La encuesta publicada esta semana por el Grupo Reforma en la que ubica a López Obrador a 26 puntos de distancia de Ricardo Anaya, fue un brutal golpe que lesionó de gravedad el ánimo de un buen número de alfaristas.
Algunos amigos del candidato de Movimiento Ciudadano, el mismo día en que apareció la citada medición, me confiaron que en el círculo estratégico que rodea a Enrique Alfaro, se encendieron las luces de alarma; y es que no es para menos, si bien en sus alegres cuentas, la posición del abanderado naranja en los sondeos estadísticos de Jalisco aún lo colocan como el más seguro vencedor de la elección del 1 de julio, su peculiar personalidad los tiene preocupados.
Por un lado, se han comenzado a cuestionar -cada vez con más insistencia- de qué sirvieron las alianzas políticas con el poderoso Grupo Universidad y con el mismo candidato de México al Frente, si las batallas que sostiene Alfaro Ramírez contra Carlos Lomelí y Alberto Uribe las libra solo, sin un respaldo moral y estratégico que le permita amortiguar o eludir los golpazos mediáticos y jurídicos que le asestan a diario.
Y aunque soy de los que piensa que a menos de treinta días los morenistas de clóset y los votantes indecisos podrían salir para dar una sorpresa histórica en nuestra entidad, y admitiendo también la gran posibilidad que tiene Alfaro Ramírez de alzarse con el triunfo en la jornada electoral, lo cierto es que sus pleitos con el candidato de Juntos Haremos Historia y el coordinador en Jalisco de la campaña de AMLO, le representarán un serio problema.
Ya en otras ocasiones he escrito que Carlos Lomelí Bolaños será (gane o no la elección) el hombre clave para la puesta en marcha en Jalisco del proyecto de nación de López Obrador; de igual modo, Alberto Uribe Camacho, uno de los estrategas de confianza de Marcelo Ebrard, jugará un rol de primera línea en la consolidación de Morena en estas tierras.
Así las cosas, Enrique Alfaro no sólo debería estar atento a las variaciones en las simpatías ciudadanas, sino que tendría que estar muy inquieto de frente a un horizonte en el que no se mira quién pueda tender los puentes de negociación y confianza en el eventual escenario de que él gobierne en Jalisco y López Obrador haga lo propio en el país.
Creo que conforme avancen los días, Enrique tendrá que hacer una pausa en el camino y caer en cuenta de que él está en franca desventaja, a pesar de que en las encuestas aparezca hoy en primer lugar.
Si Alfaro Ramírez y su más cercano equipo de colaboradores abren bien los ojos, lograrán ver con toda claridad que la necesidad de iniciar una aproximación está de lado de ellos, no de los morenistas.
Por lo pronto, no hay indicios de que Carlos Lomelí y Alberto Uribe bajen los brazos, por el contrario, sus maniobras indican que están listos para brindar una lucha de pronóstico reservado. De hecho, hasta donde sé, en las próximas dos semanas saldrán a la luz pública evidencias de probables actos de corrupción que dejarían muy mal parado al ex presidente municipal de Tlajomulco y Guadalajara.
Es muy notorio que el líder naranja en Jalisco se quedó solo en sus disputas. Sus aliados –como el Grupo Universidad- entienden a la perfección que nadie gana en una confrontación intestina como la que sostiene contra López Obrador, Lomelí o Uribe, y es que conocen y aplican bastante bien la regla que dice: en los asuntos del poder, siempre se ganará más negociando, que peleando.