En un episodio de humor negro aunque involuntario, un hombre literalmente armado con un Smartphone graba a un individuo que maniobra para estacionarse en una zona prohibida.
Salta de un lado a otro para grabar el momento, al tiempo que le recrimina por su prepotencia al no atender los señalamientos del sitio reservado para personas con discapacidad.
El conductor del vehículo, molesto ante el incidente y los reclamos del desconocido que sigue grabando el episodio, lo amenaza que deje de molestarlo o de lo contrario recibirá una paliza.
— Hazlo, reta, el del celular. Te estoy grabando y si me golpeas el video estará en las redes sociales.
Finalmente la agresión sucede. El chofer arremete a golpes contra el espontáneo quien en lugar de meter las manos, sujeta con fuerza el teléfono mientras recibe la golpiza al grito –-como defensa— de que está grabando el ataque.
Ese día la agresión con el calificativo de “lord” está en redes sociales, es viral y el anónimo defensor del espacio público, tal vez con la nariz rota, convalece satisfecho de haber librado una batalla contra la impunidad y haber conseguido miles de reproducciones de su obra…
El ejemplo de este desencuentro registrado en internet, es solamente el botón de muestra de las miles de producciones que minuto a minuto suceden en la web. Con cifras de 2015, Youtube reporta que cada minuto son subidas 300 horas de videos a la plataforma, se reproducen cuatro mil millones de videos por día y la mitad de las reproducciones suceden en dispositivos móviles.
La producción y consumo de contenidos audiovisuales dejó de ser hace muchos años exclusivos de la televisión y por lo mismo plantea uno de los más apasionantes retos de la industria para entender su nueva realidad.
Mientras que los jóvenes han dejado de consumir la televisión convencional para dar paso a nuevas formas de interrelación y ahora hasta participan en la generación de contenidos, el debate de las televisoras en el mundo se mantiene ahora en un constante bombardeo de aciertos y omisiones.
¿Fue la televisión omisa al no entender que debió tender la mano al televidente antes de ser arrollada por otros formatos y dispositivos que sí hacen posible la retroalimentación con sus seguidores?
¿Es por el momento la televisión formal y sus espacios informativos ajustados a ética, principios y códigos profesionales, los únicos que pueden reservarse el desempeño de la actividad periodística?
¿Cómo medir audiencias en tantas pantallas a la vez y con un consumidor que ya no permanece estático?
¿Alcanzará la televisión y la generación de contenidos audiovisuales a abastecer a un mercado demandante que crece al ritmo de minutos como un gigantesco monstruo que consume de todo?
¿Es todavía el contenido lo más atractivo en las producciones o es el formato y la accesibilidad la principal fórmula del éxito?
En un tiempo donde todo mundo está viendo algo, ¿se ha terminado la hegemonía de su majestad el raiting?
¿Cómo pueden las televisoras públicas competir con producciones a la carta? ¿O cuál es el sitio que tendrían que mantener para seguir en una autopista donde todo mundo parece llevar prisa y conducir a exceso de velocidad?
Pese a la avalancha de contenidos audiovisuales que nacen sin la televisión y en ocasiones a pesar de la televisión, ésta permanecerá vigente aunque también en constante evolución.
Y para comprender estos apasionantes cuestionamientos y conocer el presente y futuro de la televisión, para eso está el imprescindible rol de TVMorfosis, que con el tema “Gestión y Consumo de Contenidos Digitales” abrirá la temporada 16 este 30 de noviembre, 1 y 2 de diciembre en el marco de la FIL.