En México como en Jalisco no hay un tema más dramático que el de la inseguridad. A éste se asocian –por ejemplo- las desapariciones, las ejecuciones, la migración forzada, el trasiego de armas, el contrabando y la piratería, la trata y tráfico de personas y, por supuesto, el narcotráfico.
Hay que admitirlo, la “cultura” del crimen y la violencia se apoderó de gran parte de nuestro territorio local y nacional. Lo peor es que hasta ahora, no se mira en el horizonte una luz de esperanza para contener su avance, mucho menos su erradicación.
La inseguridad en el país ha roto todos los récords. Las estadísticas incrementan de modo acelerado sus rangos de medición y ni teóricos ni funcionarios dan con la fórmula para combatir de forma efectiva sus trágicas consecuencias.
Recordemos que México vive el año más violento del que haya registro. Con un total de 15 mil 973 personas asesinadas en los primeros seis meses del año, el país acumula una tasa de 11.01 homicidios por cada cien mil habitantes, la más alta desde que hay cifras oficiales, desplazando al primer semestre más violento que había sido el de 2011 con 9.7 asesinatos.
Así, el primer semestre del año en curso, concluyó con un promedio de 88.7 homicidios cometidos todos los días, o lo que es lo mismo, 3.7 crímenes cometidos cada hora.
En cuanto a Jalisco se refiere, la situación es igual de terrible. Luego de los primeros ocho meses del año, tan sólo en el área metropolitana de Guadalajara, se han contabilizado mil 112 homicidios dolosos, lo que significa que ya superó lo ocurrido en cualquier otro periodo similar.
Este dato va acompañado de uno más: con 168 homicidios dolosos registrados, agosto terminó como el más violento en lo que va de 2018 y de todos los años anteriores.
Ahora bien, si las estadísticas inquietan, resulta igual de preocupante las posturas encontradas entre los protagonistas del poder.
Nada menos la semana pasada, luego del asesinato de seis elementos policíacos, y en el marco de la crisis delincuencial que azota a la ciudad y varias regiones de la entidad, el gobierno estatal y algunos municipales, acordaron el regreso a las calles de las llamadas “volantas” o “retenes”. De acuerdo con el aún mandatario Jorge Aristóteles Sandoval, el objetivo es disminuir la violencia y reducir el número de armas que circulan por la ciudad; sin embargo, un día después, y a pesar de que Pablo Lemus y Enrique Ibarra, que en los hechos respaldan esta medida, el gobernador electo y jefe político de éstos, Enrique Alfaro, declaró que no compartía esta estrategia por tratarse de una reacción coyuntural que no resuelve el fondo del problema.
Así pues, mientras que cada mes bastantes familias sufren el duelo que ocasiona el asesinato de algún familiar, los actores políticos no terminan de entenderse ni apoyarse. Y por si algo nos faltara, también nos enteramos que uno de los asesinos de los guardias zapopanos, ya había estado en diez ocasiones en prisión por múltiples delitos. ¡¿Cómo es que un delincuente de esta ralea logra salir una decena de veces de la cárcel?!
Una de las respuestas es que el modelo de seguridad y el sistema judicial en México son un desastre.
Lo único que tenemos claro es que la combinación que existe entre impunidad, corrupción, inseguridad e incompetencia de los poderes públicos y las autoridades, es temible e insoportable.