Desde la ciudad de México, en especial desde Palacio Nacional y el Senado de la República, se han confabulado varios actores del poder público para ejercer el control de Morena y la Delegación Federal en la entidad. Es decir, los conflictos de este partido en Jalisco tienen nombres y apellidos.
Por un lado, la injerencia que aún mantiene el senador suplente, Alejandro Peña, en diversas expresiones de la entidad, no solo ha contribuido a la confusión entre los morenistas, sino que además ha provocado la división y el encono. Y es que desde su rol como enlace del Movimiento de Regeneración Nacional en la pasada elección, no logró ser factor de unidad, por el contrario, ajeno a las formas en que se procesan las decisiones en esta tierra, lo que generó fue una tremenda frustración colectiva.
Aliado en su momento de Carlos Lomelí, este legislador ahora lo combate bajo el manto protector de Gabriel García Hernández, Coordinador General de Programas Integrales de Desarrollo. Nada menos el sábado 14 de septiembre, operó con intensidad el encuentro de Bertha Luján –aspirante a dirigir Morena- con militantes y simpatizantes. Lo extraño del caso es que mientras él giraba las instrucciones sobre el citado acto, decenas de lopezobradoristas jaliscienses, condicionaron su asistencia exigiendo que no se apersonara en el evento. De ello da cuenta el equipo organizador.
Si bien no fue un fracaso, lo cierto es que se tuvo que bloquear un buen espacio del salón que se reservó en el Hotel Hilton debido a que la afluencia fue menor a la contemplada. También -debo decirlo- algunos de los que estuvieron presentes me confiaron que Bertha Elena Luján Uranga no entusiasmó a la concurrencia como se esperaba, cosa no menor si hablamos de que se trata de quien aspira dirigir los destinos del instituto político que le dio la victoria a López Obrador.
El quid del asunto, es que García y Peña tienen el propósito de evitar a toda costa la continuidad de Yeidckol Polevnsky –amiga personal de Lomelí Bolaños- y así, entre otros objetivos, apoderarse del partido en nuestra localidad.
Por otra parte, los dos Alfonso, Romo y Durazo, le han hecho mucho daño al proyecto de Andrés Manuel en Jalisco. El primero, jefe de la oficina de la Presidencia, no ha hecho otra cosa más que fomentar la creencia de que en el Estado solo existe un grupúsculo de empresarios que merecen atención.
Lo que parece desconocer Romo Garza, es que en estas tierras el 96 por ciento de la planta productiva nada tiene que ver con los cuates a los que les hace la chamba. Así pues, resulta en extremo elitista y discriminatoria su postura de frente al desarrollo económico de una de las entidades que más aporta al PIB nacional.
De Alfonso Durazo Montaño no sólo tendremos que reclamar sus muy escasos resultados en materia de combate a la delincuencia, sino que además debemos recriminarle que su alianza –más política que institucional- con el gobernador de aquí, sólo abona a la consolidación a una supuesta estrategia de seguridad que no tiene pies ni cabeza. A unos días de que se presente el plan de la Policía Metropolitana, que él vino a elogiar y validar, sabemos que es la adaptación de un guion mal hecho que lejos de llevar paz a la población, lo único que propiciará es complicar aún más la funcionalidad de los cuerpos policíacos conurbados.
Dicho lo anterior, vale la pena señalar que el común denominador de los personajes mencionados es la búsqueda por satisfacer sus apetitos de poder. Pretenden, en menor o mayor medida, meter la mano desde la capital del país en los asuntos relativos al partido y a la delegación federal en nuestro Estado.
Vamos, es la vieja práctica del PRI, en tiempos de Morena.
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