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El factor miedo en una pandemia


Si bien es cierto que el distanciamiento social con la suspensión temporal de toda actividad en espacio público salvo las esenciales, que impuso el Consejo General de Salubridad del Gobierno Federal, es una herramienta clave para tratar de contener el índice de contagio por el virus que causa la enfermedad conocida como Covid-19, también es cierto que produce una severa afectación a la actividad económica, la productividad y el empleo, con la consecuente crisis financiera y económica que tiende a producir acendramiento en la pobreza, consecuentemente hambre, violencia y caos.

De ahí que resulte interesante poner atención a lo que expresa un sobresaliente científico mexicano destacado en el ámbito internacional, el Doctor en Ciencias Médicas Ariel Pablos-Méndez, quien es profesor de medicina en el Centro Médico de la Universidad de Columbia, en Nueva York y ha sido jefe de salud global de la Agencia de los Estados Unidos de América para el Desarrollo Internacional (USAID), que adorna :

‘Nuestra respuesta a COVID-19 ha sido precipitada e impulsada por el miedo, no por los datos. Esto puede terminar costándonos el doble porque la salud depende de muchos factores. Como aprendimos después del colapso del mercado de 2008, los shocks económicos tienen un impacto directo en la salud pública. Estados Unidos experimentó una disminución histórica en la esperanza de vida debido a una epidemia de muertes por desesperación. En cuestión de meses, las personas perdieron sus empleos, ahorros de por vida y sus hogares. Una situación sorprendentemente similar está sucediendo ahora.

El hecho es que la salud pública y las economías estables van de la mano. Pero en la respuesta actual de COVID-19, los hemos enfrentado entre sí. O salvamos vidas con un bloqueo total o volvemos a los negocios como de costumbre y sacrificamos las vidas de los que están en mayor riesgo. Estoy a favor de un enfoque intermedio: maximizar la protección para las personas mayores y las personas vulnerables, al tiempo que dejo que los jóvenes y sanos con inmunidad comprobada al virus vuelvan al trabajo. Para hacer esto, necesitamos más datos sobre inmunidad.

Si bien prestamos atención al creciente número de casos de COVID-19, estamos pasando por alto el hecho de que ahora hay casi 200,000 personas en todo el mundo que se han recuperado y sobrevivido. Muchos aún no se han probado, pero la mayoría de los sobrevivientes son jóvenes, sanos y ansiosos por volver a participar en la vida y el trabajo. También sabemos que los casos de re infección son extremadamente raros e improbables.

Como médico en primera línea del nuevo epicentro de la pandemia en la ciudad de Nueva York, veo de primera mano cómo COVID-19 está causando miedo y asediando hospitales. La naturaleza hiperactiva de esta epidemia es trágica y abrumadora. Pero como profesional de la salud mundial, estoy acostumbrado a ver el panorama general con datos disponibles, por lo que exhorto a los responsables políticos a reemplazar el miedo y la ansiedad con un enfoque equilibrado basado en mensajes, estrategias y políticas basadas en datos.

Es cierto que la epidemia nos atrapó sin preparación, pero todavía estamos volando a ciegas a la peor tormenta en una generación. Sin embargo, creo que con mejores datos, el panorama general puede ser menos sombrío de lo que se piensa si consideramos un nuevo enfoque, uno que está ganando terreno en países como Alemania.

Los alemanes están haciendo pruebas masivas y aislando casos confirmados mientras aumentan la capacidad de atención hospitalaria e incentivan la innovación. Lo que es más importante, están reabriendo progresivamente su economía mediante la emisión de «certificados de inmunidad» a los trabajadores de primera línea y otros que dan positivo por anticuerpos del virus (es decir, prueba de serología). ¿Una idea loca? No si valoras tanto la salud pública como la economía.

