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Peleas de gallos, nos denigran como sociedad

No podemos perder de vista que transitamos en una nueva cultura ecológica y proteccionista con el medio ambiente, que cada vez más procura los derechos de los animales como un primer paso para evitar que se siga maltratando cualquier especie. De ahí que vea con empatía la iniciativa del gobernador Enrique Alfaro Ramirez, que ha anunciado la suspensión definitiva de las peleas de gallos que se realizan cada año en el marco de las fiestas de octubre de Guadalajara.

Justamente prohibir las corridas de toros y peleas de gallos fueron algunas de las propuestas que incluí al presentar la “agenda de bienestar animal” durante la pasada campaña electoral en que participé como candidato a Gobernador del Estado de Jalisco.

Mi iniciativa contemplaba modificar la Ley de Protección y Cuidado de los animales del Estado de Jalisco para proscribir todo tipo de eventos, espectáculos en los que se generara crueldad o maltrato animal como corridas de toros, peleas de gallos, y peleas de perros, y planteaba otorgar facultades a la PROEPA (Procuraduría Estatal de Protección al Ambiente) para hacerla una entidad autónoma del Gobernador a fin de que tuviese fortaleza y pudiese sancionar incluso al Gobernador y al gabinete.

Las peleas de gallos fomentan violencia, el maltrato y la muerte de las aves utilizadas como parte de un espectáculo lucrativo para los espectadores; se traduce en incitar de una forma anti-natural a estos animales para que combatan entre ellos sólo porque es una actividad que genera diversión y adrenalina a los espectadores que esperan ganancias con el gane de su gallo postor.

Estas aves son valoradas en función de la ganancia que se obtenga de ellos, por este motivo las personas que se benefician de estas peleas recurren a todo tipo de prácticas para criar gallos ganadores. Así es como antes de realizar cualquier adiestramiento, los gallos son elegidos a través de peleas de entrenamiento dentro de un mismo cobertizo.

Pasada ya la selección, al gallo se le descresta y desbarba con el fin de liberarle de obstáculos visuales para el combate. Después de unos días (dejando tiempo para que las heridas de la mutilación se cicatricen), se comienza el entrenamiento físico. El entrenamiento de un gallo de pelea se acompaña siempre de una estricta alimentación desde que nacen, la cual es complementada por complejos vitamínicos e incluso esteroides suministrados durante el adiestramiento.

Asimismo, unas semanas antes de la pelea, los gallos son cambiados constantemente de jaula, con la finalidad de ocasionarles estrés, debido al temor y al instinto natural de marcar territorialidad, lo que provoca que permanezcan alertas, evitando ser agredidos por algún otro ejemplar. Finalmente, dos o tres días antes de la pelea, son encerrados en jaulas muy pequeñas que los obliga a permanecer en pie día y noche para que, según los criadores, fortalezcan sus patas.

En las peleas de gallos se encuentran diferentes armas con las que suelen combatir para hacer el combate más sangriento y violento, por ejemplo, las navajas y las espuelas. La navaja es un arma que dibuja una media luna, midiendo una pulgada desde su base hasta la punta. Su característica principal es que en la parte interna de la curva tiene un filo que se compara con una hoja de afeitar, con la diferencia de que esta navaja es más robusta y sobre todo el acero más resistente y letal. Por otra parte, las espuelas son un arma que tiene forma de aguja dotada de un gran volumen, y que se colocan en el dorso de la pata, por encima del tobillo. Como de forma natural no son de gran tamaño, se colocan uñas artificiales que no suelen medir más de cinco centímetros, éstas se fabrican con materiales que van desde el carey hasta la fibra de vidrio. En algunas zonas es ilegal usar espuelas que no provengan de otro gallo. Normalmente, la pelea se lleva a cabo en una arena, palenque o reñidero circular de 3.5 metros de diámetro por 80 centímetros de alto. Una vez pesados, los gallos son asignados en sus respectivas categorías, siempre bajo la supervisión de un juez.

Ya en la pelea, los propietarios o careadores, introducen sus gallos agitándolos unos contra los otros para llevarlos a un estado de alteración. Una vez listos, los gallos son liberados e inmediatamente corren hacia su contrario con la finalidad de darle muerte, las plumas vuelan ya que atacan sus cuerpos con sus picos y patas. Igualmente, la sangre es abundante gracias a los espolones artificiales. También es común que los gallos se saquen los ojos en la pelea, de hecho, algunos torneos ofrecen incentivos para el gallo que mate o incapacite a su oponente en el primer minuto del combate.

