Inicio / Opinión / Estado de descomposición

Estado de descomposición

 

 

 

Nos ocurrió lo que jamás debimos haber permitido que sucediera.

Hasta hace algunos años (ya no importa cuántos) en México no nos preguntábamos qué tan poderoso era tal o cual capo de la mafia, sino qué tan poderoso era el político que lo protegía. Ahora, lo escribo con pena y horror, debemos hacer la siguiente pregunta: ¿qué tan poderoso es el capo que protege a tal o cual político?

La ecuación del crimen en México elevó su rango al nivel más alto de la tabla numérica. Hoy en día poco menos de la mitad del país está bajo el asedio –por decir lo menos- del hampa. Hay regiones en las que nada pasa si los jefes de la plaza no lo autorizan, incluso los asuntos que tienen que ver con la política y todas sus variables.

Y aunque es una realidad que los representantes del poder “institucional” niegan y hasta tratan de ocultar, lo cierto es que vivimos un brutal estado de descomposición nacional.

La guerra contra el narco y el combate a la delincuencia han fracasado porque los gobiernos y un buen porcentaje de la sociedad han sido incapaces de admitir y atender el origen de este flagelo: la civilidad desapareció como principio rector de nuestra convivencia colectiva.

La violencia desplazó al respeto y la corrupción se convirtió en una especie de identidad latinoamericana. No sólo se mira con cierta naturalidad cuando se nos informa que México permanece como una de las naciones más corruptas del mundo, sino que además, gran parte de la población se comporta, a veces indiferente y otras morbosa, ante las noticias de ejecutados y descuartizados a lo largo y ancho de nuestro territorio. Que corran ríos de sangre por nuestras calles y que la cifra de desapariciones aumente de modo exponencial, parece sólo importamos a  un reducido número de ciudadanos.

En términos generales, también se ha perdido la vergüenza. En algunas partes del planeta, el sólo hecho de enterarse que un bebé de ocho meses (Tadeo) hubiese muerto como consecuencia de la barbarie que ya se sufre en nuestra entidad, hubiera sido suficiente para que decenas de miles de personas tomaran las calles. Vamos, hay que aceptarlo sin rasgarnos las vestiduras, si entre nuestras “autoridades” hay quienes perdieron la ética y la moral, en medio de la sociedad se perdió la solidaridad y la dignidad.

Estamos en un momento crítico de nuestra historia; si como pueblo no hacemos un alto en el camino y miramos hacia dentro de nuestros sistemas de creencias, corremos el peligro de que las generaciones actuales y futuras queden a merced de una minoría que a fuerza de balazos acribillan los sueños de gente inocente.

No sé si estamos a tiempo de tomar el control de las cosas, pero lo que sí sé, es que en la actualidad, las cosas están fuera de control.

• Paralelo Veinte

Te puede interesar:

Jalisco más seguro que nunca

Por Carlos Martínez Macías Con una puntería escalofriante, el gobernador Enrique Alfaro cumplió su cita …