Seamos realistas, en los Estados Unidos estamos jugando a contener la propagación de COVID-19, pero el virus es como un iceberg en movimiento. Solo vemos la punta: el número cada vez mayor de nuevas infecciones confirmó casos y muertes. Da miedo y supone una carga repentina para los sistemas de salud y las familias. Lo que no vemos es la parte sumergida del iceberg. La vasta franja de población silenciosa o levemente infectada y que transmite el virus a otros. La inteligencia epidemiológica se ve obstaculizada si solo evaluamos a los pacientes más enfermos.

Desafortunadamente, las pruebas de serología han faltado en los esfuerzos de recopilación de datos de EE. UU. Durante el período inicial de la epidemia. Las pruebas de serología miden los anticuerpos COVID-19 en nuestra sangre en lugar de la presencia de virus en nuestros cuerpos y son fundamentales para comprender y manejar una «epidemia de iceberg». ¿Por qué? Porque al final del día, es probable que el súper esparcidor COVID-19 infecte a la mayoría de la población, sin importar cuán separados nos mantengamos el uno del otro en las próximas semanas. La buena noticia es que, una vez inmunes, la mayoría de las personas pueden volver a trabajar. Nuestros esfuerzos de contención deben centrarse en los más vulnerables: los ancianos y los pacientes con enfermedades cardiopulmonares subyacentes.

Necesitamos aplanar la curva aplanar la curva para los más vulnerables en razón de factores que pueden ser derivados de sus antecedentes o padecimientos de salud, posible estado de gestación y posiblemente la edad, pero acelerar la inmunidad del rebaño para los sanos para que no matemos a la economía tratando de escapar de la pandemia en el cierre. Si bien el aislamiento en el hogar durante un mes puede detener un brote, simplemente retrasa el reloj, ya que el virus puede regresar si no es derrotado a nivel mundial.

La mayoría de las economías, incluida la de los Estados Unidos, no pueden sobrevivir a la fuerte medicina de bloqueo durante todo un año. Usemos los datos de las pruebas de serología para obtener una imagen completa del iceberg, elaborar políticas que protejan a los ancianos y evitar una catástrofe económica que impactará negativamente la salud pública durante años.’

Hay que destacar que en declaración reciente el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud del Gobierno Federal Hugo López-Gatell Ramírez ha señalado que nuestro país está por ingresar a la llamada fase 3 en el manejo de la crisis pandémica causada por el Covid-19 y esto implicaría precisamente incrementar las medidas restrictivas de actividad productiva y social más ha dejado entrever que podría darse en medio de un ajuste que incluyera permitir reanudarse algunas actividades socio productivas en diversas zonas del país más extremando la reclusión de las personas vulnerables que son las más susceptibles de sufrir consecuencias más graves en caso de contraer la enfermedad viral como son aquellas que sufren de condición clínica como diabetes, hipertensión y afectaciones respiratorias y cardíacas crónicas o incluso emergentes pero en estado agudo, además de las mujeres en estado de gestación.

Hay que advertir que en España e Italia, dos de las naciones más afectadas en cuanto a número de infectados por Covid-19 así como por las secuelas graves y muertes ya se preparan para reiniciar paulatinamente actividades aunque con la aplicación estricta de protocolos de seguridad sanitaria.

Con la ventaja de conocer diversos escenarios que se han presentado en los diferentes países y cómo se ha lidiado con la crisis en cada uno de ellos, es imperativo para México buscar el equilibrio entre las medidas necesarias para enfrentar y vencer a la pandemia y las acciones tendientes a aminorar el sufrimiento de la sociedad. Ojalá que se logren ambas en el menor tiempo posible.

Opinión.salcosga@hotmail.com
@salvadorcosio1

• Salvador Cosío Gaona

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Es Abogado por la U de G, con estudios de posgrado en Administración Pública, Economía Política, Economía del Sector Publico, Administración Municipal, Finanzas Publicas, Administración y Desarrollo de Recursos Humanos, Financiamiento para el desarrollo y Políticas Publicas, en diversas instituciones. Tiene el Grado de Doctor en Derecho con la distinción Maxima Cum Laude en la Universidad Complutense de Madrid en España.

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