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Ser feliz, sí es posible

 Óscar Abrego de León. Hace poco menos de cuatro años fundé la Universidad de la Felicidad en México. Única en su tipo, con sede en Guadalajara, a la fecha casi 3 mil personas han egresado de nuestros diplomados y seminarios. Y es que la búsqueda de la dicha y la plenitud es la constante en la vida de las personas. Sabios de todos los tiempos han enseñado que una de las mayores conquistas en la historia de todo ser humano es justo la felicidad.

Yo sostengo que el propósito de esta experiencia humana es vivir feliz para morir en paz. La felicidad, lejos de lo que sostienen los psicólogos de la vieja escuela, no es sólo una emoción o un sentimiento; se trata de un estado de conciencia. La felicidad es el gozo consciente de experimentar el milagro de la vida.

Ahora bien, si la felicidad es un estado de conciencia y no una efímera emoción, ¿cómo  podemos arribar a un plano de conciencia que nos permita extender nuestros episodios de bienestar y alegría?

La psicología positiva nos ofrece algunas pistas. Por ejemplo, hay que fomentar la gratitud en nuestras vidas con el fin de apreciar todo lo bueno que nos ocurre, pero también para adquirir aprendizaje a través de aquellas experiencias dolientes que suelen sucedernos como parte de nuestro paso por la Tierra. De igual modo, bien podemos comenzar a saborear esos instantes que nos obsequia el universo sin costo alguno; tal es el caso de un bello amanecer, el delicado vuelo de una mariposa o el abrazo de nuestros seres amados.

Todas las investigaciones realizadas sobre el fascinante tema de la felicidad, arrojan resultados sorprendentes; y lo son porque confirman lo que los gurús de todas las épocas nos han legado: la felicidad se encuentra en las cosas más simples de la vida.

Convertirse en una persona feliz sí es posible porque es una elección. El filósofo francés, Fréderic Lenoir, nos dice que “Ser feliz es aprender a elegir.”

La gente feliz presenta algunos rasgos coincidentes de personalidad. No se preocupan demasiado por entender su existencia y la de los demás, sólo se concentran en lo que más les satisface, tanto en lo personal como en lo profesional. Esto significa que son felices porque decidieron conquistar sus sueños, más que acatar los estereotipos sociales. Alguien  feliz está más inmerso en apreciar la vida que en cavilar sobre cómo la vive.

Así pues, este día internacional de la felicidad, nos invita a  preguntarnos si estamos dispuestos a enfrentar el reto de ser honestos con nosotros mismos y responder una de las más trascendentes interrogantes de la vida: ¿Soy feliz?

La felicidad es consecuencia de nuestra autorrealización. Resulta de un valeroso proceso de autoexploración, y por ende, de autoconocimiento. Descubrirse a sí mismo requiere de disposición y de humildad para hacerse las preguntas correctas.

¿De qué sirven el dinero, la fama, el poder y los grados académicos, si sólo son utilizados para esconderse detrás de ellos? Nunca encontraremos la felicidad tras las máscaras apócrifas de la apariencia y el autoengaño.

Al respecto, el escritor y psicoterapeuta argentino, Jorge Bucay, nos regala una extraordinaria definición: “La felicidad es la certeza de no sentirse perdido.”

Sirva entonces esta conmemoración mundial, para hacer aunque sea una leve aproximación a uno de los permanentes temas de nuestra especie.

Nunca será en vano deliberar sobre nuestra vida, y menos si se tiene la sospecha de que se ha  experimentado de forma incompleta; es decir, carente de sentido  y trascendencia.

• Paralelo Veinte

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