La permanencia de Hugo López-Gatell como Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud en el Gobierno Federal, sólo se entiende desde el muy reducido punto de vista del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien seguramente supone que exigirle la renuncia o tomársela -según dicen van tres veces que la presenta- implica en automático reconocer que se equivocó al confiarle el cargo y ya sabemos que el primer mandatario de nuestro país no acepta ni reconoce errores.
También se sabe que López Obrador no acepta consejos, que no escucha opiniones, que se maneja solo y no pide el parecer de nadie. Tal vez por ello dejó pasar una estupenda oportunidad para deshacerse de tan nefasto personaje, quien esta semana en una más de sus imperdonables declaraciones, opinó, ante la solicitud de vacunar niños, que, por cada dosis que se desviara hacia un niño o una niña cuyo riesgo es considerablemente menor, se le está quitando la oportunidad a una persona que tiene un riesgo mayor.
La ocasión era insuperable: Andrés Manuel solo tenía que haber actuado con mano dura, salir a decir en La Mañanera que en su Gobierno importan los niños y tienen un lugar preponderante, y que lamentaba la desafortunada declaración del galeno pero que tras lo ocurrido le era imposible mantenerlo en el cargo después de tan terrible despropósito.
Con esta postura, el tabasqueño se habría congraciado de alguna manera con los millones de padres de familia que consideran que los niños mexicanos deben ser vacunados como se está haciendo ya en otros países.
Además, no únicamente se habría desmarcado de la ya larga lista de desatinos de quien tanto daño ha hecho al actual régimen con su fallida estrategia anti-COVID, sino que además, era la coyuntura perfecta para no tener que reconocer que se equivocó al sostenerlo por mucho más tiempo del que debió estar al frente de la lucha contra la pandemia.
Pero en este contexto, el presidente se ha convertido en cómplice por sostenerlo y por protegerlo cada vez que el mezquino funcionario ha expresado atroces declaraciones.
Solo hay que recordar cuando en un programa de televisión con Moneros en el canal 22 de la Ciudad de México, el médico interpretó una protesta de padres de familia de niños con Cáncer que exigían quimioterapias, “como parte de una campaña más allá del país de los grupos de derecha internacionales que están buscando crear esta ola de simpatía en la ciudadanía mexicana ya con una visión casi golpista”. “Este tipo de generación de narrativas de golpe a veces se ha conectado en la historia de Latinoamérica con golpe, golpe, golpe de estado”, afirmó el funcionario.
El zar del combate a la pandemia impuesto y soportado hasta la fecha por el presidente Andrés Manuel López Obrador, encaja perfecto en la descripción de una persona mezquina, un ser ruin, falto de nobleza, miserable, y moralmente despreciable, que particularmente se ha ensañado con los niños emitiendo declaraciones que por mucho menos de lo que ha dicho ya se le habría exigido la renuncia en casi cualquier parte del mundo, pero no en nuestro país, siendo que la terquedad del presidente mexicano lo ha salvado una y otra vez.
Lo cierto es que, hay que tener una mente muy retorcida para creer que niños con Cáncer y sus padres forman parte de una estrategia política para dañar la imagen del gobierno. Hay que tener cero sensibilidad para creer que los padres están siendo manipulados por otras fuerzas para atacar al gobierno. Hay que ser muy ruin para ir en contra de niños que se están muriendo por falta de medicamentos, sólo para defender a un jefe. Hay que ser muy mal nacido para, a cambio de mantener un puesto de trabajo, estar dispuesto a perder la escasa dignidad que le quedaba, -si es que quedaba algo a Hugo López Gatell Ramírez, después de su fracaso frente a la pandemia por COVID-19; después de hablar de la fuerza moral del presidente; después de ser exhibido por sus malas decisiones; por sus fallidas estrategias; por sus ridículas elucubraciones; y por tener a cuestas la muerte de más de medio millón de mexicanos víctimas de su incapacidad y negligencia, sin contar los fallecimientos de al menos 1,600 niños que perdieron la vida prematuramente por no recibir sus tratamientos para el cáncer-, y los que están perdiendo la batalla contra la pandemia.
El cese de Gatell ha sido solicitado desde prácticamente todos los sectores; lo pidieron padres de niños con Cáncer, representantes de todos los partidos políticos de oposición, miembros del sector salud, organismos de Derechos Humanos y grupos de mujeres. En tanto que en redes sociales han circulado una y otra vez peticiones de firmas para que se le remueva del cargo, y existen varias denuncias en su contra en la Fiscalía General de la República por los delitos de genocidio, comisión por omisión y discriminación.
La necedad de AMLO por sostener a Gatell, lo ha llevado a convertirse en cómplice de cada una de sus acciones, decisiones y palabras. Si algún día llega la justicia en este país, ambos debieran rendir cuentas.
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