Es uno de los episodios más dramáticos de la historia nacional. Hoy estamos mucho peor que al comienzo de este sexenio. Y aunque el presidente nos venga con eso de que “Yo tengo otros datos” o que es culpa de los conservadores y consecuencia de los gobiernos neoliberales, lo cierto es que la realidad le vuelve a propinar una bofetada.
De acuerdo al informe elaborado por la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional, nuestro país se ubica en cuarto lugar de 193 naciones con más criminalidad, sólo superado por el Congo, Colombia y Myanmar, situación que a su vez nos coloca como el segundo en el continente americano.
¿Qué significa esto? Que los grupos delictivos mexicanos están entre los más poderosos y dominantes del planeta.
Según el precitado documento, las bandas de narcotraficantes se encuentran entre las mafias más sofisticadas del mundo y establece que los cárteles de la droga controlan gran parte del territorio. Más aún, este reporte destaca que somos líderes globales en rubros como trata y tráfico de personas, armas, comercio de heroína,cocaína, cannabis, drogas sintéticas, así como delitos contra la flora, fauna y los recursos no renovables.
Entre otras cosas, ¿qué nos dice lo anterior? La respuesta es obvia y contundente: este gobierno es un fracaso.
Hagamos un apretado recuento del desastre. Como nunca en la era moderna, el sistema de salud colapsó; miles de niños con cáncer han enlutado a sus familias o están a punto de hacerlo porque no hay medicamentos para su atención; las estadísticas de feminicidios y desapariciones forzadas alcanzaron niveles récord; el recorte presupuestal en ciencia y educación es cada vez más notorio y el iracundo desmantelamiento de organismos autónomos e instituciones democráticas está en marcha.
No es todo. En lo que va de esta administración, casi treinta periodistas han sido asesinados, y tan sólo en lo que va del año, ya son nueve, lo que nos posiciona entre los dos sitios del orbe más peligrosos para ejercer esta profesión. Las cifras estremecen: del 2000 a la fecha se contabilizan 154 comunicadores que han muerto de modo violento, 142 hombres y 12 mujeres.
Además, otras fechorías que sobresalen son el contrabando de especies en peligro de extinción, la tala de amplias extensiones de selva y bosque, el huachicoleo y la pesca en zonas prohibidas.
De la corrupción e impunidad, ya mejor ni hablemos.
Así pues, en muchos sentidos, el obradorato simboliza el caos.
Ah, pero eso sí, mientras que más de 30 millones de mexicanos no tienen acceso a los beneficios del aparato asistencial, López Obrador anda regalando cientos de milesde dólares de nuestros impuestos a los gobiernos de Guatemala y El Salvador, con el único fin de satisfacer su absurda pretensión de ungirse como el adalid de los pueblos latinoamericanos.
Y es justo en medio del ambiente de indiferencia, polarización y horror en el que nos encontramos, que resulta pertinente preguntarnos quién tiene las competencias necesarias para recuperar la esperanza de encabezar un cambio profundo y verdadero.
En lo personal creo que es Marcelo Luis Ebrard Casaubón. Si bien es verdad que acusa un desgaste de frente a la opinión pública por el hecho de formar parte de un gabinete más metido en los negociazos que en sus tareas sustantivas, soy de los que opina que ya sea por Morena o una alianza multipartidista opositora, el ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, posee las cualidades para recomponer el rumbo e impulsar una auténtica transformación basada en un proyecto de conciliación y una visión de futuro compatible con el crecimiento económico y el desarrollo social.
El canciller es el perfil que devolvería a la investidura presidencial el respeto y la sobriedad perdida.
Si hablamos en términos figurados, Marcelo Ebrard es de esos extraños casos que cuenta con el talento para unir los dos extremos de una misma cuerda.
Yo lo veo como el próximo presidente de la República.
@DeFrentealPoder