El pasado 24 de febrero, en este y otros espacios, publiqué mi colaboración El mensaje de López Obrador para Jalisco. En esa ocasión afirmé: “López Obrador convocará a sus oyentes a que desatiendan la discordia e ignoren aquellas voces que intentan dividir y restar; de hecho, se espera un claro respaldo a la labor del Delegado Federal de Programas de Desarrollo, Carlos Lomelí Bolaños; pero también, en un gesto de madurez y generosidad política, pedirá un voto de confianza en favor del gobernador, quien dicho sea de paso, según lo reveló una encuesta elaborada por la firma Arias Consultores, más del 65 por ciento de la población desconfía de él”.
Y al concluir la precitada colaboración, escribí: “En lo personal, hago votos porque la visita del presidente sirva para que en Jalisco regrese el respeto y la cordialidad en la arena política”.
En los hechos, la visita de Andrés Manuel López Obrador no sólo me hizo quedar bien a la luz de mi pronóstico, sino que además logró lo que muy pocos esperaban y querían: que Carlos Lomelí y Enrique Alfaro se dieran un abrazo ante los miles de asistentes en la Plaza de la República.
Más allá de lo anecdótico y las diversas interpretaciones que hagan los opinantes profesionales, hay que admitir que el hecho abona a la distensión y cortesía. Sólo un necio radical puede negar que la espontánea convocatoria del presidente y la buena disposición de Lomelí Bolaños y Alfaro Ramírez de prestarse a dicha petición, siembra una semilla que podría florecer muy pronto.
Ahora bien, que no se me tache de ingenuo; es cierto que en política el respeto es la base para alcanzar acuerdos y generar un sentido de colaboración entre los distintos órdenes de gobierno, pero también es verdad que la rivalidad continuará. Claro que no estamos para suponer siquiera que a partir de “el abrazo del 9 de marzo”, se acortarán las distancias ideológicas o se derrumbarán las murallas partidistas; sin embargo, lo que sí es probable que ocurra, es que comencemos a sentir un ambiente libre de hostilidad y animadversión, a pesar de sus evidentes diferencias. Y es que cada uno representa un proyecto distinto y distante, por lo que no debe asustarnos que aún en medio de la concordia, prevalezca la disensión.
De cualquier modo, es preciso aceptar que si lo que aspiramos es transitar por la ruta del entendimiento para aproximarnos al progreso y el bienestar, entonces resultaba imperativo que los principales líderes políticos de la entidad enviaran un poderoso y claro mensaje de amabilidad. Por eso hay que reconocerle –por no decir agradecerle- a López Obrador que haya provocado una escena que fue bien recibida por los simpatizantes de ambos bandos.
Estoy convencido de que el pueblo de Jalisco sólo anhela resultados concretos e inmediatos, y que justo por ello, no le interesa ser testigo de disputas y encontronazos. Por eso aplaudo el abrazo de Lomelí y Alfaro, pues me parece que los dos nos envían a todos una muy buena señal.