Construyó su imagen de «salvador» al repetir un día sí y otro también que sería el Mesías, el que arrancaría de este país la corrupción, el que vendería el avión presidencial, el que metería a Peña Nieto a la cárcel por corrupto, el que acabaría con ‘La mafia del poder’, el que desaparecería los «gasolinazos», el que erradicaría la pobreza, el que echaría para atrás la Reforma Educativa y la energética, el que cancelaría el aeropuerto de la Ciudad de México, el que al día siguiente de rendir protesta pacificaría el país porque todos se convertirían en buenos.
La primera gran promesa en caer fue la del precio de la gasolina. Solo tres días después de haber salido victorioso de la contienda para la presidencia de la República, a la cuál en gran parte llegó con esta electorera oferta de eliminar los llamados “gasolinazos”, Carlos Urzúa, a quien ha designado como Secretario de Hacienda, salió a recular y decir que no habrá cambios en las medidas que actualmente implementa el gobierno federal, “Nosotros creemos que no puede haber movimientos abruptos en el precio de la gasolina. Es decir, estamos pensando en incrementar cada año, por inflación, el precio. En términos reales no se va a incrementar, pero en términos nominales sí, por la inflación”.
Luego vino la de su seguridad; en campaña anunció que prescindiría de ella porque a él lo cuidaría la gente, pero esta vez fue la próxima secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, a quien correspondió salir a decir que no sería posible.
Enseguida, el llamado Peje se dejó ver con el presidente Enrique Peña Nieto, quien ya se ganó la inmunidad y el perdón del próximo titular del Ejecutivo.
El miércoles, los medios de comunicación adelantaron que la venta del avión presidencial significaría pérdidas de hasta 137 millones de dólares, falta conocer la determinación de AMLO y si decide mantener su postura de ponerlo a la venta, en tanto sobre la construcción del nuevo aeropuerto dijo que la pondrá a consulta. Y así, hay un listado de promesas menores que quizá si cumplirá (y algunas otras que ya están en la ley pero que no se aplican) el recorte de gastos en dependencias, bajar los sueldos, entre otras. De este inicio del incumplimiento de promesas de campaña, empieza a percibirse lo que ya se sabía: no podrá cumplir muchas de las ofertas sustanciales mediante las cuales atrajo al electorado harto de los partidos tradicionales y de la ineficacia y la corrupción.
Lo más burdo y bochornoso quizás -hasta este momento- ha sido la osadía de la doctora Loretta Ortiz, coordinadora del proceso de pacificación del equipo de AMLO, al anunciar con bombo y platillo el sábado -seguramente instruida por su jefe- que el papa Francisco habría aceptado participar en los foros convocados para ese fin. El desmentido por parte del vocero del vaticano, Greg Burke, no se hizo esperar; categórico rechazó dicha información y remató que “no tiene ningún fundamento”. Ignorancia, desconocimiento, petulancia, soberbia, llámelo usted como quiera, el Peje quiso pasar por encima del Vaticano y del propio papa Francisco. ¡Una verdadera vergüenza!
Otro revés se lo propinó el EZLN, quien se dirigió al Peje como “el capataz futuro”, y exhibe su completa desconfianza hacia el presidente electo en las palabras del Subcomandante Galeano (antes Marcos); “Podrán cambiar de capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo (…) al menos la ilusión actual alivia esa historia de fracasos a la que luego se sumará la desilusión prevista”.
Alejandro Solalinde también fue objeto de críticas por parte del EZLN, “mentiroso” le llamaron, tras negar que haya entregado una carta de López Obrador y un supuesto primer encuentro.
Eso por un lado, pero ahora lo que nos debe preocupar a todos es la clara intención de gobernar en forma autócrata; sin contrapeso alguno, sin consultar, sin mediar, sin medir, sin valorar, sin escuchar; con base a ocurrencias, porque no se le puede llamar de otra forma a su decisión de atropellar al federalismo y empoderar a sus incondicionales nombrándolos «Coordinadores Estatales de Programas de Desarrollo», que más bien recuerda a los “gobernadores civiles” de la España franquista, mediante los cuáles el dictador mangoneaba las provincias. Una cosa es desaparecer delegaciones federales en las entidades federativas de México (como fue una de mis propuestas en campaña) para optimizar esfuerzo y recursos y otra muy distinta imponer abusivamente Virreyes plenipotenciarios. Es utópico que se diga que el coordinado estatal de enlace acordará con el Presidente directamente! Cómo puede humanamente ser posible que el Presidente acuerde con todos y cada uno de los Secretarios y titulares de instituciones y dependencias federales y además con 32 coordinadores estatales de enlace?
El tema tiene que ver con algo insano que ya mucho se criticó en gobiernos de los otros partidos: el encargar tareas de manejo de programas y recursos federales a personajes a los que se busca empoderar y generarles a cargo de su función pública un cúmulo de reflectores y esquemas impropios de lucimiento personal, para generarles condiciones de posible éxito electoral en futuras contiendas. La corrupción se genera cuando hay exceso de poder en una sola persona, lo que hay que hacer es acabar con la discrecionalidad y el monopolio en las decisiones gubernamentales.
Otra ocurrencia es la reubicación de las sedes de todas las dependencias federales que se dice instalarán en varios lugares de México; habrá que calcular el costo y el tiempo para hacerlo y en su caso buscar las mejores opciones considerando infraestructura, accesibilidad y comunicaciones de cada ciudad. En algunas áreas más que mover toda la dependencia a otro sitio es menester desconcentrar, como Relaciones Exteriores y el Instituto Nacional de Migración, más insistiendo en que la clave es trasladar a las entidades federativas operación de muchos programas como los que opera SEDESOL (desapareciendo el DIF), SECTUR, Economía, Cultura, SAGARPA, SEDATU. Hay delegaciones que no pueden dejar de existir: IMSS, Infonavit, ISSSTE, Milicia, Marina, Migración.
No fueron los 90 millones de mexicanos -que están en el padrón electoral- quienes colocaron a AMLO en la presidencia de la República -apenas 30 millones votaron por él-, pero sí fue esa tercera parte la que emitió un voto en cascada y de esta manera decidió entregarle todo el poder a una sola figura, a un personaje que esperó pacientemente durante 18 años para alcanzar su objetivo de sentarse en la silla presidencial y que, aparentemente, está dispuesto a ser él solo, sin partido, sin Congreso, sin Senado, sin gobernadores, sin medios de comunicación, sin líderes de opinión, sin iniciativa privada y sin pueblo, quien decida qué se hace y qué se deja de hacer en este país. Así lo decidió la gente que le dio su voto y le entregó un poder absoluto.
AMLO el «encantador»… Invirtió esos 18 años en hacer notar a la gente los errores y tropiezos de los gobernantes en turno y fue la piedra en el zapato para cada uno de ellos; Fox, Calderón, y Peña, tuvieron que lidiar con sus plantones, con su locura de presidente legítimo, con sus macabras estrategias para hacerlos caer, con sus calumnias, con su despiadada crítica replicada una y otra vez por los medios e intelectuales a su servicio y principalmente con su figura que logró «encantar» sirenas.
Empoderado ya, cuando aún faltan alrededor de cinco meses para que rinda protesta, y siendo dueño absoluto de la agenda mediática, seguramente se derramará mucha tinta antes de que llegue a sentarse a la silla presidencial, tiempo en el que veremos cuánto más podrá estirar la liga en favor de su credibilidad o si empiezan a caer las vendas de los ojos de quienes lo llevaron a lo más alto sin medir consecuencias.