Por Carlos Martínez Macías
Para que los adolescentes y jóvenes vivieran la experiencia de unas vacaciones diferentes, el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), encontró la mejor manera de sacar provecho a la “moda” de fosas, restos acumulados en sus instalaciones y el tema de los desaparecidos.
Dirigido a menores de 12 a 16 años, el organismo ofrecía un curso de verano, para que los chicos se adentraran en el mundo forense, mientras que los adultos seguían con su interminable búsqueda de desaparecidos y las madres se agolpaban frente a las instalaciones en espera de una confronta para identificar a sus seres queridos.
Con el sugestivo nombre de “Verano Forense 2023”, del 17 al 28 de julio, de 10 a 14 horas, el instituto organizó el citado curso con las siguientes “temáticas”: Criminalística, lofoscopía, documentos cuestionados, entomología forense y antropología forense, con un costo por persona de dos mil 500 pesos.
Es decir, que los adolescentes podrían comprender y analizar con la criminalística, la escena de un crimen o escenarios delictivos, las pruebas, la reconstrucción de hechos y, en síntesis, la investigación criminal.
Con la lofoscopía, aprenderían a conocer los dibujos o relieves papilares que se localizan en los dedos, palmas de las manos y plantas de los pies de cualquier persona. Es considerado un método preciso y eficaz de identificación.
También se ofrecía conocer las técnicas de identificación de documentos cuestionados, donde descubrirían la falsificación de moneda, licencias de conducir, actas de nacimiento, títulos de propiedad, pasaportes, credencial de elector o, más cercano a ellos, certificados de estudios.
Por medio de la entomología forense, el curso del IJCF, también abría la posibilidad de que los jóvenes pudieran estudiar los insectos asociados a un cadáver para determinar el tiempo transcurrido desde la muerte.
Y por último y tal vez el más “apasionante”, los menores de edad tendrían acceso mediante este curso de verano, a la antropología forense, que no es otra cosa que el estudio de restos óseos humanos o que aún conservan partes blandas, para determinar la identidad de las personas y las causas de su muerte.
En los anuncios, no se especificaba si los adolescentes y jóvenes que acudieran a los cursos, tendrían acceso a los cientos de restos humanos y cuerpos que se acumulan en el Servicio Médico Forense (Semefo), pero se infiere que, si se trata de material de estudio, el instituto cuenta con materia prima de sobra para la labor pedagógica, incluidos aquellos que no han sido identificados.
En medio del clima de violencia que lamentablemente se vive en Jalisco, con una severa crisis por desaparecidos, resulta de gran frivolidad convertir esta tragedia en un curso de verano y encima de ello cobrar por los supuestos talleres.
Además, ¿qué pensarían del “Verano Forense 2023” las decenas de madres que este martes se reúnen afuera del IJCF para ejercer presión para que les entreguen los cuerpos de sus familiares?
Personal consultado en el instituto, comentó que no hay tiempo para cursos con el trabajo acumulado que enfrentan y que además resulta una ironía ofrecer las técnicas de investigación, cuando algunas no se pueden realizar correctamente por falta de equipos.
Por si fuera poco, sería bueno preguntarse, si lo más adecuado es dirigir este tipo de capacitación sobre el tema forense y criminal, a menores de edad de 12 a 16 años, por mucho que lo hayan visto en televisión.
Pero el citado curso de verano, planeado, organizado y preparado por el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses, finalmente se suspendió. No fue porque una luz iluminara la corteza cerebral del encéfalo (para hablar en términos forenses) y produjera un rayo de cordura.
Lo que pasó es que no hubo los suficientes adolescentes interesados en adentrarse en este maravilloso mundo. Será el otro verano.