No fueron pocas las teorías surgidas en torno a la deflagración en la capital de Líbano que dejó al menos un centenar de víctimas mortales y más de 5.000 heridos, según informes de la Cruz Roja. Pero quizá las menos creíbles fueron justamente las que proporcionaron autoridades de gobierno libanés el mismo martes, generando mayores dudas con su versión oficial que ante la acumulación de evidencia han tenido que salir a modificar este viernes, admitiendo que pudo ser un cohete o una bomba el causante de la terrible explosión que destruyó gran parte de la capital libanesa, Beirut.
La declaración del presidente, Michel Aoun, admitiendo tres días después de ocurrida la tragedia, que esta pudo haber sido provocada por “un cohete o bomba” solo viene a confirmar lo que ya algunos habíamos advertido como un atentado. Y es que, en un país como Líbano que ha vivido una larga guerra civil y se encuentra en una región de constantes conflictos era una reacción lógica presuponer que el enorme estallido habría sido originado de forma intencional por manos enemigas.
«La causa aún no se ha determinado. Existe la posibilidad de que haya habido una intervención externa a través de un cohete o bomba u otro acto», declaró el jefe de Estado en una entrevista con periodistas.
En una primera declaración, las autoridades de aquella nación adujeron que la catástrofe se debió a la explosión de 2,750 toneladas de nitrato de amonio.
Ese día, el presidente Michel Aoun, señaló que el químico, presuntamente confiscado de un carguero con bandera de Moldavia en 2013, había sido almacenado sin las condiciones adecuadas en el puerto generando el estallido. -El nitrato de amonio es un químico industrial común que suele ser utilizado como fuente de nitrógeno para fertilizante agrícola, aunque también puede ser combinado con combustible para crear un explosivo que se usa en la industria minera o de la construcción. Diversos grupos armados han utilizado bombas con este componente en el pasado-.
Esta aseveración del presidente Aoun, contrastó con la versión que unas horas después de la explosión había dado a conocer el Ministro de Salud libanés Hamad Hassan, quien se adelantó a decir a través de un comunicado, que un barco que transportaba fuegos artificiales explotó en el puerto de Beirut. “Lamentablemente, el barco estaba pasando muy cerca de la zona terrestre, donde hay muchos edificios, hoteles y viviendas”, dijo.
Pero como ya mencionaba, siendo Líbano un país que ha vivido una larga guerra civil (1975-1990) y que se encuentra en una región de numerosos conflictos, no era extraño que una explosión como la del martes se asociase rápidamente con un ataque intencionado.
En este sentido, habrá que recordar que es Líbano, el país de origen del partido político y milicia militar Hezbolá, que acumula un número importante de enemigos entre grupos extremistas árabes.
Hezbolá (también escrito como Hizbulá y cuya traducción significa ‘Partido de Dios’) es un grupo paramilitar yihadista de origen chiita con representación política en el gobierno de Líbano, un país que comparte frontera con Israel. La Liga Árabe, la Unión Europea y Estados Unidos, entre otros países, tienen designado a Hezbolá como una organización terrorista.
En la actualidad, Hezbolá es uno de los grupos más influyentes en las decisiones políticas del Líbano y mantiene un papel importante en el tablero de poder del Medio Oriente. Sus conflictos directos con Israel han posicionado a Hezbolá como una de las piezas más hostiles hacia Occidente, a menudo vinculado al régimen iraní de los ayatolas.
Líbano es un país diverso, donde más de la mitad de la población practica la fe musulmana, una tercera parte son cristianos y el resto son fieles de otras religiones. Entre los musulmanes hay más divisiones. El chiismo es una de las dos principales corrientes del islam junto con el sunismo, y Hezbolá se asumió como la organización que le daría voz y voto a este grupo históricamente marginado.
El grupo surgió a raíz de la Guerra del Líbano de 1982, cuando conglomerados chiitas emprendieron una guerra de guerrillas contra las fuerzas invasoras de Israel, mismas que ocupaban el sur del país. Inspirados en la Revolución iraní del ayatolá Jomeiní, cléricos musulmanes en el Líbano obtuvieron el respaldo económico y militar de Irán y Siria para consolidar a las fuerzas chiitas y vencer a los aliados de Israel en los territorios disputados.
