El fantasma de una nueva Guerra Fría se ha vuelto a dejar sentir a partir de las tensiones que aumentan día a día entre EE.UU. y China. Si bien los expertos ven importantes diferencias históricas, creen que las dos potencias están entrando en territorio peligroso ante la escalada de acusaciones mutuas y las recientes acciones y reacciones que los colocan cada vez más distante de llegar a un punto de coincidencia y buena vecindad.
La administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se volvió cada vez más agresiva contra China, empujando a otras naciones a rechazar al titán de telecomunicaciones Huawei, y apoyando sin reservas a los rivales de Pekín en el mar del sur de China.
Incluso, como se conoció a mitad de la presente semana, EE. UU. ordenó el cierre de la embajada de China en Houston y este viernes China respondió instruyendo también el cierre del consulado estadounidense en Chengdu.
Trump convirtió al gigante asiático en un importante tema de campaña de cara a las elecciones de noviembre, pero parece poco probable que la relación bilateral cambie radicalmente si gana el demócrata Joe Biden, quien acusó al presidente de no ser lo suficientemente duro con Pekín.
Stephen Walt, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Harvard, dijo que las dos mayores potencias económicas del mundo compiten a largo plazo por «visiones estratégicas incompatibles», como el deseo de China de dominar Asia.
China ve a Trump como un «líder débil y propenso a errores» y probablemente cree que la respuesta «desastrosa» de Estados Unidos a la pandemia de coronavirus le brinda oportunidades, dijo.
«Se parece a la Guerra Fría soviético-estadounidense en ciertos aspectos, pero aún no es tan peligrosa como esa rivalidad anterior», dijo Walt.
«Una diferencia clave es que los dos estados todavía están estrechamente conectados económicamente, aunque esa relación está ahora bajo una tensión considerable».
El secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, que lanza severas advertencias contra Pekín, no rechazó la comparación con la Guerra Fría en una reciente entrevista.
También señaló que EE. UU. nunca tuvo tantos vínculos económicos con la Unión Soviética como con China y que, por lo tanto, Occidente necesitaba separarse de Pekín, especialmente en el plano tecnológico, un sector que Washington teme que el país asiático utilice para espiar.
Otra especialista, Oriana Skylar Mastro, profesora asistente en la Universidad de Georgetown y académica residente del American Enterprise Institute, dijo que era peligroso hablar de una ‘Guerra Fría’ con China.
«La situación con China no se parece en nada a la Guerra Fría», dijo. «En el lado positivo, tenemos un amplio compromiso. En el lado negativo, existe una posibilidad real de una guerra caliente entre ambas partes en un grado que nunca existió con la Unión Soviética».
Señaló que la comparación con la Guerra Fría conduce a respuestas ineficaces, incluido que Washington percibe erróneamente a Pekín como una amenaza ideológica.
Mastro dijo que China dispone de muchas opciones para aliviar las preocupaciones de EE. UU., como retirar los sistemas de armas en el Mar del Sur de China.
«Pero Pekín no hará esto fundamentalmente porque malinterpreta a los impulsores de la política estadounidense. Cree que EE. UU. está respondiendo a su propia decadencia y que arremeterá contra ellos sin importar cómo actúen», sostuvo. «Ello podría llevarnos a una guerra».
En un cambio con respecto a hace unos años, las empresas estadounidenses, afectadas por lo que ven como un robo desenfrenado de propiedad intelectual, rara vez piden una desescalada del conflicto con China.
EE. UU. también fustigó a Pekín por su represión en Hong Kong y el encarcelamiento masivo de musulmanes uigures.
Antes de la pandemia de coronavirus, Trump pensaba que podía mantener las buenas relaciones comerciales con China, sobre todo después de que Pekín prometiera aumentar las compras de productos estadounidenses.
Pero ambas partes sabían que China no estaba en condiciones de cumplir con todo lo acordado con Washington, remarcó Shi Yinhong, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Renmin en Pekín. Shi dijo que espera que las relaciones sigan deteriorándose.
«La antigua Guerra Fría fue una confrontación y una competencia muy feroz entre dos grandes potencias, impulsada por la ideología y la estrategia», destacó.
Ahora Estados Unidos y China se están»desacoplando», selectiva pero rápidamente, observó. «Utilizando esta definición, sí se puede decir que China y Estados Unidos han comenzado a entrar en una nueva Guerra Fría», concluyó el analista asiático.
