El pasado lunes 4 de noviembre, propios y extraños, fuimos sacudidos conforme se iba conociendo la noticia de la tragedia ocurrida a Los LeBaron, en el norte del país. Una familia de mormones que perdieron a nueve de sus integrantes, tres madres de familia y seis menores de edad (5 menores más lograron preservar la vida algunos de ellos aún con lesiones de bala), que se trasladaban en sus vehículos familiares desde un asentamiento en la localidad de Bavispe, en el estado de Sonora, hasta otro en La Mora, en Chihuahua.
En las redes sociales las fotografías de las familias y los textos llenos de horror se hicieron vírales y es complicado no involucrar sentimientos cuando una familia es brutalmente atacada a tiros presuntamente por miembros de carteles del crimen organizado por las razones que hayan sido.
Hasta el momento la versión oficial, según dio a conocer el Secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana (SPPC), Francisco Alfonso Durazo Montaño, es que las tres mujeres y los 14 menores que viajaban de Chihuahua a Sonora en tres camionetas habrían sido confundidos con integrantes de un cartel rival.
La «masacre», como la describió Julián LeBarón, se registró durante un viaje que realizaban rutinariamente, porque en ambas localidades residen miembros de la familia que forman parte de la Colonia LeBarón, una rama fundamentalista de mormones que se estableció en la zona en los años 20 del siglo pasado.También es una región de las sierras de Sonora y Chihuahua donde operan carteles de narcotraficantes, pero tal como lo dijo Julián LeBarón, hasta ahora no se sabe quiénes eran los hombres armados que perpetraron el ataque. “No sabemos, aquí operan los carteles y todo tipo de matones», declaró.
La comunidad LeBaron comenzó a asentarse en la zona alrededor de 1924, con Alma Dayer LeBarón y varios miembros de su familia. LeBarón se separó de la organización en Estados Unidos y emigró a México. Dos de sus hijos, Joes y Ervil LeBarón, fundaron en 1955 la iglesia del Primogénito de la Plenitud de los Tiempos y la comunidad, que prosperó en la región principalmente con la producción de nueces, vivió de forma aislada en la zona manteniendo el inglés como principal idioma.
Fue en 2009 cuando el nombre LeBarón llegó a los titulares de los medios mexicanos junto con los graves problemas de inseguridad por el crimen organizado en la zona.
Primero ocurrió el secuestro de Erick LeBarón, de 17 años, por cuya liberación se exigió un millón de dólares.
La comunidad de los LeBarón anunció públicamente su decisión de no pagar el rescate y se manifestó tanto en medios nacionales como internacionales contra la creciente inseguridad de la región durante la llamada «guerra contra las drogas» que declaró el entonces presidente Felipe Calderón.
Finalmente lograron que el joven fuera liberado. Pero meses después, Benjamín, el hermano de Erick, y Luis Widmar Stubbs, otro miembro de la comunidad, fueron secuestrados y posteriormente asesinados.
Los responsables colocaron una manta frente a sus casas en la que indicaban que el asesinato era en respuesta al activismo de la familia contra la inseguridad. Desde entonces, los habitantes de la colonia LeBarón pidieron la creación de una policía civil que protegiera de los grupos criminales. La medida fue apoyada inicialmente por algunos funcionarios públicos pero posteriormente fue rechazada.
Julián LeBarón declaró también el martes ante medios de comunicación que antes de los hechos de este lunes la familia había tenido amenazas.
«Se denuncio que hubo amenazas e informamos a las autoridades. Hubo la denuncia y estas son las consecuencias», declaró LeBarón.
La zona en el norte de México es disputada por dos grupos rivales, La Línea, que tiene vínculos con el Cartel de Juárez, y «Los Chapos», que son parte del cartel de Sinaloa.
Ambos grupos se disputan la ruta de tráfico de drogas hacia Estados Unidos. Pero los miembros de la familia LeBarón también se han visto involucrados en enfrentamientos con agricultores locales.
En 2018 algunos miembros de la familia tuvieron una fuerte confrontación con ejidatarios que protestaron por lo que dijeron era el uso excesivo de agua de la comunidad LeBarón que estaba plantando cada vez más árboles de nogal que requieren una gran cantidad de agua para su producción.
Los reclamos de los ejidatarios, que comenzaron desde 2013, sostenían que esa «sobrexplotación del agua» había dejado sin el líquido a las comunidades aledañas.
Los violentos hechos del lunes provocaron una fuerte respuesta en redes sociales tanto en México como Estados Unidos, por tratarse de una familia también estadounidense.
El presidente Donald Trump, dirigió un tuit al presidente Andrés Manuel López Obrador para ofrecer el apoyo de su país para “hacer la guerra”, a las mafias pero la respuesta de nuestro presidente es que mantendría la soberanía nacional.
El conflicto en el país con los cárteles, va en aumento y lo terrible es que en esta confrontación los niños pasan a ser víctimas con una frecuencia escalofriante mientras las reglas no escritas de la guerra contra el narco parecen desvanecerse.
“Desde la perspectiva de los delincuentes, es lo mismo matar a uno que matar a nueve”, dijo el analista de seguridad Alejandro Hope. “No perciben que hay un riesgo adicional de cometer este tipo de actos de brutalidad extrema”.
Habrá que recordar que la ofensiva militarizada de México contra los cárteles comenzó en 2006 con el expresidente Felipe Calderón, y continuó con su sucesor, Enrique Peña Nieto.
López Obrador, rechazó este enfoque. En su lugar creó la Guardia Nacional y dijo que la forma de combatir la delincuencia en el país es con programas de trabajo y oportunidades para los jóvenes, y se ha mantenido fiel a su posición tras la masacre del lunes, rechazando los pedidos de Trump, entre otros, para enfrentarse a la organizaciones delictivas.
«Declaramos la guerra y no funcionó”, dijo López Obrador el martes refiriéndose a la política de sus predecesores. “Esa no es una opción”.
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