En el episodio macabro del tráiler con 157 cadáveres itinerantes, hay un tufo nauseabundo de “chivo expiatorio” e historias de Pilatos que no han asomado el rostro.
La decisión del gobernador Aristóteles Sandoval de cesar al director del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), Luis Octavio Cotero Bernal, es apenas una hebra de una gigantesca madeja que se estaba formando desde hacía varios años.
El multicitado tráiler con cadáveres que fue movido de las instalaciones del IJCF, operaba desde hace al menos dos años en los patios del organismo bajo un contrato de arrendamiento firmado por la Fiscalía General del Estado, quienes se hacían cargo además del diésel que necesitaba para su funcionamiento.
La decisión de mover el tráiler del instituto, fue tomada en la misma fiscalía que había contratado un segundo tráiler para repetir la fórmula de almacenamiento en una caja refrigerante, toda vez que las cámaras de este tipo del IJCF habían sido rebasadas en su capacidad (fueron construidas para albergar 72 cuerpos y actualmente tienen 144).
Para facilitar las maniobras decidieron mover el camión y rentaron una bodega en la colonia La Duraznera, pero luego de quejas de los vecinos que descubrieron por los malos olores el contenido de lo que ahí se almacenaba, el tráiler fue retirado del sitio.
Ayer, en medio de la tormenta desatada por los cadáveres, comenzó a cargarse el segundo camión contratado por Fiscalía para albergar a por lo menos cien cuerpos que estaban en el suelo en las instalaciones del IJCF, ante el inminente arribo de personal de Derechos Humanos que acudiría a conocer del caso.
Las rebasadas condiciones en que operaba el organismo, eran del conocimiento del secretario de gobierno y la fiscalía general, debido a constantes reportes del hoy destituido director, quien recibió siempre la respuesta de que “espérate, no hay recursos”.
El ayuntamiento de Tonalá donó 200 criptas al organismo que fueron llenadas rápidamente por la ola de crímenes que padece Jalisco y que en promedio registra diez asesinatos diarios, pero hubo jornadas de 20, 23 y hasta 26 muertos. De cada diez, al menos dos cadáveres quedan sin identificar.
Sin embargo, el despido de Cotero Bernal podría tener su origen en el malestar que había contra él por el caso de los estudiantes de cine que fueron disueltos en ácido. Cotero declaró que en los tinacos no había rastros de ADN de los jóvenes, pero sí huellas y restos de sangre alrededor, lo que contradijo la versión de fiscalía.
El ahora ex director, se sostiene en que los sujetos detenidos por los crímenes, reconocieron que disolvieron a los estudiantes y después tiraron el contenido en distintas partes, mientras molían los dientes para también desaparecerlos y luego lavaron los tinacos.
Según revela Cotero, esta posición enojó al “Chino” y desde entonces la relación vino a menos, al grado que tras el escándalo del tráiler, el secretario general de gobierno se mostró indignado por el manejo de los cadáveres en el IJCF y anunció una investigación, pese a que a decir del exdirector, era una situación que éste ya conocía.
Al laberinto de mal manejo sobre el tráiler refrigerado con los cadáveres, se sumó el secretario de Salud, Alfonso Petersen Farah, quien al intentar desestimar algún riesgo para la salud de la población, comparó los cuerpos humanos con canales de carne que se distribuyen en carnicerías:
“Como todos sabemos, la carne muerta, hay que decirlo con toda la frialdad, porque no importa si es carne humana o carne animal, puede ser sujeta a cierto tipo de descomposición y provocar dos tipos de riesgos, los malestares sanitarios del olor de la descomposición y los riesgos por el consumo de la carne en estado de descomposición”.