Es cierto que miembros de la iglesia católica han hecho mucho daño y que incluso se está actuando tarde, pero no se puede dejar de reconocer los cambios positivos que está generando el primer Papa latinoamericano, Francisco, quien a pesar de la rígida oposición de la rancia jerarquía católica, se ha impuesto, eliminando las “manzanas podridas” para dar pasos certeros hacia la erradicación de vicios y normas que permitían la protección a sacerdotes pederastas, así como actos aberrantes que a lo largo de la historia se han venido cometiendo con la complacencia de anteriores autoridades eclesiásticas.
Es bajo la égida de Jorge Mario Bergoglio, “El Papa Francisco”, con quien finalmente y siendo el 266º soberano del Vaticano, se ha visto un cambio real y positivo.
Una de las más importantes normas dictadas de manera reciente fue la abolición del “secreto pontificio”, con lo cual sacerdotes y autoridades eclesiásticas ya no podrán escudarse en esta figura en casos de violencia sexual o abusos de menores cometidos por clérigos sin importar su jerarquía.
Esta medida le permitirá a la Iglesia católica compartir «denuncias, testimonios y documentos procesales relativos a los casos de abuso» con las autoridades civiles que los investigan.
El Papa Francisco ha decidido que no había duda: primero, la protección de los menores, lo que seguramente animará a más víctimas a denunciar cuando antes habían callado por miedo o por pensar que eran las únicas.
Esto significa que las denuncias, procesos y decisiones ante estos abusos sexuales, no serán protegidas u ocultadas por la cúpula de El Vaticano, en línea con el pronunciamiento del Papa en octubre del 2018 de que “no serán tolerados” estos reprensibles episodios.
“Tanto los abusos como su encubrimiento no pueden ser tolerados, y un trato diferente para los obispos que los cometieron o los encubrieron representa una forma de clericalismo que ya no es aceptable”, proclamó en aquella ocasión.
Bajo el pontificando del Papa Francisco, es que se ha permitido develar la podredumbre al seno de la iglesia, desenmascarando y juzgando a los sacerdotes que cometieron toda clase de abusos. Y una muestra de ello es el reciente reporte dado a conocer por la congregación Los Legionarios de Cristo, que ha reconocido que 175 menores de edad fueron víctimas de abusos sexuales desde su fundación en 1941 hasta mediados de diciembre de este año; flagelos cometidos por 33 sacerdotes contra niños, en su mayoría de entre 11 y 16 años. De todos los casos se señala que al menos 60 violaciones fueron cometidas por el sacerdote Marcial Maciel, fundador de la congregación más conservadora y una de las más poderosas en el seno de la Iglesia católica.
Ahora bien, ya que la más alta Jerarquía de la Iglesia Católica que encabeza el Papa Francisco, ha dado muestras de querer llegar al fondo de este tema, nuestras autoridades en México estarían obligadas a hacer lo propio y a través de una exhaustiva investigación que debería estar a cargo de la Fiscalía General de la República (FGR), que encabeza Alejandro Gertz Manero, llegar hasta las últimas consecuencias para que los responsables de flagelos como el que se ha dado cuenta no queden impunes.
El 6 de junio de 2017, Norberto Rivera Carrera, señalado como protector y encubridor de sacerdotes pederastas, renunció a su cargo como Arzobispo primado de México con una disculpa a su feligresía por “sus debilidades y omisiones”, sin embargo no dedicó ni una línea a las víctimas de la pederastia clerical qué durante mucho tiempo solapó.
La iglesia católica en el país padeció con Norberto Rivera los escándalos de protección a sacerdotes pederastas con Marcial Maciel, Nicolás Aguilar —por quien el cardenal fue demandado ante la Corte de Los Ángeles, California— así como el caso del sacerdote Carlos López Valdés, cuyo proceso penal continúa por abuso sexual cometido entre 1994 y 1999.
Además, ante las autoridades competentes, el 2 de junio del 2017 fue interpuesta una nueva denuncia penal contra Norberto Rivera por encubrir a 15 sacerdotes pederastas de su arquidiócesis.
En síntesis, Rivera representa el fracaso de un modelo de Iglesia en la que los obispos se auto concebían como maestros, de verdades absolutas y que cuestionaban el rumbo de una sociedad que parecía ir a la deriva.
Entre esos personajes que incurrieron en abusos y que deben pagar por sus crímenes estarían el Cardenal Juan Sandoval ÍIñiguez, ex Obispo y ex Arzobispo de Guadalajara, así como los sacerdotes Luis Garza Medina y Álvaro Corcuera, quienes fungían como Vicario General y Director General de Los Legionarios de Cristo, por encubrimiento de al menos 35 casos de pederastia de integrantes de esa comunidad clerical que como ya se mencionaba fundó el defenestrado Marcial Maciel, debiendo recordarse que Sandoval Íñiguez reconoció haber conocido de los crímenes sexuales y confesó públicamente que incumplió con lo que le obliga la ley y la Constitución de la República al omitir deliberadamente detener y entregar a la justicia a los sacerdotes incriminados a los que “sólo les castigó eclesiásticamente” al suspenderlos temporalmente de sus prerrogativas sacerdotales y cambiarlos de adscripción, por lo que resulta, es culpable de pedofilia y pederastia por negligencia y complicidad al propiciar impunidad de criminales que siguen libres y quizá continúen cometiendo crímenes.
Así pues, las denuncias de casos de sacerdotes pederastas, y los señalamientos como lo han hecho Los Legendarios de Cristo, se percibe como un signo de buena voluntad y como una valiente disposición papal para dejar de encubrir a quienes abusando de su poder cometieron actos aberrantes en contra de niños y jóvenes.
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