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Como un vuelo que se prepara para comenzar el descenso y el aterrizaje, el gobierno de Enrique Alfaro llega a un momento crucial de definición sobre lo que será el cierre de su administración.
Está a poco más de un mes de iniciar el quinto y último año en el que podría revisar y ajustar lo que será el signo de su gestión ya que, en el sexto, en plena efervescencia del año electoral por el relevo estatal y la presidencia, no existirá margen de maniobra alguna.
Es por eso que habrá que plantear si el gobernador está dispuesto a reflexionar en serio sobre su actitud, buscar una especie de redención política y cambiar su estilo o, por el contrario, prefiere seguir igual hasta el último día, en una especie de fundamentalismo lopezobradorista donde insiste en que los críticos de su gobierno lo que buscan es “que le vaya mal a Jalisco”.
Un verdadero demócrata sabe que la oposición es fundamental para la buena marcha de un estado, pues su naturaleza es presionar para evitar los abusos del poder e impulsar los equilibrios, tarea que Alfaro en su tiempo también desempeñó, antes que los cielos de la entidad se tornaran naranjas.
Un político de alto nivel, también está convencido que requiere de medios de comunicación filosos y aguerridos, que se conviertan en diques contra excesos y actos de corrupción, que señalen errores y revisen pertinencia de programas, en lugar de procurar una prensa dócil y de elogio fácil, carente de credibilidad, que no le sirve al gobernante en turno, mucho menos a la sociedad que en teoría debería ser el principal motivo de su razón de ser.
Como lo ha hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus cuatro años, Enrique Alfaro ha ejercido un gobierno unipersonal, donde no hay cabida para que figuren otros funcionarios por más delicadas que sean sus tareas.
Por eso, durante la pandemia, por ejemplo, fue Alfaro el que llevó la voz cantante en anuncios y medidas sanitarias, relegando a su secretario de salud a figura decorativa.
Ocurre lo mismo en casi todos los ámbitos: anuncia capturas de delincuentes, informa de sismos, inversiones de obras, planes educativos, fiestas de octubre y hasta acompaña el show de “Checo” Pérez vestido de piloto de carreras.
Como López Obrador, también fomenta un clima de intolerancia y confrontación. Por eso pelea con la oposición, con la U de G, con el presidente, con el secretario de Gobernación y tiene una muy mala relación con medios de comunicación y periodistas.
En virtud de se trata de un político joven que tiene aspiraciones de seguir en el escenario nacional (candidatura presidencial, dirigencia de Movimiento Ciudadano, el senado, etc.), Alfaro deberá atemperar su explosivo carácter y buscar mejorar sus relaciones.
El andamiaje que tendría que construir, es aquel que le permita transitar una vez que no tenga la plataforma del cargo de gobernador (que no es eterno), para lo cual deberá utilizar su capital político y recurrir a las lealtades de su grupo (que ya sabemos que en este oficio suelen ser muy frágiles), ahora que surge otro personaje con gran fuerza como es Pablo Lemus que podría eclipsar la historia de Alfaro.
Y es que el escenario no es sencillo. A nivel nacional tendrá que lidiar con el dueño de la marca, Dante Delgado y a nivel estatal, se toparía con la figura de Lemus en el supuesto que haga buenos los pronósticos.
Por eso, en el descenso de este vuelo, el quinto año será crucial. La duda es si serán suficientes 12 meses para fabricar este nuevo trato o, peor aún, conocer si hay la voluntad política de enmendar el rumbo cuando se alcanzan los diez mil pies rumbo al aterrizaje.
El mensaje del cuarto informe tal vez sería un buen pretexto para percibir algún anuncio. Aunque puede ser también que las cosas sigan igual y entonces convendría por si las dudas que mejor se colocara desde ahora el paracaídas.
