No se conoce su nombre ni el artista que lo diseñó. Sin embargo, ha acompañado a Ciudad Universitaria desde sus inicios en 1952. Dieciocho figuras abstractas sobre un fondo gris lo componen y se extiende a lo largo de la fachada norte del Edificio B de la Facultad de Química –aunque originalmente el lugar albergaba a la Escuela de Veterinaria–, quizá por ello un puñado de estudiantes lo ubica en el imaginario universitario como “las amibas”.
Los detalles ausentes alrededor de este mural lo hacen “muy especial”, afirmó Aldo Solano, historiador del arte y candidato a doctor por el Instituto de Investigaciones Estéticas. “Detrás de no saber quién lo hizo, de qué se trata y cómo se llama está la razón de por qué no sabemos casi nada de él”.
El investigador subrayó que de los murales originales del Campus Central, se trata del único mural abstracto. Además, comentó, es “peculiar porque no está adosado directamente al muro de un edificio, funciona como una especie de panel que disimula la entrada. Esto lo coloca en un plano más fácil de entender que como algo nada más decorativo. Es abstracto y no está tan obviamente participando de la arquitectura”.
La edificación fue diseñada por los arquitectos Fernando Barbará Zetina, Carlos Solórzano y Félix Tena, tres personajes de los que no se conservaron archivos relevantes sobre los proyectos que desarrollaron a lo largo de su carrera profesional, apuntó Solano, lo que dificulta obtener más detalles sobre la pieza. Asimismo, tampoco fue considerado en la primera guía de murales en Ciudad Universitaria escrita por la periodista Alma Reed en 1957, ni hay información respecto a la obra en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación o el Archivo de Arquitectos Mexicanos.
Ignorado
“Este mural parece que no existe, a ningún investigador le ha llamado la atención o por lo difícil de encontrar información sobre él, se ha optado por ignorarlo, por eliminarlo de las guías. Lo que sí podemos saber es que está muy cercano a la producción artística de otro arquitecto, José Luis Benlliure, que participó de manera muy incipiente en Ciudad Universitaria como dibujante y arquitecto ayudante, era muy joven en ese momento”, argumentó el historiador y añadió:
“El Conjunto Aristos es el edificio más famoso de José Luis Benlliure y es, tal vez, de los más exitosos en cuanto a trabajo arquitectónico de planeación, volúmenes y dimensiones. Ahí hay dos murales que tienen mucha sintonía con éste en cuanto a cómo funcionan en el espacio, vestibulando casi como una celosía, también tienen mucha similitud en cuanto al material de teselas de mosaico veneciano y que son de temática abstracta. Hay cercanía formal. Podría ser una posibilidad; sin embargo, desde luego, no podemos atribuírselo a nadie porque no tenemos las pruebas suficientes”.
Aldo Solano rememoró que una de las teorías más populares refiere que el autor desconocido del mural no es otro que el artista de origen guatemalteco Carlos Mérida, cuya carrera se distinguió por una fuerte presencia de figuras abstractas y perspectivas geométricas. Incluso, sumó el investigador, el diseño es similar a los murales creados por Mérida para el Centro Comunitario de Ciudad de Guatemala.
Aun con estos posibles lazos, para Solano no hay suficiente información que conecte de manera directa a Mérida con este mural abstracto: “para este momento Carlos Mérida ya había abandonado este tipo de figuras, él las utilizaba en los 30 muy influenciado por el surrealismo. Para el 52, él ya estaba completamente en lo abstracto geometrizante, en otro lenguaje, el Carlos Mérida que conocemos como maduro”.