A Clemente Castañeda no lo imagino derrochando simpatía y humildad solicitando el voto a los tiangueros de “El Baratillo” o posando para la foto en plena mordida a una de las “Tortas locas” de Don Chava en el mercado San Juan de Dios. En cambio, sí lo veo consolidando su brillante carrera legislativa repitiendo como senador o asumiendo la coordinación de la bancada emecista en la cámara federal de diputados.
Lo anterior viene a cuenta en virtud de que, durante más de una semana, fue objeto de análisis por parte de algunos opinantes profesionales, ubicándolo como probable candidato a los gobiernos de Guadalajara o del Estado.
Ya lo he plasmado en este espacio, me aseguran que el “Pachi” -como le dicen sus cuates-, posee una tremenda facilidad para hacer política de altura; que si bien no es alguien carismático ni de trato fácil, se mueve con soltura en las glamurosas arenas de la grilla nacional.
Por eso, a diferencia de quienes afirman que tiene condiciones suficientes para abanderar las causas naranjas en la capital tapatía, e incluso a nivel estatal, a Clemente y a su partido les vendría bien que él continúe desempeñando lo que sabe hacer de forma efectiva.
En lo personal, creo que cometería una equivocación si ingresa a jugar en una zona de la cancha en la que sus habilidades son incompatibles con el tamaño de la responsabilidad que implica gobernar.
Ahora, si detrás de la abundante promoción de su persona existe un plan de posicionamiento a fin de colocarlo en el ánimo de la población para ver si sube en las encuestas y así legitimar una eventual aspiración, entonces me parece que la estrategia es tan elemental que supone resultados poco alentadores.
No basta con tener la bendición del gobernador. Conectar con la gente es un asunto que va más allá de las intencionesy la mercadotecnia; Clemente Castañeda carece de una personalidad atractiva ante los ojos del electorado. Su fortaleza radica en la inteligencia y su enorme capacidad de gestión y cabildeo.
El senador Castañeda, si bien es el favorito de Enrique Alfaro, no escapa a su circunstancia, misma que –al menos por ahora- le es desfavorable de frente a Pablo Lemus y Salvador Zamora.
Y ya que me refiero a ellos, al respecto hay un par de puntos que deben resaltarse.
Primero, y quizás sea el más relevante, es que ambos munícipes son los activos más importantes con los que cuenta Movimiento Ciudadano en Jalisco.
Mientras que Lemus Navarro es una marca por sí mismo, Zamora logró trascender su desempeño en Tlajomulco al área metropolitana, tal como lo hicieron en su momento Alfaro Ramírez e Ismael del Toro.
El otro es que difícilmente chocarán en el trayecto. A menos que en el futuro por alguna razón Pablo y Enrique entren en un conflicto irreversible, Salvador Zamora haría el quite.
Sin embargo es un escenario de escasas posibilidades.
Aunque en el implacable mundo de la política todo puede cambiar en un día, en la actualidad estos dos alcaldes se convirtieron en los protagonistas de una historia que aún se escribe.
Si nada extraordinario sucede, hoy vemos a los que aparecerán en la boleta en busca de llegar a Palacio de Gobierno y a la presidencia de Guadalajara.
Es verdad, parece lejos nuestro encuentro con las urnas, pero saber con tanta anticipación quiénes pretenden escalar a otra latitud, nos permite monitorear y evaluar con ojo crítico su trabajo.
Sí, no obstante que falta un largo tramo por recorrer en el sinuoso camino que lleva al 2024, ya hay dos finalistas.
¿Y Zapopan y Tlajomulco?
Pues mis fuentes, que no me han fallado, sostienen que la reelección de Juan José Frangie en Zapopan tiene el viento a favor debido a que la ciudadanía lo evalúa bastante bien; de cualquier modo, si en la mesa de las decisiones se tomara otra determinación, Fabiola Loya, subsecretaria de Derechos Humanos, sería la candidata.
En Tlajomulco lleva mano Adriana Medina, Coordinadora General de Construcción de Comunidad del ayuntamiento.
“Es que en Tlajo, va mujer”, según me dicen.
Así las cosas.
@oscarabrego111
@DeFrentealPoder