No se puede jugar en el verano del hemisferio norte, es demasiado caliente.
Así concluyó el grupo de trabajo establecido por la FIFA para definir las fechas del Mundial de Qatar 2022.
El torneo, recomiendan, debe ser jugado entre los meses de noviembre y diciembre en lugar del tradicional período entre junio y julio.
El problema es que las temperaturas en Medio Oriente en esa época oscilan entre los 40 y 50 grados centígrados, lo que haría casi imposible la práctica del fútbol.
Los organizadores prometieron durante su campaña que construirían estadios con modernos sistemas de aire acondicionado, pero eso no incluye los campos de entrenamiento y mucho menos los lugares reservados para los aficionados.
La fecha entre noviembre y diciembre no fue bien recibida por toda la familia del fútbol, que mostró su preocupación por los problemas que va a causar al calendario de las principales competiciones de clubes, principalmente en Europa y en Sudamérica.
Pero, ¿tiene justificación la decisión de la FIFA? ¿Cuándo es que el calor es demasiado caliente para el deporte?
Cambio drástico
De aprobarse la recomendación del grupo de trabajo de la FIFA de disputar el Mundial Qatar 2022 en los meses de noviembre y diciembre la cara actual del fútbol internacional cambiará drásticamente.
Los aficionados alemanes, acostumbrados a disfrutar cada cuatro años los partidos de los mundiales sentados en una plaza, acariciados por el sol del verano y refrescándose con una cerveza acompañada de salchicha, tendrán que montarse en el 2022 un plan diferente si el próximo 18 de marzo el Comité Ejecutivo de laFIFA ratifica la conclusión del grupo de trabajo que recomendó que en Qatar se juegue la Copa del Mundo en noviembre y diciembre.
Ver los partidos a la intemperie invernal, abrigados al máximo y tomando té caliente mientras cae la nieve, es una idea poco seductora en un país que ha sacado los últimos tres Mundiales a la calle. Para Alemania, que ha hecho de la trasmisión de los juegos una fiesta popular a la que acuden millones de aficionados que disfrutan del espectáculo y estimulan con sus gastos la economía local, el panorama futbolístico será distinto en el 2022.
Las razones son comprensibles: en Qatar el verano es implacable y sería un sinsentido jugar fútbol con temperaturas de más de 40 grados centígrados a la sombra. Esperar que los deportistas se sometan a esas condiciones de competición sería inhumano. La FIFA ha encontrado una solución al problema que cuenta con el respaldo de todas las federaciones, según dijo el secretario general de la organización, Jérôme Valcke.
Asuntos por negociar
Ese respaldo, sin embargo, parece ser más formal que de fondo. Hace apenas un par de días el directivo del Bayern Múnich, Karl-Heinz Rummenigge, anunció en condición de vocero de la Asociación de Clubes Europeos (ECA), que un mundial en invierno era inaceptable. “Cambiar la fecha del verano al invierno va a afectar nuestras actividades y los clubes no estamos dispuestos a pagar los costos”, dijo Rummenigge en representación de los equipos más poderosos del Viejo Continente.
La ECA cuenta con la posibilidad de poder exponer sus argumentos ante el Comité Ejecutivo de la FIFA antes de que sea irreversible la decisión final sobre las fechas del Mundial de Qatar 2022. De por medio habrá una complicada negociación pues las más poderosas ligas de Europa, donde trabajan el 75 por ciento de los jugadores que participan en la Copa del Mundo, se encuentran en una de las fases más activas de su temporada en noviembre y diciembre, que es cuando se define el paso a octavos de final de la Champions League, el torneo bandera de la UEFA.
De hecho, el único campeonato importante que para en invierno es el de la Bundesliga. En Inglaterra, España, Italia y Francia, tradicionalmente se juega durante las festividades de fin de año. Insertar en el 2022 durante esa época el Mundial implicará una alteración del calendario que el fútbol europeo, según Rummenigge, no está dispuesto a introducir “a pérdida”.
La FIFA, y Qatar, tienen todavía tres semanas para trabajar detrás del telón en los acuerdos que dejen satisfechos a todos los personajes involucrados. Al fin y al cabo no se trata solo del aspecto deportivo, también temas financieros siguen dentro del tintero. Por ejemplo, los relativos a la venta de los derechos de las trasmisiones de televisión.
Las principales cadenas compran los derechos del máximo evento del balompié internacional para llenar la programación del verano, que en el 2022 formará parte del plan invernal. Los encargados de las trasmisiones de televisión ya tenían previsto para ese año como gran evento deportivo de invierno los Juegos Olímpicos de febrero. Además, en países como Estados Unidos, un mercado clave para el fútbol, la cuota publicitaria y de audiencia en noviembre y diciembre le pertenece tradicionalmente a otros deportes de mayor arraigo como el fútbol americano y el beisbol.
El debate en torno al Mundial 2022 no se cierra aún, aunque el panorama se va aclarando. Lo que hasta ahora queda definido es que se hará en Qatar; que no será en enero o febrero para evitar que colisione con el calendario del Comité Olímpico Internacional; tampoco en abril por respeto al Ramadan; mucho menos entre mayo y septiembre debido al calor; y aplazarlo hasta el 2023, de acuerdo a lo anunciado por la FIFA, no es posible por “razones jurídicas”.
Así, lo que le resta a la FIFA es pavimentar un amplio ambiente de aceptación al Mundial en invierno, confirmar su decisión de hacerlo en los meses de noviembre y diciembre, y definir el calendario, que según se ha conocido, prevé el evento entre el 26 de noviembre y el 23 de diciembre.
En el 2022 Qatar revolucionará la Navidad, y de regalo presentará un nuevo campeón.