Alfonso Cuarón no superaría un casting como actor para una película.
El muti premiado director de cine, escritor, guionista, fotógrafo y prófugo de dos carreras universitarias, es un hombre dubitativo en el hablar. Las palabras se atropellan para salir por su boca, pero a pesar de ello, hilvana ideas que, cuando consiguen tejerse, están a la altura de un Óscar.
En varias ocasiones, jóvenes becarios de la Fundación Telmex, lo ametrallaron con la misma pregunta: “¿qué tan difícil fue triunfar en la industria de cine desde su condición de mexicano?”.
Y en dos ocasiones, con su lenguaje sioux, Cuarón reflexionó que, al contrario, no hay limitantes. Primero recordó que México tiene una historia brillante desde la época dorada del cine y después remachó que el mexicanismo no es un obstáculo sino una virtud.
Ante un impresionante Auditorio Nacional con diez mil becarios reunidos en el encuentro México Siglo XXI auspiciado por la Fundación Telmex, el cinco veces ganador de premios de la academia cinematográfica, fue calentando garganta y pasó de respuestas breves a exposiciones más prolongadas, conforme avanzaba la jornada.
Reconoció que no terminó dos carreras, pero coincidió en la de cine con Emmanuel “El Chivo” Lubezki, también ganador de tres Óscares, con quien fraguó una complicidad que él llamó “comunidad”.
Uno de las preguntas lanzadas, le cayó como dardo en el centro de su familia. ¿Cuál ha sido su mayor logro?
“Mis hijos”, respondió el director de Y tu Mamá También, Roma, Gravity y El Prisionero de Azkabán.
Luego explicó que más que otra cosa, lo primero y más importante es la familia. Así que cuando existe una presión profesional que te reclame más tiempo en sacrificio a la vida personal, Cuarón recomendó elegir la vida por encima de todo lo demás.
El director de cine les dijo a los jóvenes que están en el mejor momento. Para producir una película, ahora las nuevas herramientas permiten filmar hasta con un teléfono celular, por lo que los invitó a construir sus propios paradigmas. Son, dijo, “la primera generación que ha nacido con un set de herramientas para el cine”.
Luego Cuarón se enredó en un trabalenguas del que salió bien librado. El éxito, mencionó, no son los premios recibidos, sino sentirse bien con uno mismo y entender que los fracasos son el camino más directo al aprendizaje y entonces sí al éxito.
Cuando otro becario le pedía que explicara cuál era la fórmula para crear arte, el cineasta aclaró que es una concepción equivocada. Porque la definición de arte no es del creador, sino de quien lo percibe, de una interpretación individual.
Finalmente, Alfonso Cuarón recordó la última vez que estuvo en el Auditorio Naconal, cuando presentó la premier de la película El Prisionero de Azkaban.
Contó la anécdota de que el productor de esa cinta, David Heyman, lo acompañó ese día y quiso lucirse y presentar a Cuarón en español. Como no hablaba ninguna palabra, se le ocurrió a Heyman pedirle a Guillermo del Toro, también en el auditorio, que le enseñara unas palabras bonitas.
Y entonces, el productor de la película de Harry Potter, presentó así al director de la película: “Con ustedes, ¡el pinche Poncho!”.