Desde antes de la pandemia, los trabajadores del sector cultural ya sufrían de precarización laboral, sin prestaciones ni seguridad social. Y la crisis del coronavirus vino a agudizar aún más esa situación. Por ello, se vuelve primordial que las actividades artísticas sean vistas como un producto de la “canasta básica” y crear comunidad para darle solidez al sector.
Así lo reflexionaron representantes de la comunidad cultural y funcionarios de la Universidad de Guadalajara (UdeG), durante el webinar “COVID-19: el futuro de la cultura”, organizado por Jalisco a Futuro y esta Casa de Estudio y moderado por la periodista y analista Ivabelle Arroyo.
La Coordinadora General de Investigación, Posgrado y Vinculación de la UdeG, doctora Margarita Hernández Ortiz, resaltó que las limitaciones sistémicas o sectoriales en términos de política cultural han existido desde hace muchos años, pero que se agudizaron con la pandemia.
“Alrededor de los trabajadores del sector cultural y de sus necesidades, las políticas culturales y artísticas, y el mismo desarrollo profesional de los trabajadores del sector, han construido una burbuja que nos aísla del debate y de eventuales soluciones a problemas que no sólo atañen a la política cultural y se desprenden de fenómenos más amplios, que tienen que ver con problemas de seguridad social, impulso al consumo de bienes y servicios, políticas y regulaciones de precios y pagos mínimos. Si les hablamos a los funcionarios públicos de esto, se van a quedar con el ojo cuadrado”, puntualizó Hernández Ortiz.
Dijo que la precarización de los trabajadores del sector cultural, la centralización de los bienes y servicios, el disfrute estratificado de la oferta cultural, el aumento de la canasta básica, entre otros son síntomas, son problemas graves en el país.
En 2018, 3.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) se generó desde el sector cultural, y ese mismo año se crearon un millón 400 mil empleos. Sin embargo, esta fuerza de trabajo se caracteriza por tener bajas tasas de acceso a la seguridad social e ingresos promedio mínimos.
“Es el hijo guapo de la precariedad social, de la precariedad laboral”, dijo para ejemplificar que los colegas de la comunidad cultural viven con los costos que implica el trabajo independiente (freelance).
“Debemos dejar de pensar en subsidios y becas. Lo que me gustaría poner en la mesa es cambiar las preguntas y las perspectivas y que, necesariamente, tenemos que empezar a pensar en soluciones interinstitucionales, interdisciplinarias e intersectoriales. ¿Por qué no meternos a la discusión acerca de la precariedad laboral? Los funcionarios, los presidentes municipales deberían estar preocupados por este tema”, subrayó Hernández Ortiz.
El Coordinador General de Extensión y Difusión Cultural de la UdeG, maestro Igor Lozada Rivera Melo, expuso que se debe crear y repensar una comunidad cultural desde los términos sociales, pues lo que ocurrió con el “cubetazo de agua fría” de la pandemia, llevó a un problema de sociedad.
“Todo el acento está en un modelo de consumo, económico, pero jamás pensado en modelo social, y esta fragilidad del sector en cuanto a lo digital, vivencial o respecto a qué va a pasar, nadie se ha puesto a hacer un análisis de por qué nos mostramos tan frágiles. Tenemos un concepto de cultura tergiversado. Nuestro país vive de una perspectiva “Vasconceliana” muy mal entendida, y no tenemos una comunidad construida detrás. Se caen todos los modelos y surge el sector empresarial de restauranteros a dar apoyos y decir, ‘aquí nadie quiebra’. Pero no hay una declaratoria de la comunidad artística. Llevamos muchos años preguntándonos cómo un artista le hace para pagar el súper”, apuntó Lozada Rivera Melo.
Tristemente, la cultura, dijo, no es una necesidad vital, y remató: “No estamos en la canasta básica”.
Recordó que desde la Coordinación de Investigación, Posgrado y Vinculación de la UdeG se ha generado un diagnóstico para saber cuántas personas y a qué labor del sector cultural se dedican, y dónde están las nuevas ventanas.
“El mundo digital se saturó y, además, es un mundo que no conocemos. En el sector cultural siempre nos alejamos de lo digital porque lo nuestro son las artes vivas, y lo vivo va a ser irremplazable, siempre. Empezamos a generar este acercamiento estructurado y hay un plan de Cultura UDG en el que establecimos: pensemos en cultura y salud, ese es el futuro. Para crear comunidad hay que sanar a la comunidad, y las clases en línea que hacemos con las células creativas versan sobre lo digital, porque no puedes competir contra Netflix, Amazon, Klik, que es consumo comercial. ¿Qué estamos creando para los niños y los adolescentes? ¿Quieres captar culturalmente a ese público, cuando ya es adulto? Disneylandia te educa desde chico a tener princesas y series, y te sigue hasta lo adulto con esos conciertos”, resaltó Lozada Rivera Melo.
