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López Obrador: negación y delirio

“Eres lo que con violencia afirmas que no eres”

Alejandro Jodorowsky

Una de las premisas básicas de quien se adentra en el estudio del comportamiento humano es saber que la palabra “no” suele ser ignorada por la mente subconsciente.

Me explico con un ejemplo.

Cuando una persona afirma “no soy mentiroso”, es muy probable que lo sea. En cambio, si alguien dice “siempre hablo con la verdad”, es posible que estemos frente a un individuo honesto.

Sin que lo anterior sea una regla infalible, lo cierto es que es bastante confiable. En mi experiencia, al impartir diplomados de Programación Neurolingüística o aplicar hipnosis, encuentro que cuando un alumno o cliente dice “no soy mentiroso”, lo que yo compruebo en poco tiempo es que estoy ante un “soy mentiroso”.

Esto viene a cuenta porque el presidente es la muestra viviente más representativa que al respecto tenemos en México.

López Obrador pasará a la historia por muchísimas malas razones, pero sobre todo, por haber sido el mandatario que más veces mintió en público; y lo hizo sin pudor ni miramientos. Y no sólo eso, sino que nos arrastró con su negación y delirio.

Andrés Manuel es un caso para tesis doctoral de psiquiatría.

A diario, cuando se refiere a “los de antes” desde el proscenio mañanero, asegura con su peculiar y belicoso  modo de hablar que “No somos iguales”.

Pero lo que en realidad sale por su boca es un “Somos iguales” que “los de antes”.

La mitomanía de AMLO ha escalado a niveles en extremo vergonzosos y peligrosos; sin embrago, ya en este espacio hemos consignado en más de una ocasión que lo verdaderamente preocupante es, a pesar de lo calamitoso de su gestión, hay un gran sector de la población que continúa respaldando el desastre y el permanente engaño presidencial.

Sí, el daño está hecho y pareciera que aún somos una fracción poco representativa la que ha cobrado conciencia sobre el tremendo deterioro institucional que sufre nuestra nación en tiempos del obradorato.

Este domingo, en las páginas de Excelsior, el brillante académico y columnista Ricardo Alexander, lo describió con gran claridad:

La pobreza ha aumentado. Igual la inseguridad y los homicidios. Somos el país más peligroso del mundo para practicar el periodismo. Los organismos autónomos son menos independientes que antes, al igual que el Poder Judicial, que fue entregado por quien fuera su presidente.

Es un hecho que hoy en México somos menos libres. Somos más cínicos y estamos más divididos. Nuestra capacidad de sorpresa e indignación ha sido ahogada en un mar de delitos flagrantes, de mentiras y manipulaciones que todos los días se dictan desde el palacio imperial. Empezamos con un “al diablo las instituciones” y llegamos a un “no me vengan con que la ley es la ley”. Y nos dejó de indignar”.

¿Qué seguirá cuando concluya este desastroso gobierno?

No lo sabemos, pues tampoco tenemos la certeza de que Andrés Manuel López Obrador tenga entre sus planes abandonar Palacio Nacional.

Son tantas las mentiras y tan profundo su delirio, que nada sería una sorpresa.

Posdata:

Que descanse en paz Raúl Padilla López.

@DeFrentealPoder

• Óscar Ábrego

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Empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista político.

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