El Aeropuerto Internacional de Santa Lucía, que sustituirá al Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en Texcoco, podría perfectamente ajustarse a un episodio de Un Mundo Feliz de Huxley, donde no se requiere cumplir con las leyes ni con la lógica, mientras cuente con el visto bueno de quien todo decide.
De acuerdo con la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) realizada por el Instituto de Ingeniería de la UNAM a petición de la Secretaría de la Defensa Nacional, Sedena (responsable del proyecto y la construcción), no es necesario definir montos ni fórmulas de mitigación ambiental, ni plan forestal para reponer 5 mil árboles que serán talados o resolver la presencia de un cerro que desafía la lógica de la aviación comercial.
El informe final del documento que consta de 907 cuartillas –-en poder de este columnista— tiene un nombre tan largo como sus intenciones: “Construcción de un Aeropuerto Mixto Civil / Militar con Capacidad Internacional en la Base
Aérea Militar No. 1 (Santa Lucía, Estado de México), su Interconexión con el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y Reubicación de Instalaciones Militares”.
La MIA considera al Aeropuerto Internacional de Santa Lucía, con tres componentes.
Primero, la construcción de un aeródromo civil que funja como “aeropuerto complementario” del aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México para vuelos nacionales, internacionales y de carga.
Constaría entre otras cosas de dos pistas para transporte aéreo de pasajeros y carga, cuatro edificios de terminales, el primero con 38 posiciones de contacto para operar en 2021.
Estacionamiento en cada edificio terminal para 4 mil vehículos, torre de control, hangares de mantenimiento, paquetería, aduana y terminal de carga, patio de maniobras, aviación general y helicópteros, servicios administrativos, hotel, autoridades y planta de tratamiento de aguas residuales.
Las instalaciones estarían proyectadas para atender a cerca de 100 millones de pasajeros en el año, aunque en una primera etapa atendería solamente a 18 millones de personas y a dos aerolíneas en 2021. Al alcanzar su mayor crecimiento, el estudio indica que con el apoyo de los aeropuertos de Ciudad de México y Toluca, alcanzaría los 140 millones de pasajeros anuales para atender la demanda de los próximos 50 años.
Segundo, la MIA contempla la reubicación de las instalaciones militares existentes en la Base Aérea Militar Número 1.
Y tercero, la interconexión entre el aeropuerto de santa Lucía y el de la Ciudad de México en una longitud de 45.7 kilómetros a partir de la Terminal 2 capitalina.
El monto de la inversión para el nuevo aeropuerto, alcanzaría los 68 mil 367 millones de pesos y de acuerdo con el compromiso del presidente Andrés Manuel López Obrador, no deberá costar un peso más de lo presupuestado.
Sin embargo, una revisión por partida de las inversiones proyectadas, arroja datos interesantes como los siguientes.
El mayor costo no lo tendrá alguna obra del nuevo aeropuerto, sino la interconexión de casi 46 kilómetros de Santa Lucía con el aeropuerto Benito Juárez para lo que se destinarán 11 mil 961 millones de pesos; el segundo monto será para las calles de rodaje donde se invertirán 10 mil 211 millones 670 mil pesos y el tercer rubro mayor será para la zona comercial, que requerirá de 10 mil 025 millones 208 mil pesos.
Destacan también las plataformas, para las que se proyecta 7 mil 572 millones 789 mil pesos; la iluminación, con 5 mil 381 millones 333 mil pesos; las pistas con 4 mil 253 millones 487 mil pesos y un dato más que llama atención es el hotel, donde se invertirá en su construcción 330 millones 631 mil pesos.
Respecto al monto para la mitigación y recuperación ambiental, la MIA no expone cifras, sino la buena voluntad de la Sedena para atender “cualquier evento o suceso en materia ambiental”.
Lo mismo sucede con los 5 mil 195 árboles que serán “removidos”, de los cuales algunos serán rescatados para áreas verdes pero los que no se puedan reubicar, “serán desintegrados dentro del predio y se canalizarán para la fabricación de composta”.
La cereza del pastel del proyecto englobado en la MIA es el trato que le darán al Cerro de Paula, ubicado a diez kilómetros de donde se construirá el nuevo aeropuerto. Con una simpleza que raya en la ternura, el documento señala que no habría afectación para la aviación civil, ya que en la zona de impacto del cerro de 2 mil 600 metros sobre el nivel del mar, se contempla construir la pista 3, exclusivamente para fines militares.
Es decir, que los aviones del ejército librarían en su despegue su primera gran batalla contra el Cerro de Paula.
Te puede interesar:
Black Hawk, ese capricho panamericano
Por Carlos Martínez Macías Trece años después de haberse adquirido, el helicóptero Black Hawk del …