Si alguien sabe que en el implacable e impredecible mundo de la política la dignidad cuenta, es el gobernador.
(Recordarás Enrique que hablamos del tema afuera de las instalaciones de Canal Ocho luego de que te entrevisté en tiempos de tu candidatura a la presidencia de Guadalajara).
Entendamos pues que la dignidad nada tiene que ver con la soberbia. En cualquier ámbito de la vida, la dignidad se asocia al respeto a sí mismo y a los demás; se trata de impedir la humillación externa y de evitar una sumisión lastimera.
Lo anterior viene a cuenta por las consecuencias derivadas de la marcha de diputados, regidores y funcionarios municipales y estatales, para exigir la salida del presidente de la FIL, Raúl Padilla López.
Al respecto, vale la pena enumerar una serie de reflexiones y plantear ciertas preguntas.
Primera. La manifestación dejó un saldo negativo para el gobierno. Más allá de la pésima imagen que provocó en el gremio literario e intelectual del mundo que acudió a la feria más importante de Iberoamérica, el conflicto interno que generó en el partido Movimiento Ciudadano será difícil de resolver.
Vaya, les salió el tiro por la culata.
Segunda. Todas las encuestas conocidas hasta hoy, arrojan un dato contundente: MC necesita más a Pablo Lemus que éste al partido. El alcalde tapatío es, sin duda, el activo más rentable con el que cuenta el movimiento naranja.
Tercera. ¿Se equivocó Pablo en calificar de arrastrado a un personaje que desde hace tiempo promueve su descarrilamiento como candidato al gobierno estatal? La respuesta es un rotundo sí. Fue políticamente incorrecto. Sin embargo, ¿acaso dijo una mentira?
Cuarta. Reconozcamos que nadie, ni siquiera sus detractores y adversarios, está en condición de regatearle a Enrique Alfaro el mérito de haber construido, prácticamente de la nada, una poderosa estructura electoral.
No puede entenderse a Movimiento Ciudadano sin su liderazgo y la tremenda capacidad que aún conserva para acordar con diversos grupos e integrar cuadros competitivos.
Nos agrade o no su peculiar estilo, hasta ahora ha sabido sortear las vicisitudes propias de encabezar la expresión partidista local más importante de la última década.
Pero la historia se escribe con capítulos que inician y que concluyen. Todo es efímero. Lo que hoy comienza mañana termina. Así ocurrirá, de modo inevitable, con el alfarismo.
Quinta. En el supuesto de que no resuelvan sus diferencias Pablo y los autoproclamados alfaristas –que de manera ansiosa buscan demostrar públicamente su incondicionalidad a Enrique– entonces en el tablero emecista deberán moverse otras fichas y habrá de modificarse la estrategia del juego.
En una situación así, los nombres de Salvador Zamora, Clemente Castañeda y María Elena Limón, cobrarán especial relevancia.
Sexta. ¿Es probable que Pablo Lemus Navarro abandere las causas de una alianza entre PRI, PAN, PRD y Hagamos? Por supuesto.
¿Lo es también por Morena? Claro.
¿Con ello podría derrotar a MC? Sí, es posible.
Séptima. Como fundador de la causa sociopolítica más trascedente de los años recientes, Alfaro Ramírez tiene por delante un desafío colosal: entender que una de las tareas fundamentales de todo líder es abrirle paso a nuevos liderazgos.
Lejos de fomentar o permitir fracturas en el seno de su creación, es labor sustantiva procurar la unidad en favor de un proyecto que está por encima de vanidades y apetitos egocéntricos.
Penúltima. Muy mal haría Enrique en confundir la lealtad con obediencia porque cometería un error brutal. Una cosa es imponer orden y otra es exigir pleitesía.
Cuando un gobernante pierde de vista que el poder es una fantasía fugaz, el desastre toca a la puerta.
Es preciso recordar que la adulación es la trampa que colocan los impostores.
Última. Entonces Alfaro hará bien con prestar atención al comportamiento de sus cercanos y tener presente una máxima que nunca falla: detrás de la abyección se oculta la traición.
@oscarabrego111
@DeFrentealPoder