“La delincuencia causa más muertos que los conflictos armados”, de ahí que un reciente estudio de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), haya ubicado a México en el lugar número 12 entre los países más violentos por encima de naciones como Afganistán y Filipinas, y que en un ánimo de colaborar de alguna manera a disminuir la incidencia de asesinatos, se haya dado a la tarea de identificar las causas, resultando varias de las que conforman este fenómeno: armas de fuego, drogas y alcohol, desigualdad, desempleo, inestabilidad política y estereotipos de género.
De acuerdo con el estudio en mención, el número de personas muertas por la delincuencia y la violencia de género supera con creces al de las víctimas fatales de las guerras y los conflictos, siendo Centroamérica, una de las zonas con mayor índice de muertos por esta causa.
En 2017 se registraron en el mundo unos 464.000 asesinatos, una cifra que quintuplicó los 89.000 decesos ocurridos como consecuencia de conflictos armados durante el mismo año.
El “Estudio Global de Homicidios 2019” analiza los crímenes relacionados con violencia de género, violencia de pandillas y otros tipos de asesinatos con la intención de ayudar a elaborar estrategias que prevengan esas muertes y reduzcan la tasa de homicidios.
El director ejecutivo de la UNODC, Yury Fedotov, recordó que los países se han comprometido a reducir todas las formas de violencia y las muertes que ésta provoca para cumplir con las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030.
Este informe ofrece ejemplos importantes de operativos comunitarios que han ayudado a mejorar sustancialmente algunas áreas afectadas por la violencia, las pandillas y el crimen organizado.
Cómo ya mencionaba, el estudio ha desvelado que una de las regiones más peligrosas fue Centroamérica, donde los homicidios alcanzaron 62,1 por cada 100.000 personas en algunos puntos.
Asia, Europa y Oceanía, en cambio, resultaron las zonas del mundo más seguras durante el periodo estudiado con una tasa de homicidios de 2,3, 3 y 2,8 por cada 100.000 habitantes, respectivamente. Estos indicadores estuvieron muy por debajo del promedio global de 6,1 asesinatos por cada 100.000 personas.
En África, esa tasa fue de 13, mientras que en el continente americano llegó a 17,2 en 2017, la cifra más alta desde que se empezó a llevar un registro riguroso en 1990.
La UNODC destacó que los homicidios globales aumentaron de 395.542 en 1992 a 464.000 en 2017, aunque aclaró que si se toma en cuenta el incremento de la población, el riesgo de morir asesinado disminuyó durante el mismo periodo y que esos decesos cayeron de 7,2 a 6,1 por cada 100.000 habitantes.
La publicación indica que el crimen organizado fue responsable del 19% de los homicidios en 2017 y subraya que, desde el inicio de este siglo, esas agrupaciones delictivas han matado a tanta gente como todos los conflictos armados combinados.
También advierte que, al igual que los conflictos armados, el crimen organizado desestabiliza a los países, socava el desarrollo socioeconómico y erosiona el estado de derecho.
En este renglón, el director ejecutivo de la UNODC consideró que, a menos que la comunidad internacional tome medidas urgentes, no se cumplirán las metas del Objetivo de Desarrollo 16, referente a reducir drásticamente todas las formas de violencia y muertes derivadas de ella.
Uno de los hallazgos del estudio fue si bien los asesinatos de niñas y niños menores de nueve años son equiparables, en el resto de las edades los hombres suman más del 50% de las víctimas según los datos de 41 países.
El informe muestra que la probabilidad de que un niño sea asesinado aumenta junto con su edad en todas las regiones y marca el periodo entre los 15 y los 29 años como el de mayor riesgo de homicidio a nivel mundial.
Detalla que en América, las víctimas de 18 y 19 años se estiman en 46 por cada 100.000, un número mucho más alto que el de los coetáneos de otras regiones, además de que las armas de fuego están presentes con mayor frecuencia en los homicidios de este continente que en los de otras partes del mundo.
“Los altos niveles de violencia están asociados con hombres jóvenes, tanto las víctimas como los victimarios”, señala la publicación.
“Por ello, los programas de prevención de la violencia deben centrarse en dar apoyo a los jóvenes para evitar que sean arrastrados a una subcultura de pandillas o tráfico de drogas.”
Las mujeres y las niñas suman menos muertes que los hombres, pero siguen siendo las principales víctimas de homicidio a manos de sus parejas y familiares, hombres en más del 90% de los casos.
Los feminicidios cometidos por las parejas muy pocas veces son espontáneos o fortuitos; sin embargo, a menudo no se denuncian y “muy a menudo se ignoran”, señaló Fedotov.El estudio enfatiza la importancia de combatir la corrupción, fortalecer el estado de derecho e invertir en servicios públicos, sobre todo en educación, para reducir los crímenes.
Fedotov aseveró que es posible frenar la amenaza de las redes criminales con políticas adecuadas, entre las que citó el involucramiento de las comunidades, los patrullajes policíacos y las reformas de las policías para fomentar la confianza de la población en las fuerzas públicas.
La UNODC indicó que los jóvenes militantes de pandillas y grupos criminales necesitan ayuda para salir de esas estructuras por medio del trabajo social, programas de rehabilitación e información sobre opciones no violentas.
El documento explica que muchas veces los asesinatos se concentran en estados, provincias o ciudades específicas e insiste en que reducir los homicidios depende de que se combata la violencia letal en esas zonas.
En 2015, los estados miembros de la ONU acordaron reducir todas las formas de violencia y tasas de mortalidad relacionadas de cara a 2030. Pero basado en los niveles y tendencias mundiales actuales de homicidios, es poco probable que se alcance este objetivo.
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