En un acto totalmente inesperado, el gabinete en pleno del gobierno libanés determinó su dimisión, según informó el primer ministro de aquella nación árabe, Hassan Diab, quien también anunció su propia abdicación, e informó que la disolución del gobierno se dará en bloques tras las sucesivas renuncias de integrantes de su equipo como consecuencia de la explosión ocurrida el martes en el puerto de Beirut, capital de Líbano, que devastó barrios enteros dejando a más de 300 mil personas sin hogar, un saldo de más de 150 muertos, 6 mil heridos y decenas de desaparecidos.
Diab, al frente del gobierno desde hace casi siete meses, hizo el anuncio oficial en una transmisión en televisión desde el Palacio Presidencial.
El primer ministro había asegurado que estaba dispuesto a mantenerse dos meses en su cargo hasta la organización de elecciones anticipadas.
Sin embargo, este lunes el premier libanés confirmó la noticia anticipada por el ministro de Salud tras la reunión de gabinete: “Hassan Diab renunció junto a todos los ministros que quedaban en el gobierno”, dijo. El titular del área de salud habló con periodistas más temprano y señaló que la decisión estaba tomada, después de dos días de manifestaciones durante el fin de semana que vieron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad que lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes.
El jefe del gobierno, que se presenta como independiente, culpó a la clase política tradicional de su fracaso, arremetiendo contra la “corrupción” que llevó a este “terremoto que golpeó al país”. “Hoy, anuncio la dimisión de este gobierno”, dijo.
“Los sistemas de corrupción son más grandes que el Estado”, afirmó Diab, cuyo Gabinete fue formado en diciembre de 2019, en respuesta a la ola de protestas que estalló en el país en octubre en contra del sistema de gobierno corrupto y sectario: ”Algunos no han leído bien la revolución de los libaneses del 17 (de octubre), era contra ellos pero no lo entendieron”, enfatizó.
Asimismo, responsabilizó de la catástrofe a la “clase política” que “lucha con todos los medios sucios”, sin referirse a ningún partido o dirigente en concreto.
Durante su pronunciamiento, aseguró que su Gobierno, calificado de tecnócrata, hizo “todo lo que pudo para salvar el país” pero que hay una “gran barrera” frente al cambio. “Deberían tener vergüenza de sí mismos porque su corrupción dura siete años”, afirmó.
Diab sostuvo que el Ejecutivo “da un paso atrás para estar junto a la población” y ha defendido que de esta forma “acata la demanda de la población por un cambio real”.
Desde octubre, el país registra manifestaciones masivas exigiendo la salida de todo el poder político, debido a la corrupción arraigada, la incompetencia y la mala gestión en cuestiones que afectan directamente a todos los ciudadanos del país.
Este lunes, más temprano, la ministra de Justicia del Líbano, Marie Claude Najem, había presentado su dimisión al puesto, elevando hasta ese momento a tres los integrantes del gabinete de Hasan Diab en renunciar desde la explosión y las consecuentes protestas contra los dirigentes del país.
La titular de Justicia entregó un escrito con su dimisión formal en el que argumenta su marcha en «el desastre que sufrió la patria en el corazón de su capital Beirut y el dolor de los libaneses», así como «los conflictos en las calles», según el texto, difundido por medios locales. «La profunda crisis y la situación excepcional que presencia la patria imponen recurrir a la voluntad del pueblo (..) y ya había lanzado una iniciativa para aprobar un proyecto de ley que redujese el periodo del Parlamento actual y convocase elecciones anticipadas», apuntó la ministra.
Agregó que esperaba que el Ejecutivo al completo renunciase de forma «colectiva» y no de uno en uno. Najem, que sufrió la ira de la gente dos días después de la explosión y tuvo que salir de un lugar público abucheada e increpada, es la tercera baja del Gobierno de Diab desde la deflagración que hace una semana.
El domingo renunciaron la ministra de Información, Manal Abdel Samad, y el de Medio Ambiente, Damianos Kattar. A estas tres dimisiones se suma una cuarta ocurrida el día antes de la deflagración, la de Nassif Hitti como ministro de Asuntos Exteriores por discrepancias con la actuación del Gobierno al afirmar que el país camina hacia un «estado fallido». Ya a finales de junio el director general del Ministerio de Finanzas y miembro del equipo que negociaba con el Fondo Monetario Internacional, Alain Befani, anunció también su renuncia, lo que fue un duro golpe para el Gobierno de Diab.
En un país ya sumido en una grave crisis económica, la explosión de la semana pasada ha provocado manifestaciones en los últimos dos días, que sólo el sábado se saldaron con al menos un policía muerto y cientos de heridos.
La realidad es que la explosión ocurre en un país con un contexto ya delicado, agravado por su peor crisis económica desde el conflicto bélico.
La situación además pone de relieve las profundas divisiones en la sociedad libanesa, donde muchos ciudadanos acusan a la élite política dominante de acumular riqueza y dejar a un lado las amplias reformas necesarias para resolver los problemas del país.
Los cortes de electricidad, la falta de agua potable y el acceso limitado a la salud pública se han convertido en parte de la rutina de buena parte de la población.
Además, la pandemia de covid-19 ha puesto al sistema sanitario bajo una presión todavía mayor, a lo que se suma ahora la llegada de miles de heridos por la explosión a los hospitales de la capital.
Las explosiones tuvieron lugar en un momento en el que El Líbano atraviesa una grave crisis económica -la peor desde la guerra civil (1975-1990)- y se teme que la destrucción ocasionada por las mismas impacten directamente en la importación de alimentos y otros productos básicos.
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