Abundar sobre la historia del tráiler del horror sería ocioso para una colaboración que circula en redes a inicios de semana; sin embargo, lo que sí me parece pertinente, es hacer algunas reflexiones derivadas de este thriller que ha conmocionado a decenas de miles de personas en México y el mundo.
Me cuentan que algunos de los asesores que aún trabajan en el diseño de los proyectos y planes de gobierno que encabezará Enrique Alfaro a partir del 6 de diciembre, están más que preocupados. Asustados, es el término adecuado. Y es que el motivo salta a la vista; lo que puede dar al traste con la llamada refundación del Estado es el brutal tema de la inseguridad y todas sus variables.
De acuerdo a la información que me han confiado, ninguno de los gurús que son consultados en la materia, logran cruzar la frontera de los diagnósticos y sólo especulan alrededor de hipótesis que no garantizan detener -mucho menos disminuir- la tremenda escalada de violencia que puso en jaque mate a los poderes públicos y los órdenes de gobierno en Jalisco.
Todo indica que la visión del próximo gobernador tendrá que ser modificada. Si Alfaro Ramírez desea trascender como un gobernante distinto, no sólo tendrá que meter a la cárcel a todos aquellos funcionarios que se enriquecieron de forma inexplicable e ilícita, sino a quienes desde el poder público se enlistaron en las filas del hampa. ¿Por qué? Porque no podemos entender el nivel de impunidad que padecemos sin la colusión con las bandas delictivas de un buen número de políticos, jueces, magistrados y diversos mandos policíacos.
Así pues, el principal desafío del gobierno venidero es dar con la fórmula que contenga el devastador avance de la criminalidad y la violencia que ésta provoca; es decir, desmotivar a la delincuencia y a sus numerosos colaboradores será, sin duda, el reto más importante de su gestión.
Y más aún, de alguna manera, Enrique tendrá que convencerse (o alguien tendrá que hacerlo) de que debe modificar el tono –algunas veces belicoso- de sus discursos y bajar el nivel de rencor que guarda contra algunos actores políticos y públicos que no coinciden con él.
El ambiente de temor que se siente en las calles y los ríos de sangre que corren a diario en nuestras comunidades y regiones, no está para odios ni desprecios. Tampoco para la venganza, aunque sí para la justicia.
Si alguien está obligado a lanzar una convocatoria por la unidad, tolerancia y concordia, es quien el 1 de julio fue el depositario de la confianza del gran elector.
De eso, ha dado muy buen ejemplo Andrés Manuel López Obrador. La cordialidad demostrada durante su visita a la entidad en días pasados, deja la sensación de que no hay cabida para falsos egocentrismos; el tiempo huele a peligro y si no se logra la cohesión social en torno a objetivos comunes, ningún gobierno, sea local o federal, alcanzará la trascendencia.
Por lo anterior también vale la pena reconocer que el mal que enfrentamos es resultado de un deterioro social que al momento sólo tiene explicaciones incompletas; hay que admitir que enfrentamos una agresividad colectiva que supera la ficción y que desde hace años nos coloca –vergonzosamente- en los primerísimos lugares del ranking mundial de las naciones más violentas, crueles y sanguinarias.
Si algo han hecho mal nuestros gobernantes, nosotros tampoco nos quedamos atrás. El evidente aumento en la portación de armas de fuego, el creciente número de pandillas en las colonias, o el incremento de los feminicidios en las distintas zonas de la entidad, es una clara muestra de la ausencia del respeto por la vida y de miedo a pagar las consecuencias por romper las leyes que nos deberían regir.
Si Enrique Alfaro Ramírez quiere tener éxito en su próxima aventura política, deberá resignificar el concepto del poder. Refundar Jalisco exige que se redefina como un hombre de transformación para la conquista de la paz.
Su paso por Guadalajara dejó la enseñanza de que pelearse con la prensa o con quienes considera sus antagonistas, no es una buena estrategia para combatir a los verdaderos enemigos de la gente indefensa.
Ojalá que en los meses y años que vienen, por el bien de todos, veamos a un político que al auto gobernarse, logre desarrollar un buen gobierno.