Dijo que los artistas deben de preguntarse dónde están sus públicos, y para ello hay que cruzar la transdisciplinariedad y lo que sigue son las nuevas poéticas; en ese sentido, sólo conoce un proyecto denominado “La última función”, producido por la UNAM, del dramaturgo José Sanchís Sinisterra, donde lo escénico traslada a la parte digital.
El Subdirector de la Red Radio UdeG, licenciado Alfredo Sánchez Gutiérrez, expresó que la cultura ha sido una de las áreas más golpeadas y vulnerables de cuantas han sido afectadas por el confinamiento, debido al cierre de teatros, cines, librerías, museos, galerías, y todos los lugares donde los creadores presentan su trabajo y lo comparten con audiencias y públicos diversos.
“Esto ha significado un golpe tremendo para quienes se dedican a las artes escénicas, a la escritura, a la música, a la plástica, y en este escenario hay que recordar que la carrera de la producción artística no solamente incluye a los creadores, sino a una serie de personas que se han visto excluidos de su trabajo en esta contingencia, como escenógrafos, sonidistas, boleteras, promotores, representantes, iluminadores, staffs y muchas personas indispensables para cualquier espectáculo escénico, teatral o musical”, explicó Sánchez Gutiérrez.
Sin embargo, la afectación a la dignidad del trabajador cultural no es nueva, sino que venía desde antes de la pandemia. El coronavirus sólo le puso reflector.
“Esto nos obliga a insistir en que la cultura no es bien accesorio, es una necesidad. Estamos confinados en casa, y lo que hacemos es leer, ver películas, series, escuchar música. Accedemos a los bienes culturales que nos permiten sobrellevar el confinamiento y es una prueba de la importancia de la producción cultural, un antídoto contra la barbarie, contra la violencia que también es un hecho en nuestro país, y contra la incertidumbre”, explicó.
Lo positivo, añadió Sánchez Gutiérrez, es que se han abierto otras formas de experimentación y formatos como conciertos íntimos, el teatro por Zoom y las lecturas de escritores, lo cual podría revolucionar en el futuro la creación de nuevos públicos, pero apenas es una mera hipótesis.
“He sabido de propuestas para que bailarines y actores traigan puesto cubrebocas, lo que implica adaptaciones en coreografías y puestas en escena. ¿Cómo deberán de adaptarse los actores y músicos? ¿Están condenados a la distancia entre sí? Leí un artículo donde se preguntaban si el cine podrá resolverse con actores y actrices actuando por su cuenta para juntarlos con la tecnología. Pero no hay tecnología que sustituya al cuerpo”, reflexionó.
La Directora de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz, maestra Carmen Villoro, dijo que con la pandemia el futuro nos alcanzó, pues se han tenido que emprender caminos diferentes y el arte siempre encuentra su camino de expresarse.
“Para mí ha sido conmovedor ver proyectos que han surgido de forma multiplicada, como conciertos o subastas de arte. Surgen de todos lados, y pongo ejemplos: Creadores en Aislamiento, en el que participa UdeG y la UANL, y Conexión. Proyectos para no quedarnos quietos. En nuestra biblioteca hemos implementado conferencias virtuales, tanto de la Cátedra Fernando del Paso como de Escritoras en su Tinta, y ha sido muy curioso. Siempre hemos tenido a la mano conectarnos con escritores de todo el mundo, pero inexplicablemente ¡no lo hacíamos! Tuvo que venir la pandemia para revelarnos que había otras formas de estar cerca”, declaró.
La pandemia ha cambiado los conceptos de ausencia y distancia, o de cercanía e intimidad, que tradicionalmente se relacionaban con la presencia física; por ello, la pantalla ha cambiado de ser un lugar frío a ser un lugar hospitalario.
“Esto implica mucho aprendizaje, porque es irritante cuando tenemos malos equipos y no podemos hacerlo. Muchos que no dedicamos a la cultura no crecimos en el manejo de las redes sociales, y tenemos que capacitarnos. Pero debemos ser críticos con las plataformas, evaluarlas con literacidad, porque hay sesgos ideológicos y políticos. Estoy entusiasmada y quiero que todos los veamos así, se abren caminos distintos y concepciones distintas. No quiero verlo de manera trágica, sino de manera luminosa y emocionante”, concluyó.