“El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos”.
Andrés Manuel López Obrador
(Mañanera del 4 de marzo 2019)
La semana que recién concluyó arrojó nueva evidencia del creciente deterioro mental y emocional de López Obrador.
Noticias como las de los millonarios viajes del secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, y la revelación de que la DEA infiltró al Cártel de Sinaloa, lo encendieron de tal modo que volvió a perder la compostura en su cada vez más patético show mañanero.
Sus berrinches y rabietas -que hace sin ningún pudor frente a las cámaras y micrófonos- lo han convertido en una caricatura de mal gusto.
En este espacio se ha dado cuenta de sus peligrosos rasgos de personalidad, que van de la mitomanía al narcisismo extremo.
Andrés Manuel es un individuo de tanta complejidad, que no resiste los primeros cinco reactivos de una evaluación psiquiátrica.
Basta con prestar atención al detrimento de su salud psicológica para asegurar que un esquizofrénico habita en Palacio Nacional.
¿Qué es la esquizofrenia?
Se trata de un trastorno que afecta la capacidad de una persona para pensar, sentir y comportarse de manera lúcida.Se caracteriza por pensamientos o experiencias que parecen estar desconectados de la realidad y suele manifestarse con el habla o conductas desorganizadas.
Los síntomas psicóticos incluyen cambios en la forma en que se piensa, actúa y percibe el mundo. Las personas con esos síntomas pierden el sentido compartido de la realidad con los demás y ven su entorno de una manera distorsionada.
Alguien así, puede manifestar agresión, compulsión, excitabilidad, falta de autocontrol, hostilidad y ciertos movimientos repetitivos.
Lo anterior, como se aprecia, retrata de cuerpo entero a ya sabes quién.
Por eso podemos explicar su furiosa reacción contra la Suprema Corte de Justicia, al echar abajo una de sus grandes apuestas legislativas al resolver que la Guardia Nacional debe depender de un mando civil proveniente de la Secretaría de Seguridad, no del ejército.
De ahí que entendamos también su propuesta de desaparecer al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), con la mañosa argumentación de que es muy caro y que “lo crearon para simular que se iba a combatir la corrupción”, cuando el verdadero propósito de atorar la operatividad de este organismo tiene que ver con que se convirtió en un auténtico dolor de cabeza para el obradorato, pues gracias a este Instituto quedaron expuestos escándalos como el desfalco monumental en SEGALMEX, la Casa Gris de Houston y las incontables empresas fantasmas “contratadas”en adjudicaciones directas para la construcción del AIFA, Dos Bocas y el Tren Maya.
Debido a la personalidad esquizoide de López Obrador, es que arremete contra el Pentágono y la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos por las labores de inteligencia que hacen aquí, pero justifica el espionaje contra luchadores sociales y periodistas mexicanos.
Recordemos que una investigación firmada por The New York Times, dejó al descubierto que el gobierno obradorista se mantiene como el mayor usuario a nivel mundial del software espía Pegasus, sistema que por su ilegalidad y riesgo ha sido prohibido en decenas de naciones.
Es en este contexto que Andrés Manuel radicalizó su vocación destructiva. No conforme con los resultados de la devastación del sistema de salud y de otros entes públicos, ahora impulsa un nuevo ajuste y recortes a las estructuras de la gestión federal, que incluye la eliminación o fusión de 18 organismos administrativos.
Es que lo suyo lo suyo, es destruir.
Aún parece lejana la fecha del 1 de octubre del 2024 para que AMLO entregue el mando; sin embargo, a la luz de los hechos, tenemos motivos suficientes para suponer que, llegando el momento, querrá aferrarse al poder que lo transformó en un hombre desquiciado… En un presidente esquizofrénico.
@DeFrentealPoder