Autoproclamado como el operador estratégico de Andrés Manuel López Obrador en Jalisco, el senador suplente en funciones, Alejandro Peña Villa, coordina una conspiración que tiene como propósito fundamental, generar las condiciones necesarias para que Morena en el Estado continúe sin una presidencia formal, basada en un ejercicio institucional y democrático.
De acuerdo a mis fuentes, esta tenebra se fraguó no sólo en las oficinas de la Coordinación General de Programas Integrales de Desarrollo, que encabeza Gabriel García Hernández, sino en varias charlas de café con miembros del gabinete del gobierno estatal, en especial con personajes de la Secretaría General de Gobierno.
Según este plan, el otrora enlace nacional en la entidad, tiene la encomienda de dinamitar cualquier intento de unidad mayoritaria entre los aspirantes a dirigir los destinos del partido, de ahí que el delegado federal provisional, Armando Zazueta Hernández, a través de la nómina, esté ofreciendo posiciones bien remuneradas a distintos liderazgos, a cambio de sumarse al proyecto de Bertha Luján Uranga a nivel nacional y de Juan Barajas Godínez en el plano local, a sabiendas de que la tienen perdida.
Lo anterior no tendría mayor relevancia si solo se tratara de una réplica de lo que suelen hacer el PRI, el PAN y Movimiento Ciudadano en el ejercicio del poder; sin embargo, lo que sí resulta grave, es que desde la Cámara Alta se haya puesto en marcha un complot cuyo objetivo sea de ejercer el control organizacional, financiero y político de Morena, contraviniendo la narrativa del presidente, que sostiene que ningún funcionario de gobierno tiene por qué meter las manos en la vida interna del partido que lo llevó a Palacio Nacional.
Pero el quid de esta conjura no es ese, sino que detrás de ello se esconde la intención real de crear la percepción de que en Jalisco los morenos no saben ponerse de acuerdo, y por tanto, las riendas las debe tomar el precitado legislador mediante la imposición de sus compinches.
Así las cosas, de confirmarse esta versión, entonces Peña Villa y sus incondicionales en Jalisco –cada vez son menos- tendrán mucho qué explicar, pues si de algo presumía el movimiento lopezobradorista era de congruencia y de respeto a la militancia. Recordemos que aquí, Morena no tiene un presidente emanado de la voluntad de las bases desde hace casi cuatro años, cuando en noviembre del 2015 dejó de existir un liderazgo legitimado por un proceso de elección.
De igual forma, López Obrador deberá salir ante la opinión pública y sus seguidores para decir si es verdad o no que los antes mencionados tienen su autorización para intervenir en el destino de la segunda fuerza política en la entidad.