Acorralado se encuentra el todavía presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, quien ante sus limitadas posibilidades de salir de manera decorosa de una desastrosa administración que lo ha colocado entre la destitución como presidente y un posible nuevo enjuiciamiento, podría optar por otorgarse el auto perdón, un recurso nunca explorado por algún presidente que lo haya precedido, pero que podría librarlo incluso de terminar en prisión.
En un contexto normal, una de las actividades que emprenden los presidentes días antes de dejar el cargo es conceder indultos o conmutaciones de sentencias, y a escasos 8 días de culminar su periodo presidencial, Trump no ha sido la excepción.
En vísperas de Navidad, el mandatario anunció estos actos de clemencia para decenas de personas, entre las que destacan varios de sus aliados más cercanos, como Roger Stone o Paul Manafort.
En ese marco, algunos se preguntaron si el mandatario optaría por otorgarse a sí mismo un perdón presidencial preventivo para protegerse de cualquier proceso en su contra una vez deje el cargo y pierda la inmunidad que actualmente lo ampara.
En un ejercicio llevado a cabo por BBC Mundo los últimos días de diciembre pasado, el profesor en Derecho en la Universidad de Yale, Steven B. Duke, dijo que no sabía si Trump podría tomar esa opción ya que “nunca se ha intentado”.
«No creo que lo vaya a hacer, honestamente. Si se perdona, virtualmente estará reconociendo que cometió un crimen federal», dijo.
Como apuntó el académico, ningún presidente se ha auto perdonado y, por lo tanto, no ha habido un caso que le haya dado a la Corte Suprema ocasión de pronunciarse sobre la cuestión.
En ausencia de precedentes, los teóricos remiten a la Constitución de Estados Unidos para intentar llegar a una conclusión.
En el artículo II, la Constitución le otorga al presidente el poder de «conceder indultos y perdones para delitos contra Estados Unidos, excepto en casos de impeachment (juicio político).
Los expertos que creen que el presidente sí se puede perdonar apuntan que el texto constitucional está escrito de forma amplia y no contiene ninguna excepción explícita que impida el uso o abuso de ese poder.
El hecho de que los fundadores hicieran una excepción específica para los casos de impeachment, alegan, implica que no quisieron incluir ninguna otra salvedad.
Esta opinión la defendió en 2018 Andrew C. McCarthy, miembro del conservador National Review Institute y ex asistente del fiscal del distrito sur de Nueva York, a propósito de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre la interferencia rusa en las elecciones de 2016.
Según McCarthy, los llamados padres de la Constitución sabían que estaban permitiendo el auto perdón presidencial cuando escribieron el texto.
«Si hubieran querido evitar que un presidente pudiera bloquear su persecución federal, al igual que se esforzaron en evitarlo con respecto a su propio impeachment, lo habrían hecho», argumentó.
El propio Trump tuiteó en 2018 que tenía el derecho absoluto a perdonarse a sí mismo, aunque añadió que no tendría por qué usarlo ya que no había cometido ningún delito.
Del otro lado, algunos académicos arguyen que la palabra «conceder u otorgar» se debe interpretar como un acto en el que una persona le da algo a otra, por lo que un presidente no podría otorgarse un perdón a sí mismo.
En este punto incide Asha Rangappa, abogada, ex agente del FBI y profesora en la Universidad de Yale.
«Si un presidente puede o no perdonarse a sí mismo es, técnicamente, una cuestión legal abierta, pero la historia y los orígenes de este poder -que procede del derecho divino de los reyes- sugiere que necesita un otorgante y un beneficiario», le dice Rangappa a BBC Mundo.
«Y, en términos prácticos, permitir a un presidente auto perdonarse lo colocaría por encima de la ley, lo cual es inconsistente con el deber presidencial de ‘ocuparse de que las leyes sean ejecutadas fielmente’ y la intención de los autores de la Constitución, que quisieron diseñar un gobierno basado en el imperio de la ley».
Otro de los elementos que llama la atención en el debate sobre lo que puede hacer o no Trump es el uso del calificativo «preventivo» para hablar del potencial auto perdón.
En Estados Unidos los perdones presidenciales se pueden otorgar antes de que haya cargos o una condena.
Así lo estableció la Corte Suprema en 1866 con un fallo en el que señaló que el poder del perdón «puede ser ejercido en cualquier momento después de la comisión del delito, antes incluso de que se adopten medidas legales, durante el proceso o después de la condena y el juicio».
Es inusual que un presidente emita un perdón preventivo antes de que se presenten cargos, pero hay ejemplos, el más famoso es el perdón de Gerald Ford a Richard Nixon en 1974.
Si bien en Estados Unidos no hay precedentes de un auto perdón presidencial preventivo, Trump no es el primero en considerar esta posibilidad.
Richard Nixon se lo planteó en 1974 en pleno escándalo del Watergate.
Aunque finalmente decidió no hacerlo, Nixon -que era abogado- pensaba que el auto perdón entraba dentro de sus poderes como presidente.
La Oficina de Asesoramiento Legal, dependiente del Departamento de Justicia, le contradijo al emitir un informe en el que decía: «Bajo la regla fundamental de que nadie puede ser juez en su propio caso, el presidente no puede perdonarse a sí mismo».
Nixon optó por dimitir y su sucesor, Gerald Ford, le concedió un perdón preventivo «por todos los crímenes federales que cometió o pudo haber cometido» durante su tiempo en el cargo. Con esto zanjó cualquier posibilidad de que fuera procesado.
La palabra «federal» en el perdón de Ford a Nixon es esencial y afecta también al caso de Trump.
Y es que el perdón presidencial solo abarca delitos que caigan bajo ley federal y no aquellos que corresponda juzgar a los estados.
Hasta antes de los sucesos violentos registrados el pasado miércoles 6 de enero cuando simpatizantes del presidente Trump intentaron tomar por asalto el Capitolio y en los hechos fallecieron 5 personas, -un agente de la policía entre ellos-, el polémico mandatario no había sido acusado formalmente de ningún delito, aunque hay al menos dos investigaciones abiertas en su contra en manos de funcionarios de la ciudad de Nueva York.
Cyrus Vance, fiscal del distrito de Manhattan, y Letitia James, fiscal general de Nueva York, investigan conductas potencialmente criminales relacionadas con las prácticas empresariales de Trump antes de convertirse en presidente.
Sin embargo, medios de comunicación han dado a conocer este lunes que ya la oposición demócrata en la Cámara de Representantes de Estados Unidos inició el proceso para un segundo juicio político al presidente Trump, al presentar formalmente el cargo del que le acusan, el de “incitar una insurrección” por su responsabilidad en el asalto al Capitolio.
Se ha dicho que cualquier acusación o condena que se derive de estas investigaciones, o de cualquier otra a nivel local o estatal, quedaría fuera del alcance del perdón presidencial.
En este sentido, Steven Duke opina que el auto perdón se puede convertir en un arma contra el propio Trump porque puede movilizar a los fiscales de los estados a buscar litigios contra él.
Como ya lo mencionaba; no hay una salida decorosa para el magnate neoyorquino que quiso ser presidente, y que está a punto de pasar a ocupar una de las páginas más vergonzosas en los libros de la historia de los Estados Unidos de América y del mundo.
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