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# No es Claudia

¿Está México listo para una presidenta de la República?

Por supuesto. Sin duda.

Es más, soy de los que piensa que esa pregunta sobra en esta época; sin embargo, debemos admitir que nos falta bastante como sociedad para resolver la vergüenza de un machismo necio, que en muchas ocasiones se vuelve letal.

Pero también el momento histórico impone que seamos objetivos. Si bien es cierto que un gran porcentaje de hombres se resiste a modificar sus patrones de conducta hacia las mujeres, también es verdad que muchísimas de ellas mantienen una indiferencia insultante con respecto a los variados tipos de violencia que a diario sufren sus congéneres.

Este fenómeno es decepcionantemente notorio cuando proviene de las que pertenecen o forman parte de las estructuras del poder público.

Si el machismo en cualquiera de sus múltiples expresiones es despreciable, la impasividad de otra mujer, también lo es.

Esto me lleva a una reflexión básica: si estamos ante el preludio de que una mujer se convierta en titular del ejecutivo federal, entonces ésta debería ser alguien con la suficiencia moral, ética y profesional que exige nuestro tiempo.

Bajo esta perspectiva no veo a Claudia Sheinbaum, la “corcholata” favorita de López Obrador.

Al margen de algunas encuestas (que por cierto no se aplican a amplios segmentos de la población del norte u occidenteque la ubican con una ligera ventaja sobre Marcelo Ebrard, ha demostrado una y otra vez que no tiene la estatura requerida para dirigir los destinos de la nación.

En principio, Claudia Sheinbaum ha dejado bastante claro que la sumisión y la obediencia son lo suyo. Al menos en lo que se refiere a su pasado, presente y futuro político. Lo que le ordene Andrés Manuel es lo que se hace. Sin rechistar.

El misógino de Palacio es su dueño, el amo de su voluntad.

A los ojos de una feminista, parece poco menos que una marioneta.

Por otra parte, bien vale la pena poner atención en algo sumamente delicado, y es a su habilidad para eludir responsabilidades y evadir la justicia ante las desgracias.

Basta recordar algunos episodios durante su gestión como delegada de Tlalpan, como los casos de la muerte de la niña Daniela Licone Pérez, la tragedia del Colegio Rebsamen y el fallecimiento de cinco jóvenes en el Tecnológico de Monterrey a causa del sismo de septiembre de 2017.

Ya al frente de la capital, se cuentan al menos cuatro accidentes mortales en el Metro. El más sonado, el ocurrido la noche del 3 de mayo de 2021, cuando un tramo de la estación Olivos de la Línea 12 del Metro se partió en dos provocando la muerte de 27 personas.

¿El común denominador? Que de una u otra forma “la Sheinbaum”, como le dicen en la cúpula morenista, siempre logra escapar de la ley gracias a la protección de su jefe y los lazos de interés partidista que se han tejido para arroparla.

Y es que al igual que como sucede con el presidente, ni la seguridad ni la vida de la gente están en su agenda prioritaria; a ella lo que en realidad le importa es ser la candidata presidencial.

Es así que podemos explicar por qué su narrativa en torno a la criminalidad contra las mujeres suena hueca, como si incluso le molestara abordar el asunto.

Pero hay más. ¿Podríamos siquiera esperar de Claudia Sheinbaum un proyecto que no sea la rígida continuidad de la calamitosa cuarta transformación? La respuesta es no.

En virtud de que es incapaz de pensar por sí misma en una visión distinta y distante a la de este desastroso sexenio, se convirtió en una especie de merolica que replica las barbaridades y ocurrencias de su tutor.

Al respecto, hace días nos enteramos que el Centro de Estudio Económicos del Sector Privado (CEESP) pronostica un fracaso de Claudia Sheinbaum Pardo si llega a ser presidenta de la República, ya que no tiene la popularidad ni la base dura ni lealtad de la que goza Andrés Manuel.

Sheinbaum se muestra, por ahora, más próxima a la consolidación de la 4T. Ella representa al ala más radical de la izquierda, incluso más que AMLO”, reveló el organismo en una publicación de Enrique Hernández en FORBES México.

En suma, la jefa de la CDMX no es digna de la confianza colectiva.

Imposible será escuchar de su boca un plan de restauración institucional e integración social. Su cosmovisión es aldeana; está lejos de la dinámica global progresista, por lo que no puede ver ni comprender las nuevas tendencias mundiales.

Sus conceptos son rancios y limitados.

Los complejos y dogmas que la perturban son tan similares a los de López Obrador, que los mexicanos la soportaríamos muy poco tiempo.

Por eso y más…

#No es Claudia  

@DeFrentealPoder

• Óscar Ábrego

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Empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista político.

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