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Modorra electoral

Sin honrosas excepciones, las campañas entran en la recta final del proceso electoral sin habernos entregado alguna perla para destacar en cuanto a estrategias novedosas o spots con verdadero ingenio.

Probablemente estas sean las más aburridas de los últimos años y a falta de propuestas, los numerosos debates terminaron por ser el único aparador que por momentos sacudió la modorra que durante meses vivieron los futuros electores.

Las últimas semanas seguramente serán un vendaval de acusaciones por la llamada “guerra sucia” que subirá de tono conforme se acerque la jornada electoral y escucharemos argumentos que desafían a la lógica: un partido acusando a otro de realizar acciones para denigrar a sus candidatos; otro partido denunciando que alguien se viste de lobo con sus colores para ponerlo en mal con la ciudadanía y así por el estilo.

Ni los más sesudos analistas pronosticaban el poco tino de las campañas. Los partidos favoritos de las encuestas en un municipio, eluden debates pero los exigen donde van en segundo lugar.

Quienes ostentan el poder en un ayuntamiento, emplean los recursos municipales y toda la estructura pública para operar a favor de sus candidatos; pero son los mismos que se rasgan las vestiduras cuando el contrincante hace lo mismo en su respectivo feudo.

Candidatos a la presidencia municipal de distintos municipios que son completos desconocidos porque no hicieron campaña y solamente prestaron el nombre para cumplir con la cuota de partidos que buscan el registro.

Aspirantes que no conocen a quienes integran su planilla, que no tienen propuestas o se pierden en las esferas de gobierno y proponen construir desde carreteras hasta escuelas como acciones municipales.

En la conformación de equipos, se incluye a figuras respetadas y reconocidas en el ámbito de los derechos humanos; pero también hay gimnastas, glorias del futbol y hasta notables académicos.

Como un gigantesco tablero de ajedrez, los principales contendientes en campaña aprovechan el menor descuido para recurrir a tribunales. Si un dron vuela sobre la casa de un candidato, hay denuncia. Si hay llamadas de madrugada para pedir el voto y exhibir a un aspirante, queja ante el árbitro.

Cuando Guillermo Cosío Vidaurri fue presionado desde la presidencia de la república para dejar el cargo de gobernador de Jalisco, uno de sus últimos argumentos fue llevado al colmo de la chunga.

Cosío intentó defender su posición y explicar que sí advirtieron a los vecinos del Sector Reforma sobre el riesgo en la víspera de la dolorosa tragedia del 22 de abril, pero señaló que no hicieron caso como cuando le piden a un niño que se “no se suba a una barda”.

La barda del exgobernador fue motivo de burla y decenas de cartones al grado de considerar que el veterano político habría sido el que cayó de la misma.

Otra barda, en esta ocasión en la finca de Enrique Alfaro, es ahora motivo también de un agrio debate. Más allá de las pobres explicaciones del candidato de MC, el tema ha servido para un desproporcionado ataque del PRI al considerar que quien viola un reglamento municipal no merece la oportunidad de gobernar Guadalajara.

Pero también ha mostrado la hipersensibilidad de Alfaro que ante las críticas reacciona en forma visceral desacreditando a quien las hace en lugar de con serenidad e inteligencia responder a los cuestionamientos.

Es como si de pronto tuviera un “deja vu” y repitiera su famoso episodio del viaje a Cuba a invitar al cantante Silvio Rodríguez donde, como escribí en su momento, dio explicaciones tan extrañas que mostró que su reconocido talento estaba por el momento extraviado como el unicornio azul de Silvio.

• Paralelo Veinte

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