El grupo terrorista, fundado y financiado por el régimen de Irán, es uno de los más grandes promotores del nitrato de amonio y se cree que el compuesto químico fue el mismo que utilizó en el ataque contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, que dejó un saldo de 85 víctimas fatales. En esa ocasión, el nitrato de amonio habría sido mezclado con aluminio y TNT hasta formar “ammonal”, con una potencia de entre 300 y 400 kilogramos de TNT, de acuerdo con el reporte sobre la causa judicial confeccionado por AMIA.
Sin embargo, tras la explosión, la cadena Al Manar, portavoz de Hezbolá, desligó rápidamente cualquier vinculación con el hecho por parte del grupo terrorista, y aseguró que “todo comenzó con un corto circuito”. Al-Mayadeen, otro órgano cercano a los extremistas, anunció que “el incidente no fue causado por un acto terrorista”, otra versión poco creíble está del Hezbolá.
Algunas afirmaciones sostienen que la deflagración pudo haber sido producto de un accidente en un depósito de armas perteneciente al Hezbolá, que se sabe, posee ese nivel de recursos militares y siendo precisamente una de sus fuentes de financiamiento además del trasiego de drogas, el tráfico de armas.
Sin embargo, otra teoría apunta a que pudo tratarse de un golpe directo de sus feroces enemigos, grupos terroristas de la región, que atacaron directamente dicho deposito en su afán de debilitar la fuerza del Hezbolá.
En la búsqueda de posibles culpables de un atentado, algunas miradas apuntaron a Israel, país vecino con el que Líbano tiene un pasado de enfrentamiento bélico y con el que persisten las tensiones fronterizas.
No está de más recordar que apenas horas antes de la detonación, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, había advertido al Hezbolá contra cualquier operación que tuviese como objetivo Israel, el día después de una incursión en Siria en represalia ante «intentos» de colocar bombas en la frontera.
«Habíamos arremetido contra una célula, y ahora lo estamos haciendo contra los responsables», señaló Netanyahu, haciendo referencia a un grupo de cuatro hombres que el ejército dijo haber abatido el domingo, cuando «intentaban» colocar bombas, y a las represalias tomadas al día siguiente en Siria.
Israel «hará todo lo que sea necesario para garantizar su defensa», señaló Netanyahu durante una visita militar en el centro del país, «sugiriendo al Hezbolá en particular que tome esto en cuenta».
No obstante, en conversación con la BBC, un funcionario israelí negó rotundamente que su país tuviese algo que ver con la explosión, y el propio jefe de seguridad libanés también descartó esa posibilidad.
Además, en defensa de Israel habría que decir que normalmente evita afectar a civiles, y en este caso hay decenas de muertos y más de 5 mil heridos, por lo que el atentado, en caso de serlo, no tiene su marca.
La realidad es que la explosión ocurre en un país con un contexto ya delicado, agravado por su peor crisis económica desde el conflicto bélico.
La situación además pone de relieve las profundas divisiones en la sociedad libanesa, donde muchos ciudadanos acusan a la élite política dominante de acumular riqueza y dejar a un lado las amplias reformas necesarias para resolver los problemas del país.
Los cortes de electricidad, la falta de agua potable y el acceso limitado a la salud pública se han convertido en parte de la rutina de buena parte de la población.
Además, la pandemia de covid-19 ha puesto al sistema sanitario bajo una presión todavía mayor, a lo que se suma ahora la llegada de miles de heridos por la explosión a los hospitales de la capital.
La explosión ocurrió en un momento sensible en el país, a pocos días de que se anuncie el veredicto del juicio a cuatro hombres acusados de organizar el ataque que mató al ex primer ministro Rafik Hariri el 14 de febrero de 2005.
Quedan pues aún muchas dudas en torno a este suceso que reúne los elementos y características de un ataque terrorista, versión que ahora ademas ha sido reforzada con la declaración del presidente libanés que reconoce pudo tratarse de un cohete o bomba lo que provocó la explosión, siendo la primera vez que un funcionario libanés lo refiere en ese sentido.
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