Está claro que el gobierno del vecino país del norte, encabezado por Donald Trump, está decidido a intensificar su señalamiento público contra China. En las últimas semanas no se ha limitado únicamente a acusar a aquel país asiático de haber propiciado la pandemia de Coronavirus bajo la protección de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino que añadió una acusación contra dos hombres a los que responsabiliza de espiar el desarrollo de vacunas estadounidenses en nombre de los servicios de seguridad de China, y a ello se sumó la exigencia de cerrar el consulado chino en Houston, despertando la furia de Pekín, que amenazó con tomar represalias, tras lo que consideró una provocación política.
De acuerdo con un un comunicado de los Estados Unidos circulado la noche del martes, el Departamento de Estado anunció que tomaba la decisión como una reacción ante años de «espionaje ilegal masivo» y «operaciones de influencia» que han aumentado «considerablemente» en los últimos tiempos.
«Hemos ordenado el cierre del Consulado General de la República Popular China para proteger la propiedad intelectual y la información privada de los estadounidenses», indicó la portavoz del Departamento de Estado, Morgan Ortagus.
La vocera agregó que Estados Unidos «no tolerará las violaciones» de China a «la soberanía estadounidense» ni la «intimidación» de sus ciudadanos, a la vez que cuestionó «prácticas comerciales desleales», «robo de empleos estadounidenses y otros comportamientos atroces» por parte del gobierno asiático.
Ortagus apeló a la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, según la cual los Estados «tienen el deber de no interferir en los asuntos internos» de un país anfitrión.
En una declaración separada, el Departamento de Estado acusó a China de participar «en espionaje masivo ilegal y operaciones de influencia», interferir en la «política interna» de EE.UU., así como «coaccionar a nuestros líderes empresariales, amenazar a familias de chinos estadounidenses que residen en China y más”.
De acuerdo con ese comunicado, la decisión fue tomada «para proteger la propiedad intelectual estadounidense».
Por su parte, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Wang Wenbin, consideró que la decisión era «indignante e injustificada» y aseguró que su país tomaría represalias.
«De seguir este camino equivocado, China reaccionará con contramedidas firmes», dijo.
Wang calificó la orden de EE.UU. como «una escalada sin precedentes» y opinó que Washington violó el derecho internacional e instó a reconsiderar la decisión para evitar una escalada.
En realidad, en términos de la cantidad de embajadas y consulados chinos y estadounidenses en los países de cada uno y la cantidad de personal diplomático y consular, Estados Unidos tiene mucha más gente trabajando en China», dijo.
El miércoles, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Pekín publicó una advertencia a los estudiantes chinos en EE.UU. en la que les pide que «estén alertas».
Aunque no ofrece pruebas, el texto asegura que «las agencias policiales de los EE.UU. han intensificado los interrogatorios arbitrarios, el acoso, la confiscación de pertenencias personales y la detención dirigida a los estudiantes internacionales chinos» que viven en el país.
En medio de una campaña de reelección presidencial y con la economía y la sociedad de EE.UU. golpeadas por la pandemia de covid-19, Trump ha determinado que hay una ventaja política en jugar la carta de China.
El peligro ahora es una batalla en espiral de ojo por ojo, impulsada en parte por consideraciones internas de Estados Unidos, que solo puede empeorar las complejas y en desarrollo tensiones entre los dos países.
Aunque las tensiones entre los dos países parecieron tomar una pausa tras el acuerdo que puso fin a la guerra comercial el año pasado, la pandemia de coronavirus ha puesto otra vez las diferencias políticas a flote.
Esta semana, EE.UU. anunció además nuevas maniobras en el Mar de China Occidental, la disputada región del Pacífico donde Pekín ha tratado de ganar influencia y donde se han reportado incidentes navales entre las flotas de los dos países.
Este mes, tanto Pekín como Washington enviarán misiones a Marte, lo que ha sido visto como otra muestra de una nueva carrera espacial entre las dos naciones.
En este contexto y a menos de 100 días de las elecciones, según el diario The New York Times, los estrategas de campaña de Trump han decidido que las acciones contra China sean un mensaje central de la campaña, por lo que quedaría esperar que los desafíos del implacable mandatario estadounidense se acentúen en las próximas semanas.
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