Como uno de los hallazgos principales del tomo 3 Afectaciones de la pandemia a las poblaciones rurales en México, se advierte que uno de los impactos de la pandemia del COVID-19 a estos grupos vulnerables fue de orden económico, ya que se interrumpieron sus actividades laborales.
La pandemia del COVID-19 dañó de manera desigual a los mexicanos, particularmente a casi 25 millones de personas que conforman las poblaciones rurales en nuestro país, quienes experimentaron problemáticas sociales, laborales, económicas y religiosas distintas a las vividas en las grandes ciudades.
El libro fue coordinado por Hernán Salas Quintanal, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional, junto con la investigadora Ana Bella Pérez Castro, el cual forma parte de la colección universitaria “La década COVID en México. Los desafíos de la pandemia desde las Ciencias Sociales y las Humanidades”.
En las conclusiones, Hernán Salas exhorta a fortalecer los lazos comunitarios o el tejido social. “Estas redes sociales que se crean en las poblaciones rurales, que son redes que se extienden a la ciudad, incluso a veces se extienden fuera del país, son muy importantes porque por esas redes circuló la información que ellos necesitaban para cuidarse”.
Los autores esperan que esta obra sea un llamado de atención que todavía México, como otros países, tiene población fuera de la ciudad, de la cual hay que preocuparse en términos de mejorar y aumentar los servicios y los trabajos. “México no es solamente la Ciudad de México, no es solamente las grandes ciudades, hay mucha población fuera que queremos visibilizar”.
Otro problema corresponde a la salud, debido a que enfrentaron solas o solos las enfermedades, sin información o recursos necesarios. Además, “tuvieron que seguir trabajando y es probable que eso los haya puesto en una situación de mayor vulnerabilidad”.
Este panorama generó que construyeran una cultura del autocuidado. “La gente desarrolló un gran proceso de autocuidado, porque muchas de estas poblaciones quedaron un poco al margen del apoyo y de la protección del Estado”.
Otro reto fue de orden educativo, cuando la educación virtual que se propuso en las grandes ciudades para subsanar la crisis educativa no fue aplicable en las poblaciones rurales. “Hay que poner atención muy fuerte en la infancia y en la juventud, sobre todo el tema educativo en lugares donde no llega bien internet, donde no podemos confiar en la digitalización o en la virtualidad de los programas educativos”.
¿Qué sigue?
A partir de las reflexiones de este libro, surgen tres desafíos que el Estado debe asumir hacia las comunidades rurales: en primera instancia procurar que retornen a sus actividades colectivas. “El tema emocional es muy importante para que las comunidades retomen su vida colectiva, comunitaria, espiritual o religiosa, como la queramos llamar, que se vuelvan a reunir”.
El segundo consiste en recuperar la confianza hacia el Estado, “porque en algunas poblaciones quedaron muy vulneradas, o quizás, podríamos decir, hasta muy molestas con todo lo que sucedió, con cómo fueron tratados y hay desconfianza”.
El tercero es el apoyo económico, el cual es fundamental: reabrir mercados, movilizar recursos, ayudar y colaborar a reactivar la producción alimentaria no sólo para esas poblaciones, sino para todo el país.
El libro termina con un problema que es fundamental: el tema alimentario, su distribución, producción y consumo en la pandemia, pero también cómo esta es consecuencia de la manera en que la humanidad se ha alimentado en las últimas décadas, concluyó Hernán Salas.