“Es una paradoja que todos los dictadores hayan subido al poder por la escalera de la libertad de expresión. Inmediatamente después de alcanzar el poder, cada dictador suprimió la libertad de expresión a todos, excepto la suya propia.”
Herbert Clark Hoover
Esta es la hipótesis: López Obrador quiere mantenerse en la presidencia después de las elecciones.
Enumeremos las variables que tenemos a la mano.
Uno: Protagonista de su épica, Andrés Manuel ha hecho de la mentira el recurso más potente (también el más patético) de su grandilocuencia. En el mundo de fantasía que construyó para sí mismo, el engaño es un componente clave para que se asuma, ante lo que llama el pueblo, como un mesías comparable con Cristo; sus batallas –de acuerdo a su delirio incontenible- representan las nobles causas que traerán justicia a un México abatido por los abusos de quienes le antecedieron. Así, el fundador de la cuatro t, se mira en el reflejo de una ilusión esquizofrénica cuya distorsión lo convenció de que no hay nadie mejor que él para dirigir los destinos de la República.
Dos: Lo podemos calificar de mitómano, narcisista, deshonesto, incongruente, paranoico, cobarde, acomplejado, incompetente, arrogante, demagogo, autocrático, rencoroso, retrógrado, ignorante o corrupto; sin embargo, nadie puede acusarlo de tonto. Si cuenta con algo es con una tremenda pericia para salir airoso en medio de los conflictos. Posee, como muy pocos la han tenido en la historia de la política latinoamericana, una formidable habilidad para ocultar el desastre que va dejando a su paso. Planteado de otro modo, es un tipo tan astuto, que al menos por ahora conserva el respaldo de un buen porcentaje de sus lacayos y seguidores.
Tres: Sabedor de que la máxima “divide y vencerás” es un arma eficaz para debilitar la unidad nacional, utiliza el podio mañanero para intimidar a los otros dos poderes y minar el ánimo de sus críticos. Más aún, la estrategia consiste en socavar la credibilidad de quienes pueden develar su verdadero rostro y poner a la vista de la gente la porquería que es su entorno y el gobierno que encabeza. Por supuesto, como parte de ello, destruir dignidades personales y profesionales, al igual que desbaratar a instituciones que estorban a sus oscuras pretensiones (como el Instituto Nacional Electoral), es una prioridad urgente e impostergable.
Cuatro: Aunque se dice demócrata y defensor del principio maderista “Sufragio efectivo no reelección”, hay evidencia suficiente y contundente que apunta hacia la dirección contraria. En varias ocasiones ha dicho que “como Vicente Fernández, mientras el pueblo quiera, yo seguiré”; “mientras el pueblo continúe respaldándome, yo sigo”.
Cinco: Las “corcholatas” son una pantalla. Un pretexto. Impulsar un supuesto proceso de selección democrática mediante encuestas es un montaje que en el futuro sería una de las evidencias que le permitirían afirmar que por él no quedó procurar la cohesión de su partido y el de los sectores que todavía apoyan su calamitosa gestión. Todos vemos con claridad que el gran elector es él. Nadie ni nada más. Y si en los sondeos de opinión su figura fuese más fuerte que la de Claudia, Adán y Marcelo, entonces, ¿cómo podría él oponerse al deseo del pueblo sabio y bueno? Lo sabemos, en su narrativa procaz, “el pueblo manda”.
Seis: Al presidente le aterra la idea de perder la elección pues se abriría la posibilidad de que, como consecuencia de la derrota, de seguro terminaría en la cárcel. Quiere impedir desesperadamente, a costa de lo que sea, el triunfo de la oposición y que luego alguien de sus compinches o familiares lo delaten y acabe sus días en prisión. Los ejemplos recientes de Cristina Fernández en Argentina y Pedro Castillo en Perú, lo tienen profundamente nervioso.
Siete: Obsesionado con el pasado y fan de los dictadores, cree que tener de su lado a los altos mandos del ejército y también a poderosos capos del crimen organizado, de alguna forma lo blindarán ante cualquier intento de un “golpe de Estado” provocado por la oligarquía que con ansiosa insistencia cita en las mañaneras. Con eso nos explicamos porqué otorga jugosos contratos y amplias facultades civiles a las fuerzas armadas y es incapaz de levantar la voz a líderes de la delincuencia. Asume que llegado el momento, cobrará los favores hechos a estos dos grandes aliados para aplastar algún intento de rebelión social. Es decir, la militarización y el trato cariñoso al hampa, complementan su proterva intención.
Ocho: Debilitar la capacidad organizativa del INE tiene un propósito fundamental: dinamitar las condiciones mínimas requeridas para sacar adelante las elecciones del 2024 y declarar que no hay condiciones favorables para entregar la presidencia.
Se trataría del perverso plan de López Obrador.
Espero estar equivocado.
@oscarabrego111
@DeFrentealPoder