La anterior descripción deja de manifiesto que las peleas de gallos son un acto salvaje y sanguinario que nos denigra como sociedad y ante el cual no podemos permanecer indiferentes. Si bien los alcances de la implementación de actos violentos no sólo queda con la exposición sangrienta de estos animales, sino que sus efectos trascienden e impactan a nuestra sociedad.

Es de destacar que en el ámbito internacional así como en nuestra sociedad, esta actividad que se ha venido realizando desde antes de Cristo, ya es cuestionada por las nuevas generaciones por el maltrato animal que se genera de manera directa o indirecta en su desarrollo, que va desde el no proporcionarle los cuidados básicos y necesarios para sobrevivir, o casos extremos como son golpes, mutilaciones o incluso la muerte provocada por la incitación del combate de cualquier especie para fines recreativos.

Se debe buscar inhibir el maltrato que puede girar en torno a los animales por actividades preponderantemente comerciales, evitando a toda costa que se maltrate a los gallos en un espectáculo público, así como el que se lucre con su sufrimiento que, desde luego, culmina con una muerte llena de angustia de un animal maltratado cruelmente para la diversión de unos cuantos, que consideran este espectáculo como deporte o actividad recreativa o cultural.

Quienes defienden estos combates han vertido argumentos para defender la permanencia; se dice que dejará de contar con una tradición ya que antes de comenzar un concierto en un palenque se realizan peleas de gallos. No obstante existen estadísticas que muestran que más del 80% de las personas que acuden a estos conciertos no es por las peleas, sino que acuden a ver al cantante o espectáculo que se va a presentar, por tanto los que se ven atraídos por estos espectáculos no es la mayoría de la población sino aficionados a las apuestas o a actos violentos.

Las peleas de gallos traen aparejadas apuestas que aun cuando se cuente con el permiso para que estas puedan ser llevadas a cabo, muchas de ellas no son registradas por lo que da pie a que se no se pague el impuesto requerido o que el flujo económico que interviene en esta práctica sea de procedencia ilícita, y más preocupante cuando muchas veces se realiza esta actividad de manera clandestina, por tanto es primordial el que se regule la práctica para sancionar a quienes incurran en la misma.

Aún cuando en nuestra legislación estatal ya existen sanciones ejemplares para temas similares, como en la Ley de Protección y Cuidado de los Animales del Estado de Jalisco, lamentablemente las peleas de gallos y similares, no cuentan con la normatividad que tenga la fuerza necesaria para inhibir dicha acción de crueldad animal.

A finales del año pasado la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) avaló la prohibición de gallos en Veracruz, al negar un amparo tramitado contra la Ley de Protección de Animales en Veracruz. En el amparo promovido aseguran que la prohibición de las peleas de gallos “vulnera el derecho a la cultura, a la propiedad, la libertad de trabajo, y el derecho a la igualdad y no discriminación.

Cuando se supo de la prohibición en Veracruz, algunos legisladores como el diputado del PAN, Juan Olmos, ya habían expresado que estaban en contra, su argumento es que generan más de 2 mil empleos en la entidad y que a nivel nacional dejan ganancias millonarias.

Los galleros también defienden esta práctica porque les va bien en sus bolsillos. De acuerdo con El Universal, Eustaquio Martínez, un hombre que se dedica a este negocio en la CDMX, paga entre 5 mil y 10 mil pesos por inscribirlos, y puede ganar hasta 50 mil pesos por pelea.

Siempre serán una buena noticia anuncios como el hecho por el Gobernador, por ello mi apoyo a su iniciativa que ojalá vaya aparejada de la correspondiente legislación a fin de que en definitiva se eliminen las peleas de gallos en Jalisco.

Opinión.salcosga@hotmail.com
@salvadorcosio1

• Salvador Cosío Gaona

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Es Abogado por la U de G, con estudios de posgrado en Administración Pública, Economía Política, Economía del Sector Publico, Administración Municipal, Finanzas Publicas, Administración y Desarrollo de Recursos Humanos, Financiamiento para el desarrollo y Políticas Publicas, en diversas instituciones. Tiene el Grado de Doctor en Derecho con la distinción Maxima Cum Laude en la Universidad Complutense de Madrid en España.

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