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Del Toro, alquimista de lo fantástico

En la vasta constelación del cine contemporáneo, Guillermo del Toro brilla como un alquimista de lo fantástico, un creador que ha sabido transformar las sombras en poesía visual. Sus películas son ventanas hacia mundos donde los monstruos no solo existen, sino que viven y respiran con una profundidad y una humanidad que trasciende su apariencia aterradora.

Del Toro, nacido en Guadalajara en 1964, creció en un entorno que combinaba el catolicismo mexicano con una fascinación por las criaturas de la noche. Este contraste entre lo sacro y lo profano, entre lo bello y lo monstruoso, ha sido el corazón palpitante de su obra.

Desde sus primeros trabajos, como Cronos (1993), del Toro dejó claro que su cine no sería convencional. En lugar de buscar sustos fáciles, el director se sumergió en el alma de sus criaturas, dotándolas de historias y emociones complejas. Con El Espinazo del Diablo (2001) y El Laberinto del Fauno (2006), consolidó su estilo: relatos oscuros, ambientados en momentos históricos tumultuosos, donde la fantasía y la realidad se entrelazan de manera indisoluble. Fue con esta última película que Del Toro logró su primera gran consagración, al obtener tres Premios Óscar, incluyendo Mejor Fotografía, Mejor Dirección Artística y Mejor Maquillaje, además de una nominación como Mejor Película Extranjera.

Pero fue en 2017 cuando el mundo entero reconoció el genio de Guillermo del Toro con La Forma del Agua. Esta historia de amor entre una mujer muda y una criatura anfibia se convirtió en una oda a los marginados, a los seres que, por su apariencia o condición, son excluidos de la sociedad. La película obtuvo trece nominaciones al Óscar, de las cuales ganó cuatro, incluyendo Mejor Director y Mejor Película. Con La Forma del Agua, Del Toro no solo mostró que los monstruos pueden ser héroes, sino que también pueden ser dignos de amor y compasión.

Más allá de sus premios, que incluyen dos Globos de Oro y múltiples premios BAFTA, del Toro ha recibido el reconocimiento de la industria por su capacidad para combinar lo grotesco con lo sublime, lo terrorífico con lo tierno. Este talento innato para explorar los recovecos de la naturaleza humana a través de sus criaturas lo ha convertido en una figura esencial en Hollywood, un lugar que inicialmente parecía ajeno a su particular visión. Sin embargo, Del Toro no se dejó moldear por la industria; fue él quien la moldeó a su manera, con una filmografía que desafía las convenciones.

La historia personal de Guillermo del Toro es también una narrativa digna de una de sus películas. Criado en un hogar marcado por la religiosidad, el director se rebeló contra los dogmas y abrazó lo que muchos consideraban oscuro o prohibido. A los ocho años, comenzó a experimentar con efectos especiales y a filmar sus propios cortometrajes, un pasatiempo que eventualmente se convertiría en su vida. Sin embargo, su camino hacia el éxito no fue sencillo. Después de varios proyectos fallidos y problemas financieros, Del Toro emigró a Estados Unidos, donde enfrentó el reto de mantener su identidad artística en un medio que a menudo prefiere lo seguro y lo comercial.

Uno de los momentos más oscuros en la vida de Del Toro fue el secuestro de su padre en 1997 en Guadalajara, un evento que lo obligó a mudarse permanentemente a Estados Unidos y que influyó profundamente en su obra. A pesar de este y otros desafíos, Del Toro nunca perdió su amor por el cine ni su deseo de contar historias que desafían las percepciones convencionales de la realidad. Su llegada a Hollywood fue un triunfo de la imaginación sobre la adversidad, un testimonio de que los sueños, por más oscuros o extraños que sean, pueden hacerse realidad.

El caso de Pinocho (2022) es un ejemplo reciente de cómo Del Toro continúa reinventándose. Su versión del clásico de Carlo Collodi, realizada en animación stop-motion, fue aclamada por su profundidad emocional y su oscura belleza. Pinocho le valió un Premio Óscar a la Mejor Película de Animación, un reconocimiento que solidifica su lugar como uno de los narradores más importantes de nuestra era. La película, lejos de ser una simple historia para niños, aborda temas de identidad, pérdida y la búsqueda de la humanidad en un mundo deshumanizado.

El próximo proyecto de Guillermo del Toro promete ser tan ambicioso como sus anteriores. El director ha anunciado que su siguiente película será una adaptación de Frankenstein, la obra maestra de Mary Shelley. En manos de Del Toro, es casi seguro que esta historia de creación y destrucción se convertirá en un relato profundamente humano, explorando el dolor y la soledad del monstruo con la misma empatía que ha caracterizado toda su obra. Con este proyecto, Del Toro parece cerrar un círculo, volviendo a sus raíces y reafirmando su lugar como el maestro moderno de los monstruos.

Guillermo del Toro no solo ha creado películas; ha creado un universo propio, poblado por seres que, aunque temibles, nos enseñan sobre la belleza de la diferencia y la complejidad de la condición humana. Su legado es un recordatorio de que, a veces, los monstruos más grandes no son los que vemos en la pantalla, sino los que llevamos dentro, y que enfrentarlos con imaginación y corazón es la verdadera magia del cine.

• Paralelo 20

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