional de Venezuela convocó para opinar por el proyecto Constituyente del presidente Nicolás Maduro, el cual fue finalmente aprobado. La mayoría de ellos rechazó un proyecto que pretendía, de manera autoritaria, relevar de su función a la Asamblea opositora y crear una nueva, a imagen y semejante del gobierno madurista, cuya función sería crear una nueva Constitución. Precisamente el tipo de política que ha obligado a millones de venezolanos a renunciar a sus vidas.

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El Ring Cereal Bar es un local en el que puedes elegir entre un centenar de cereales de todas partes del mundo, y combinarlos con tantos ingredientes desees para crear la última experiencia frente a un platón de cereal. El sueño que todo niño tuvo cuando expresar su creatividad e inventiva incluía mezclar distintos cereales y coronarlos con una bola de helado. Todo eso que tu mamá jamás te hubiera permitido. Edmundo, simplemente, hizo el sueño realidad.

Ed, como le dicen sus amigos, llegó de Venezuela cuando se dio cuenta que la educación de su hijo ya no era competitiva. Caraqueño de nacimiento y por convicción, quería que su hijo se graduara en la misma tradicional escuela en la que él estudió. Venezuela es un país deprimido en el que sobrevivir es la regla y en donde las instituciones que nos forjaron se deshacen entre los dedos.

Cuando la posibilidad de ofrecerle a su hijo las llaves de una vida mejor a través de la educación se desvaneció, y en medio de las protestas de la Rebelión de Abril, Ed decidió viajar a Querétaro, donde una hermana suya creó un hogar tras llegar a México varios años antes. Así, dejó atrás una exitosa carrera en el mundo de la publicidad como directivo de J. Walter Thompson, un país en llamas, pero sobre todo, a sus amigos.

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Venezuela solía ser tierra fértil para las empresas mexicanas. La expansión de la economía mexicana motivada por el liberalismo económico de finales de los 80´s y de los años 90´s llevó a cientos de empresas mexicanas a explotar el mercado venezolano, por aquellos entonces más desarrollado y maduro que el local. Fue así como corporativos del tamaño de Cemex, Metalsa y Gruma hicieron vida en Venezuela hasta que la crisis se las comió.

Otras menos afortunadas siguen operando bajo esquemas muy poco halagadores. Coca Cola Femsa registró una caída de más del 200 por ciento en su utilidad neta durante 2017, y señaló al cambio en la metodología de las operaciones que desarrolla en Venezuela como el principal responsable. La embotelladora, que en México es una monstruo comercial que domina el mercado refresquero y el de las tiendas de conveniencias con sus Oxxos, opera a regañadientes en Venezuela por la imposibilidad de retirarse del mercado, como lo han cientos de trasnacionales, al no poder siquiera fijar el precio de sus activos por culpa del control cambiario.

En 2016, Alejandro Ramírez Magaña, titular del Consejo Mexicano de Negocios (CMN), aseguró que Venezuela era, de los 80 países donde existían entonces inversiones mexicanas, el más hostil de todos. En aquél entonces la inflación era de alrededor del 700 por ciento. ¿Habrá un adjetivo más profundo para describir lo que significa invertir hoy en día en Venezuela, cuando la Asamblea Nacional opositora espera una inflación mayor al 10 mil por ciento durante 2018?

Ante un escenario como este, de Venezuela no solo escapan las personas, también los capitales. Emprendimientos que pudieron y debieron ver la luz en Venezuela aparecen regados por el mundo. Encontrar restaurantes de comida venezolana se vuelve regular en ciudades latinoamericanas que cada vez tienen más paisanos como residentes. Ed cambió su exitosa mueblería de antigüedades caraqueñas por un bar de cereales en Querétaro que a menos de un año de abrir sus puertas, ya prepara una nueva sucursal al norte de la ciudad y tiene planes de expandirse a las zonas más trendy de la Ciudad de México.

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Es un fin de semana que parece como cualquier otro. El Ring Cereal Bar está a reventar, como se ha hecho costumbre. Pero Ed está un poco ausente. No se ha puesto la máscara. Una amiga suya murió en Venezuela. Como miles de venezolanos no se pudo procurar las condiciones sanitarias necesarias como paciente trasplantada de riñón.

¿Qué ha sido lo más difícil de emprender El Ring Cereal Bar? Para Ed, es estar lejos de sus amigos. Es haberlos dejado atrás en un país que se los dio todo y que ya no les ofrece más nada. Es sentir la culpa de haber tirado la toalla. Es la sensación de haberse rendido con Venezuela.

Ed salió con sus amigos a protestar a principios de abril, cuando el objetivo era llegar a la sede de la Defensoría del Pueblo, que presidía entonces Tarek William Saab. Por la libertad y por la democracia, afirma. Enfrentaron los gases lacrimógenos y las balas de goma de los cuerpos de seguridad mientras, desde un edificio de la Misión Vivienda, también fueron atacados. A la mitad de las protestas, en su punto más álgido, le otorgaron la renta de la placita en el centro de Querétaro y tuvo que dejar Venezuela. Sus amigos le dicen que fue una decisión valiente dejar sus afectos atrás por el bienestar de su hijo.

Ahora él estudia la preparatoria en la UVM de Querétaro. La idea es que siga adelante, se prepare mejor, estudie una carrera y adquiera las herramientas para enfrentarse al futuro.

Si hay algo que marca una charla entre venezolanos es la desesperanza. No hay cálculo que valga cuando se trata de recordar las veces que se han jurado que la tragedia está a punto de terminar.

Ed, sin embargo, sigue soñando que pase pronto y su hijo pueda formar parte de la reconstrucción del país. Finalmente, asegura, los venezolanos tienen marcado en su inconsciente colectivo la memoria de Bolívar, el Libertador de América. (Víctor Pernalete, Periodistas de a Pie).

• Paralelo Veinte

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