Por Carlos Martínez Macías
Como sucede con cada inicio de una administración estatal, al gobernador le llueven una serie de asuntos pendientes, por lo que me voy a permitir incluir un expediente empolvado, de carpetas y hojas agrietadas por el tiempo y la indiferencia.
Se trata de un añejo conflicto que ha puesto en entredicho la soberanía de Jalisco desde hace más de un siglo y que gobernantes en turno han ignorado, con la folclórica costumbre muy mexicana denominada “patear el bote”.
Me refiero a la indefinición de límites que tiene el estado con el vecino Nayarit, lo que por décadas ha propiciado que el mapa oficial del estado de Jalisco muestre una imagen equivocada.
Exactamente en el espacio geográfico que ocupa San Martín de Bolaños, que forma una especie de “cuello” que une a los diez municipios de la zona norte, en la vida real no existe tal continuidad territorial, por lo que literalmente están separados de los 115 restantes.
El enredo por esta situación, inició con el nacimiento mismo de Nayarit, primero como distrito militar, luego territorio y después entidad federativa.
Un bandolero y salteador de caminos llamado Manuel Lozada, alias “El Tigre de Álica”, sembraba el terror en la sierra del mismo nombre por lo que, en 1867, el presidente Benito Juárez emitió un decreto para crear el distrito militar de Tepic que abarcaba la superficie del séptimo cantón, uno de los 12 en que estaba dividido Jalisco.
Lozada no solo representaba un problema de seguridad para Juárez, sino también político, porque este singular personaje había puesto sus armas al servicio de Maximiliano.
Para 1884, el entonces presidente de México, Manuel González, publica el decreto mediante el cual el distrito militar pasa a convertirse en el territorio federal de Tepic y hasta 1917, con la constitución proclamada por Venustiano Carranza, nace el estado libre y soberano de Nayarit con las dimensiones y límites del territorio, que a su vez correspondían a las del distrito militar y antes al séptimo cantón.
Desde aquel tiempo, pocos repararon que el nuevo estado terminaba siendo vecino por medio del municipio de La Yesca, con la población de Teúl, Zacatecas.
El 16 de febrero de 1945, sostuvieron en Tepic una reunión el entonces gobernador de Jalisco, Marcelino García Barragán y el de Nayarit, Candelario Miramontes, para buscar una solución al problema de límites entre ambas entidades.
De acuerdo con el estudio Histórico y Geográfico Documental de los Límites de Jalisco y Nayarit de 1978, hubo una petición del mandatario jalisciense al nayarita, para que cediera “una faja de terreno” en el territorio de Nayarit, que le permitiera a Jalisco unir a la zona norte con el resto del estado, con lo que tácitamente reconocía que el estado se encontraba segmentado.
Para el 30 de diciembre de 1954, el gobernador de Jalisco, Agustín Yáñez, se reúne con el de Nayarit, José Limón Guzmán, ratifican el convenio de 1945 pero no definen la cesión de las tierras que permitieran un corredor que uniera al estado.
Un reporte emitido el 28 de abril de 1900 por la Secretaría de Gobernación, señala que la población de Apozolco, del territorio de Tepic, colinda con la población del Teúl, Zacatecas, lo que confirma la división que existía de la entidad.
En 1989, el entonces gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, creó una comisión de límites para buscar destrabar ese añejo diferendo. Fueron celebradas varias reuniones con historiadores de ambas entidades, pero finalmente no llegaron a acuerdos concretos.
Mientras esto ocurría a nivel gubernamental, en Colotlán, surgió un movimiento de habitantes que reclamaron por el abandono hacia los diez municipios de la zona norte, al grado que iniciaron trámites ante el Senado de la República, para constituirse en territorio y hacer efectiva legalmente la separación que ya viven en la práctica del resto de Jalisco.
Aunque no se trata de un tema de vida o muerte, desde el inicio del gobierno de Pablo Lemus, colocamos este pendiente que tiene más de siglo y medio de “botes pateados”.