En razón de los muchos que no tienen posibilidad de un espacio como el de un servidor, pero que seguramente han pasado por una situación penosa frente a una institución bancaria, me atrevo a publicar este episodio personal.
El jueves 21 de mayo por la noche, fue víctima de un extraño robo. En una plaza comercial de Zapopan, manos misteriosas forzaron la cerradura de mi camioneta y sustrajeron un maletín.
Luego de mis compras, me percaté de la chapa forzada e inmediatamente deduje que había sido para robar mi pequeña maleta donde cargaba una mini Ipad y tres chequeras.
Sin embargo, al revisar el asiento posterior encontré todo aparentemente en orden.
El viernes 22 de mayo por la tarde, cuando pretendí disponer de efectivo en un cajero, me di cuenta que la cuenta estaba en ceros.
El sábado tuve un día agitado de trabajo, por lo que fue hasta el domingo cuando revisé minuciosamente las chequeras. Fue ahí cuando me di cuenta que sí había sido víctima de un robo.
De una de las chequeras de Santander, habían desaparecido cuatro cheques con todo y talón. Fueron arrancados en forma salteada, ni uno consecutivo. De otra chequera, de Banorte, fueron sustraídos otros diez también de la misma forma.
Ese mismo viernes 22 de mayo, quienes robaron los documentos intentaron cobrarlos en distintas sucursales. A las 10:45 horas un cheque por 29 mil pesos; a las 11:16 horas del mismo día otro cheque por 10 mil pesos y en dos ocasiones. También a las 11:17 horas otro cheque por 4 mil 900 pesos. Todos fueron devueltos por falta de fondos, pero generaron un cargo a mi cuenta por comisiones.
De la cuenta de Banorte fueron dos los cheques que pretendieron cobrar en la Sucursal González Gallo el mismo viernes 22 de mayo. También generó cargos por comisiones por falta de fondos.
En total, en los seis cheques más de seis mil pesos por insuficiencia de fondos para cubrirlos.
El domingo 24 cuando comprendí la forma como fui robado, reporté los cheques a las respectivas líneas telefónicas de ambos bancos. Tras el incidente, durante mi reporte los de Santander inmediatamente me ofrecieron un seguro contra este tipo de robos para que nunca más me volviera a suceder. Acepté comprarlo con cargo a la cuenta (luego supe que fue el segundo robo).
El lunes 25 acudí a la Fiscalía ante el Ministerio Público del área de robo a interior de vehículos para presentar mi denuncia donde pedía que investigaran a los empleados de las sucursales bancarias que admitieron mis cheques con firmas falsas y hasta que repitieran intentos de los cobros. Prometieron que investigarían el caso y que me llamarían. Ninguna de las dos cosas pasaron.
Con la denuncia, acudí a los bancos para informarles de los robos y pedir la devolución del dinero que me habían cobrado de mis cuentas por concepto de comisiones.
El primero de junio, Santander respondió que mi petición no procedía porque me tardé dos días en reportar el robo, lo que en la denuncia explicaba claramente que lo hice hasta que me di cuenta del atraco.
De cualquier manera, el banco concluyó que el reporte de haberse hecho de manera oportuna, “nos hubiera permitido proteger los recursos de su cuenta”.
En el documento de la Unidad de Aclaraciones del banco, había una leyenda que decía que en caso de no estar satisfecho podía llamar a la Unidad Especializada de Atención a Clientes, lo que por supuesto hice.
Una mujer en esta unidad, ratificó todo lo que decía el dictamen bancario y me remitió a la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros aunque para despedirse lo hizo con tono amable y la frase de cajón:
“¿Algo más en lo que pueda ayudarle?”.